Me dio tal soponcio como a Condorito

Cuando ella me dijo yo soy Maryclen, me puse de hinojos y me di de bruces...

Siempre que debo viajar le advierto a mi chofera para que me prepare la busaca; en eso estábamos entonces cuando surgió una magnífica jornada de reflexiónes acerca de la guarimba porque Maduro había ordenado a la Guardia Nacional Bolivariana entrompar hacia la nodriza del odio y de la maledicencia que es la Plaza Altamira de Chacao, gueto de la escualidad.

Fue más que todo un torneo de preguntas sin respuestas, pero matizado con alguna que otra afirmación categórica como eso de que Chávez jugó con lo de Plaza Altamira como el gato con el ratón, los dejó recrear en sus vicios hasta que se cocinaron en su propia salsa y ya estuvieron a punto de caramelo, Chávez ordenó bajarle la llama a la olla para que ésta hiciera el consabido ¡plof plof!

Maduro sabe que la paciencia no estorba y menos debe estorbar en un hombre de Estado, por eso él le tomó el pulso a la situación y actuó en el momento preciso, cuando ya los vecinos de Chacao se habían dado cuenta de haber mordido su propio anzuelo y estar listos para reflexionar y enmendar en algo tan pronto llegue la hora de revocar al Muchacho y al Capriles.

Pero, al grano:

Puesto que la tal chofera secretaria y etcétera hizo en un tris un análisis extraordinario de la situación actual de golpe de Estado en desarrollo -y que por cierto postergo darlo a conocer- le insinué que a mi modo de ver tal análisis era digno de encomio, entonces ella se envalentonó y me espetó que “¡Yo soy Maryclen”!

Entonces, me puse de hinojos y me fui de bruces ya encandilado porque le creí, me dio tal soponcio como a Condorito, al verla tan bonita y hermosa pero, no era tal, aunque tan bonita pero inteligente, es lo que creí; pero al volver en sí en una fracción de segundo -es decir, en lo que tarda cambiar de rojo a verde la luz del semáforo y el conductor que está detrás de ti empiece a sonar la corneta si tú no arrancas a mil- creí recuperarme de la alucinación.

Más vale que no, yo me asusté y pensé que ella no estaba bien de la cabeza y que de seguro había puesto el betamax para ver la película de Maryclen Monroe.

Pero, ¿y si es verdad que ella sea Maryclen Monroe, la de la película, la misma a la que se le levanta el camisón tan bueno, será verdad, y ahora ella me lleva de arrebiate?

Pero más me asusté cuando pensé que la loca no era ella sino que el loco era yo por permitir que esa tal sujeta condujera en volandas conmigo de copiloto, así que pensé en botarla pero, tampoco puedo, es que no tengo una segunda combatiente que me guie, me oriente, y ¿en qué quedaría yo entonces, solito como un niño sin cariño?

Bueno, de todos modos debemos andar mosca por si la locura opositora nos salpica y caemos en su mismo juego perverso.


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Guillermo Guzmán


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