Estamos descuidando cada vez más, en mi modesta apreciación, el carácter esencialmente sicológico y espiritual de toda la problemática que nos encontramos viviendo actualmente en Venezuela.
Hay demasiadas cosas que no se explican. Muchos cabos sueltos. Pareciera que estamos bajo control de una programación que confunde, alejándonos de las orillas racionales del entendimiento civilizado para sumergirnos, como país, en un mar de locura, rabia y violencia.
Nada justifica que un hermano quiera golpear o matar a otro hermano por los resultados de unas elecciones. Nada lo justifica. Que un grupo de personas se organicen para ir a quemar o a molestar un centro de salud, una emisora de radio o la casa de alguien porque un candidato perdió y otro ganó. Eso no puede justificarse de ninguna manera.
Esto pasa y entonces como que no hay una estación de pausa, de mínimo diálogo. Unos insisten en decir cosas más provocadoras y más mentirosas que los otros, mientras en la población se suscitan acciones, reacciones y sensaciones muy extrañas.
Hay un libreto oculto con un final muy claro: La confrontación entre hermanos, el enfrentamiento de pueblo contra pueblo. ¿Es eso lo que desea nuestra nación? ¿Nuestro país quiere una guerra? Yo digo que no y muchos decimos que no, pero hay otra gente que pareciera no estarse dando cuenta de que vamos por ese camino y hace el juego para que estalle una guerra en nuestro país sin imaginar por unos instantes las nefastas consecuencias de una guerra. ¿Será que no piensan en sus propios hijos, y en ellos mismos, como potenciales víctimas de los bombardeos, fusilamientos, escasez de absolutamente todo, aguas envenenadas y tiroteos de combate que trae consigo una guerra, entre otras cosas terribles? ¿Quienes juegan a que haya una violencia desatada, propia de una confrontación bélica que nace primero de insultos, mentiras y manipulaciones, será que piensan que las balas que irán hacia ellos serán de goma? ¿Que el odio, el fanatismo, la intolerancia y la violencia que abrigan y concretan contra la otra parte que desean ver muerta, derrotada o humillada no tendrá luego consecuencias fatales para ellos también cuando esa otra parte decida responder con iguales métodos y similares motivos?
Urge que iniciemos encuentros con toda la población para que reflexionemos en torno a esos elementos ocultos del libreto violento que nos encontramos interpretando, unos de manera consciente y otros no, en los actuales momentos. Y hacerlo con una delicada y muy bien planificada estrategia que no ofenda a nadie y no excluya a nadie. Que nos encontremos en el más puro interés de construir y celebrar la paz.
Yo ya comencé con mi familia, en la que hay chavistas, opositores y ni nis y les solicité declararnos en terapia de entendimiento civilizado y amoroso, que pensáramos en lo que significa una guerra y en todas las posibilidades que existen para evitarla. Estamos compartiendo ideas por pin, twitter y mensajes de texto y hemos comenzado a tejer una red de amigos y familiares que queremos paz por encima de todas las cosas. Hemos comenzado a convencernos unos a otros, en todos los pin, twitter y mensajes que nos pasamos, que la paz es el mejor de todos los negocios en la vida y la mejor de todas las políticas del mundo porque ahí ganamos todos y todas. Esto nos ha ido mostrando que la paz no tiene color político en este momento ya que en nuestra consulta interna el 100% de nosotros y nosotras estuvo de acuerdo en declarar sin sentido cualquier acto de violencia y que es mejor reunirnos a hacer una parrilla o para bailar que enfrascarnos en una diatriba política que tiene su mejor aliado en el tiempo. Hemos llegado al acuerdo de dejarle todo al tiempo, pero siempre aferrados a la paz y al entendimiento como familia y como amigos y amigas.
Es lo que yo llamaría la parte sicológica de la alternativa que tenemos que buscar entre todos los venezolanos y todas las venezolanas. Familia y amistad en unión verdadera por la paz, ayudándonos a no ofendernos ni a ponernos bravos irremediablemente por cuestiones de política.
En cuanto a la parte espiritual, pido a mi querida y siempre respetada Santa Iglesia Católica para que sume esfuerzos en esta campaña de amor y paz por Venezuela. Que nos oriente y nos guie diariamente para que nos encontremos y dialoguemos con sinceridad sobre el valor de la paz en momentos como los que estamos viviendo actualmente en nuestro país. Sé que ya muchos de nuestros sacerdotes en barrios y urbanizaciones han comenzado a profundizar en la necesidad de la reflexión y de la acción por la paz y la unión entre hermanos y hermanas, llenándome eso de esperanza de que hay una luz de paz al final del túnel de estos días tan extraños.
Hay amigos y familiares también en otras iglesias como la evangélica cristiana que están de acuerdo en esta propuesta de ir más allá de lo político para que nos entendamos civilizada y pacíficamente y aquí la luz se crece más.
Los políticos gobernantes y los políticos de oposición deben hacer lo propio. Muestren ejemplos de liderazgo que sirvan de guía a un país que quiere vivir en paz. Bajen sus niveles de agresividad y de ofensas. Eviten gritar en estos días. Propicien encuentros de expertos en sicología para que les den herramientas en mediación de conflictos y póngalos en práctica.
Urge la paz.
Rafael Rodríguez Vergara. En los actuales momentos sólo quisiera ser identificado como MILITANTE DE LA PAZ Y LA ALEGRÍA.
El Señor nuestro Dios nos ayude a tener paz, alegría y democracia en nuestra bella Venezuela.
rafa_ven21@yahoo.es