Soy ateo irremisible y carente de alguna doctrina religiosa, así mismo, soy muy respetuoso de los feligreses militantes de cualquier iglesia. Esta aclaratoria la considero prudente ante las celebraciones de esta fiestas decembrinas las cuales para mi tienen cierta particularidades.
En la zona del este donde resido viven ciertas damas católicas, rezanderas muy virtuosas ellas, quienes acuden al templo en la búsqueda de la paz espiritual y para recibir en esta navidad las bendiciones del Santísimo. Me las imagino dándose golpes de pecho repitiendo los rezos del cura para alcanzar la gloria del Señor. Después sobrevendrán los consabidos actos de contrición. Extrañamente, con ese mismo fervor, pero con el corazón henchido de odio, dirigen sus compasivas miradas y piadosas palabras hacia el Crucificado, buscando la concesión de un milagro: la muerte de mi comandante Chávez. Parece que estas señoras tienen un Dios muy singular. Aquel que le asegure el bienestar para ella y su familia, el mismo que propiciará la muerte de un correligionario de su iglesia. Similar al piloto del bombardero que le pide a su dios para que no le falle la puntería al lanzar la bomba el objetivo, la misma deidad a la cual le rezarán las víctimas para que la bomba al explotar no acabe con el pueblo y su familia. Es el mismo Dios al cual millones de personas del mundo rezan para que el camarada Hugo regrese sano y salvo para continuar dirigiendo la Revolución Bolivariana. Juzgo que la deidad de algunos católicos es un Dios bipolar.
Con el respeto que merecen todos los cristianos, cuando medito sobre lo que ocurre en las navidades me da cierto asombro ante el derroche de dinero durante estas ceremonias, donde el único ganador es el capitalista especulador. Da la impresión que la mayoría de la feligreses no han leído La Biblia, el libro sagrado regidor de las acciones tanto de los Católicos como Evangélicos. En dicha obra no he logrado extraer algún versículo que muestre el dispendio del capitalismo salvaje, como medio para apoderarse de los aguinaldos de los asalariados en el papel de derrochador compulsivo. Pareciera que el mes de diciembre es la fiesta de la dilapidación inmoderada; la templanza, una de las virtudes de los militantes de las religiones, desaparece por completo y se da renda suelta al consumismo desaforado y depredador. Para nadie es desconocido que el hijo del carpintero antes de nacer tenía signado un cruel destino, además, en momento de ver luz, la pobreza de Jesús determinó el sino de su gestión en el mundo conocido de la época. Es una orgía de compras de juguetes para los niños, muy bien orientados por los canales televisivos. Al poco tiempo tales cacharros quedarán abandonados y se convertirán en basura contaminadora del ambiente. Así mismo, se inicia el desenfreno en la comida y la bebida, como si tales se fueran acabar durante la navidad y el año nuevo. Los bancos, inclusive los del estado, concitan a sus clientes al consumo desmedido, olvidando que el ahorro es el fundamento de la economía familiar.
Mirando con detenimiento lo que ocurre en la calle, en los centros comerciales, en los aeropuertos, en los puertos, en los restaurantes, en las tiendas rayanas a los bulevares de las grandes capitales, pareciera que para esta temporada se desatara una especie de capitalismo cristiano, cuyo único fundamento es gastar dinero sin miramiento alguno. Una verdadera locura, sin que las personas tengan medida de las secuelas de tales desenfrenos, los cuales redundarán en problemas de salud, enormes deudas en enero del año próximo, además de problemas ambientales, dada la cantidad de basura, secuela de las compras. Considero que tanto los camaradas como opositores coinciden en una actividad desvinculada, por completo, del nacimiento del Salvador.
