Advertencia: El haberme tenido que someter a una intervención quirúrgica de emergencia, determinó que estuviese desaparecido por días de este espacio; situación que en su oportunidad hice saber a los editores y muchos de mis amigos por tuíteres, con ayuda de mi nieta mayor.
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Si pregunta ¿por qué fracasó el golpe de Chávez de 1992 en sus fines inmediatos?, hallará fáciles respuestas. La primera de ellas, de peso enorme, que ha crecido, es que el pueblo tiene apego a la tradición del voto, cree en eso y desaprueba la violencia, aunque no está dispuesto a eludirla si se la imponen sus enemigos. También dejó de ser aquél quién desconocía sus derechos y la significación de ser ciudadano; creía que la política era asunto para los ricos o ilustrados y principalmente entendió, antes y mayormente después con Chávez, que es protagonista de primer orden.
Para mayor abundamiento, sin restarle la importancia que el alzamiento militar tuvo, casi se limitó a ese universo. Pese la desbordante inconformidad del venezolano que produjo el caracazo, con sus rasgos específicos reales, sin inventarle intento alguno nunca puesto de manifiesto y en el cual resulto víctima de la violencia de la derecha que controlaba el poder, una minúscula parte de aquél le dio el triunfo electoral al Dr. Caldera, con lo que llamó su “chiripero”, contra AD y COPEI, su propio partido, y el segundo lugar a una candidatura para ese momento “subversiva”, como la de Andrés Velásquez, el movimiento dirigido por el comandante Chávez, no pudo o no quiso, aún no tengo nada claro sobre eso, establecer un vínculo, nada inaccesible, con el movimiento popular, que aquella madrugada y durante todo el día, quedó paralizado y expectante. Aunque uno bien sabe, el estado real de la izquierda venezolana, dispersa en planes, tácticas distintas y por ello fragmentada y hasta enfrentada entre sí, por incomprensión para abordar el momento, como ahora todavía se pueden ver algunos “brotes”.
Vale la pena revisar los resultados electorales de diciembre de 1993 que llevaron por segunda vez a Rafael Caldera a la presidencia, sin pasar por alto que aún se afirma que Andrés Velásquez fue realmente ganador, como el mismo proclamó en su momento, pero se dejó escamotear los resultados.
La población con derecho a votar para ese año era de 20.913.452; de los cuales sólo estaban inscritos en el órgano electoral 9.688.795. Dicho de otra manera un tanto trágica, sólo estaban inscritos y por tanto en disponibilidad de votar un 46.32 % de los ciudadanos. Lo que significa que el 53.68 % de los venezolanos, estaba al margen de ese proceso; lo que bastaba para considerar la situación política vacía legitimidad y repleta de inestabilidad, sobre todo después del caracazo y el fin dramático de Carlos Andrés Pérez.
De ese universo de votantes que, como dijimos fue de 9.688.795, sólo ejercieron el correspondiente derecho 5.829.216; la abstención y votos nulos, dieron un balance porcentual según el cual sólo votó el 27.87 de quienes debieron hacerlo por derecho constitucional.
Esas cifras recogen el desinterés de los venezolanos pobres por las elecciones y su radical indiferencia acerca de quienes gobernasen o ejerciesen la oposición; en ese sentido todo le era igual. A ese cuello de botella nos llevó finalmente el puntofijismo.
De esos 5.829.216 nacionales que ejercieron su voto, apenas 1.710.772, o sea el 30.46, lo hicieron por Caldera el candidato ganador. Si hacemos un mayor esfuerzo, nos encontramos con la sorprendente circunstancia, que el ganador y proclamado para presidente de Venezuela para el período 1994-1998, el Dr. Rafael Caldera Rodríguez, apenas obtuvo el respaldo del 8.18 % de venezolanos que formaban el total la población electoral.
Aquel estado de cosas, más la inocua administración Caldera, reflejaba el grado de indiferencia de los venezolanos frente a los políticos tradicionales, no contra el sistema electoral y la democracia verdadera, que Hugo Chávez supo captar para cambiar de rumbo, asumir la forma de lucha que la derecha había utilizado para someter a la mayoría de los nacionales y darle un nuevo contenido a la democracia venezolana.
Esas cosas sencillas, primarias para un político, no necesariamente muy experto, parecieran ser desconocidas o desechadas, si queremos ser más estrictos, por la derecha universal al momento de hacer política para Venezuela. Por eso, las “guarimbas”, aunque a sus integrantes les hayan mentido, no buscaban apoyo popular determinantemente, porque éste, es en mayor medida chavista, por lo dicho al inicio y porque el pueblo, éste pueblo, “no se le caza a lazos”.
Por lo que ese vanguardismo exacerbado de la derecha, que ha incluido cosas horrendas como degollamientos, quema de universidades y bibliotecas, tras consignas “Vete Ya” y esta es “La Salida”, sólo buscaba un enfrentamiento entre venezolanos, lo que los gringos llaman “pelea de perros”, un golpe de Estado y finalmente intervención extranjera. Si algo hay que resaltar, es que una vez más, la ultraderecha ha dejado constancia de su repudio al movimiento popular y contrariedad a que éste, de alguna manera, decida el destino de su país.
Llegado aquí, por razones de espacio, nos preguntamos ¿qué podría salir de todo aquello sino una dictadura brutal, persecución contra sectores de ambos bandos y la destrucción del país?
A quienes se dejan arrastrar a los procedimientos y fines del sector más radical de la derecha, queremos recordarle, hay demasiadas evidencias en la historia, que aquella suele utilizar todo descontento y descontentos en su objetivo, pero llegado al poder, hasta con crueldad, se lleva en los cachos a todo aquél que se interponga en sus fines y propósitos.
Tal proceder es propio de la soberbia de una clase ambiciosa, simple sumisión a poder foráneo o las dos cosas.