Vergüenza ajena o pena ajena es lo que se siente al a ver venezolanos pidiendo públicamente la invasión de la bota militar yanqui, imperialista.
La oligarquía parasitaria, ineficiente, verdadera sanguijuela del petróleo, fue dueña del poder y de políticos lacayos.
No hay un solo proyecto industrial de envergadura para Venezuela, con capital privado nacional, que sea creador de riqueza, generador de empleo directo e indirecto, con algún producto y marca nacional de exportación.
Acabaron con todo, se dedicaron a la importación, a chupar dólares del petróleo, a comprar (importar) barato y vender caro en Venezuela, ¡Que jamón! y se llaman empresarios.
Los “grandes cacaos” tienen 100 años importando carros y han sido incapaces –con todas las ventajas energéticas, económicas y geográficas- de fabricar un vehículo automotor venezolano ¿No les da pena?
Siglos de parasitismo, de poder y control del mismo por las familias ricas (oligarquía-clase social) y sus títeres (partidos políticos); fueron prácticamente pulverizados por las ideas y la utopía de Hugo Chávez Frías: un militar patriota, bolivariano, revolucionario, quien con arrojo y gallardía fundió sus sueños con la esperanza y luchas de un pueblo.
Hugo Chávez: soñaba con una Venezuela industrializada, productiva, cuyos cimientos y principios fuesen: el amor entre los seres humanos, cuidado y respeto a la naturaleza, la cultura del trabajo, la solidaridad, la igualdad con equidad y la justicia social.
¡Pero no!, la oligarquía parasitaria y sus lacayos fieles a sus intereses, quieren acabar con la revolución y entregarle nuestro petróleo al imperialismo.
Los apátridas se arrodillan ¡eso sí! lo hacen con dignidad: por lo menos una foto se toman con cualquier funcionario yanqui para mostrarla con orgullo.