Gran revuelo ha causado la aparente fuga o el supuesto enconchar del actual Alcalde de Maracaibo, Manuel Rosales. La noticia verdaderamente ha tomado por asalto tanto a rojos como azules, sin contar que desde ya más de un desentendido incoloro estará también lanzado sus primeras especulaciones a partir de su asaltado asombro.
Aparentemente, por lo que quiere denotarse en las declaraciones de sus más allegados, todo intencionalmente se dirige y está adquiriendo un efectismo noticioso tal que maliciosamente me hace recordar la forma como el chupa cabras alcanzó su carismático estrellato.
Lo más fácil y primero que podría venírsele a la mente de cualquier rojito sería que la abrumadora cantidad de pruebas y la incapacidad del señalado en comprobar su inocencia, ha sido lo suficiente para que este nuevo hijo de Lindbergh tomara la determinación de dejar el pelero a esta Tierra del Sol Amada.
Enconchado o fugado, en el país o fuera de él; son hechos que aunque incidentales no reflejan el verdadero sentido de esta nueva estrategia. Resulta notorio que las anteriores maniobras no han logrado convocar ni movilizar satisfactoriamente a la zulianidad de manera que les permitiese en un momento determinado trancar el juego.
Lo que hasta ahora han alcanzado no ha sido lo suficiente como para que sus operadores políticos y medios de comunicación privados en el Zulia logren emular los hechos del 13 de abril del 2002, cuando el pueblo venezolano masiva y espontáneamente, rescatando su líder, viró el curso de los acontecimientos políticos y culturales de la nación.
Para este fin, y bajo el concurso de un experimentado asesoramiento en materia de imagen y publicidad, no le ha quedado otra cosa que ensayar nuevas estrategias que le procuren desde la magia del cine y la televisión, ya no tanto el tratar de politizar un hecho claramente judicial, sino orientarlo hacia un plano de exacerbada sensibilidad emotiva.
A partir de la premeditada y estudiada desaparición de Manuel Rosales ha dado comienzo a una nueva etapa y un nuevo discurso en el caso de su defensa. La figura de Manuel ha dejado de ser aquella de un político perseguido, ahora es la de un padre amoroso, carismático y exitoso que aun a pesar de su reconocida y amada trayectoria es salvajemente perseguido y acosado, víctima inocente, valiente y desvalida de un Estado totalitario, militarista y opresor que, a pesar de su descomunal poder, no solo permite que la delincuencia flagele y oprima a la gente honesta sino que la persigue.
De ahí que nada sorprende que haya sido precisamente la esposa de Manuel Rosales la que desde los “castos” medios de comunicación social, las “venerables” iglesias y las “filantrópicas” acciones de caridad, sea la que haya asumido papel protagónico para dar el indicado impulso de esta nueva estrategia de chantaje lacrimógeno.
Tanto Manuel Rosales como sus colaboradores, en materia de imagen, han demostrado efectivas demostraciones del poder de los medios y la facultad de corregir y promover estereotipos para la correspondiente veneración y adoración.
Por ello vaya este consejo: para la caza de la zorra se necesitan sabuesos no perros rabiosos.
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