Como en un cementerio de los elefantes, “los jeeps de Ciliberto” descansaban en el camposanto de las chiveras polìticas. No molestaban a nadie, aunque en un momento de nuestra historia contemporànea hayan sido un emblemàtico caso de la corrupciòn durante los años de la Cuarta Repùblica. A un aliado de esa repùblica puntofijista en la llamada Mesa de la Unidad, el concejal Juan Pablo Guanipa de Primero Justicia, le dio por jurungar los olvidados “todo terrenos” ciliberteanos. Màs le hubiera valido no hacer eso. Los muertos tienen dolientes y hablaron por la lengua insepulta de Henry Ramos Allup.
Tocado en su màs profunda fibra adeca, el secretario general del “partido del pueblo” le recordò a Guanipa los famosos “cheques de PDVSA”, descompuesta semilla fundacional, vìa materna, de Primero Justicia. Todo hubiera quedado por allà, en esa “Maracaibo a lo lejos” que por las noches relampaguea, si no existieran hoy las redes sociales que, en materia de dimes y diretes, le llevan una morena digital a las antiguas comadres del lavadero municipal. El artìculo de Ramos Allup, publicado en un diario zuliano, se expandiò en minutos por toda la comarca.
Levantar el capò de “los jeeps de Ciliberto” fue peor que abrir la Caja de Pandora. Reventò el paquete oculto denunciado por David de Lima y William Ojeda, a quienes se sumaron cuatro partidos que hacìan vida en la Mesa de la Unidad. Hubo juicios sumarìsimos y expulsiones expeditas. No se terminaba de acusar a esos partidos de ser “tocados” con un maletinazo en divisas verdes, cuando estallò el “affaire Caldera”, justo el dìa en que el partido de Ramos Allup estaba de aniversario. La ocasiòn la aprovechò Bernabé Gutiérrez, secretario de organización de la tolda blanca, para de nuevo exigir màs respeto de parte de Primero Justicia hacia la organización que fundara Ròmulo Betancourt. “No nos humillen”.
En el Colegio de Ingenieros, lugar donde se celebraba el ágape acciondemocratista, los compañeritos desfilaban frente a un Henrique Capriles Radonski de cartòn. El candidato no se rayarìa retratàndose con lo que llaman, en el caso màs benevolente, “el pasado”. El partido de Pèrez y Lusinchi, pero tambièn de Ròmulo Gallegos y Andrès Eloy Blanco, era sometido a la mayor humillación de su dilatada historia: inclinarse ante un candidato de cartòn, adorar a un fetiche en su fiesta aniversario, frente a todos los medios de comunicación del paìs, como para que nadie se perdiera aquel espectáculo insòlito, indignante y grotesco.
Màs acà, Adriana Azzi, una bruja interplanetaria que acaba de leer la bola de cristal còsmica del mismo Neptuno, no vio en el escroto del dios nada de lo que està ocurriendo. En un escandaloso caso de soborno, aparece comprometido uno de los jóvenes polìticos con màs proyecciòn de la oposición venezolana. En la grabaciòn, presentada ante los medios por el diputado Julio Chàvez, vicepresidente de la Comisiòn del Poder Popular y Medios de Comunicaciòn de la Asamblea Nacional, resalta varias veces el nombre del candidato Henrique Capriles Radonski, compañero de partido de Caldera. El resto de esta historia es harto conocido, con cuatro ruedas de prensa el mismo dìa y la consecuente expulsión de Caldera, estrella emergente de Primero Justicia sùbitamente eclipsada.
Ya hay quienes empiezan a hablar de “la maldición de los jeeps de Ciliberto”. Un concejal zuliano, Guanipa, revolviò ese caso sepultado en el siglo XX y se desataron los demonios. Y todavía, ¡ay!, quedan unos cuantos diablos por emerger. Se rumora que la grabaciòn saliò de la misma oposición. El editor Miguel Henrique Otero deberìa pedirle màs eficiencia a su bruja personal, quien lo dejò en las nubes de tan sonado caso. A las primeras de cambio, Acciòn Democràtica no ha dicho esta boca es mìa. Bernabé Gutiérrez sòlo pide màs respeto. Ramos Allup, en pleno bonche aniversario, se excusò de no haber visto el video, algo inaudito en la criatura mejor informada de la maltrecha mesa de la derecha. Y nadie quiebra una lanza por el joven Caldera, a todas luces inmolado para salvar a otros de lo que su ingrato candidato presidencial llamò “el pantano de la corrupciòn”, una soga amarilla nombrada inoportunamente en casa del ahorcado.
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