Pero el capitalismo tiene su ícono navideño al cual tanto chavistas como escuálidos le rinden honores. Se trata del rojo rojito, que no es del PSUV, San Nicolás, el obeso chivudo originario de las tierras gélidas escandinavas y trasladado al Norte de América, es decir a los EEUU. Desde esos remotos lugares lo exportaron hacia las zonas tropicales donde la nieve sólo se ve en las sierras escarpadas de los Andes. Acompaña a este simpático personaje unos extraños renos desconocidos en nuestra fauna y un gordito de anime representativo de una especie de duende oriundo de las zonas heladas de los países del norte del hemisferio. Aquel bonachón de sonrisa muy particular está presente en todos los centros comerciales de lujo para que los niños venezolanos se tomen una foto con el depredador de salarios. El rojo rojito, que no es del PSUV, invita a las personas a gastar en una fiesta de consumo masivo, en una orgía de compras, para que los dueños de las tiendas logren grandes beneficios a partir de precios especulativos. Resultado del desenfreno capitalista navideño, toneladas de basura acumulada en las calles de varias ciudades del país y niños convencidos de que la Natividad es una feria para hacer alarde de juguetes caros e inútiles. Somos tan frasquiteros que el alcalde de Baruta transformó una parte de la plaza Alfredo Sadel en una pista de hielo para que los habitantes de esta zona se sientan ambientados en el Rockefeller Center, disfrutando de las bondades del glacial clima norteño. Como se ve, un funcionario con arraigadas raíces nacionalistas.
Es bueno destacar la forma muy particular de celebrar las fechas religiosas de algunos católicos venezolanos y del mundo. Es sabido que el diciembre es una fecha de júbilo, consecuencia del nacimiento de Jesús con miras a redimir a los hombres de sus pecados. Así mismo, la forma de celebrar el sagrado onomástico es como lo afirmé anteriormente: un dispendio de compras y el consumo inadecuado de comidas y bebidas. De igual manera muchos aprovechan estas vacaciones para acudir a las playas o largarse hacia otros sitios alejados de nuestros confines. Finalizadas las fiestas de navideñas y año nuevo los devotos se preparan para la Semana Santa, una temporada representativa de lo opuesto a la Natividad, es decir, tiempo de recogimiento, como consecuencia de la conmemoración del tormento, la crucifixión y resurrección de Cristo. Sin embargo, al igual que la Nochebuena, se ingiere comida y bebida en exceso, así mismo, los viajes de diversión es lo propio de esta fecha de misericordia divina. Pareciera que no hay diferencia entre una y otra. Es el capitalismo cristiano y depredador.
Nos sentimos orgullosos de nuestro mestizaje, de la raíz india, blanca y africana negra, pero no advertimos que las deidades de los pueblos originarios y las de los negros fueron enterradas por el cristianismo europeo, sin el cual no hubiese sido posible la colonización y la conquista de América. Los perros cazadores traídos por los conquistadores, la cruz de los frailes y el arcabuz trasladados por los ibéricos a estas tierras de gracia fueron responsables de la mortandad de millones de aborígenes y la desaparición de civilizaciones completas. Llegamos al colmo de rendirle honores a Cristóbal Colón, el responsable de esa ignominia y hasta creamos la orden Diego de Losada para homenajear a los venezolanos ilustres. Por fortuna mi comandante Chávez dejó atrás tales deshonras.
Recientemente, más de ocho millones de venezolanos votaron por un proyecto socialista comandado por el camarada Chávez. Creo que es época de reflexión, tanto de los militantes del PSUV como de todos los venezolanos. Es hora de dejar de lado algunos vicios consumistas heredados de la Cuarta República y del sistema capitalista. Es tiempo de meditación de los cristianos para acabar con el consumismo navideño y de aproximación al cristianismo primitivo. Un cristianismo social, comunitario, solidario, disciplinado, espiritual y desprendido de bienes materiales. Debemos seguir las recomendaciones y orientaciones del compañero Hugo, una manera de alejarnos del capitalismo salvaje y aproximarnos al socialismo humanista que le dé a los habitantes una razón de existencia. Larga vida a mi comandante Chávez.
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