Colombianización de la política venezolana

Sin duda es repulsivo problema aqueja nuestra política. Ya tenemos su expresión, ahí, palpable, con solo citar el recurso bárbaro de los importados, sicarios y paracos – famosa marca de Uribe- como muestra de este terrible proceso de penetración de influencia colombiana en el país.

Podemos corroborar este juicio solo con dar cuenta de la forma como se mantiene la batalla infernal entre el Presidente Santos y su inefable enemigo Uribe qué, acá algunos pretenden copiar. Trance que llevan al país a emboscar a la gente para que escoja su voto, por la guerra o la paz; o aquí, Venezuela, entre dialogo o guarimba.

Mas que demostrada la presencia de los sicarios y paracos implantados, para aterrorizar en las zonas mas privilegiadas de nuestras ciudades, de modo similar a como en Colombia llegaron a tener, por muchos años, bajo secuestro el veinticinco por ciento del territorio nacional.

En Venezuela desde la guarimba dirigen, ahora la segunda fase del golpe. Utilizan el mismo esquema que siguen, después de la frontera, al hacerse, como aquí, responsables de concertar asesinatos selectivos, magnicidios, matanzas hasta desembocar en el golpe de Estado.

Al escuchar el discurso de quienes están en contra del diálogo en Venezuela, se descubre la misma tesis que se plantea en las elecciones Colombia. Allá un, candidato busca y anima la línea de la paz, y el otro, prescribe la militarización, lo cual es obvia extensión para asegurar la continuación de la guerra. Su argumento es que solo esta vía de conflagración podrá permitir al país su futuro progreso. En Venezuela plantean, que solo quemando vandálicamente autobuses, se alcanzará llegar al poder.

En Venezuela la política de paz del gobierno recibe de la oposición una brutal respuesta: guarimba, cuya motivación, es mantener la violencia. Obvio la guerra, el golpe o la animación para sostenar la invasión militar. En Colombia, en el mismo sentido, se quiere demostrar que no habrá paz sino a través de la violencia de las Autodefensas y los militares halcones.

La campaña electoral de Colombia, se diluyó y esta segunda vuelta, sigue igual; continúan las amenazas, ímpetu verbal entre Uribe – capo de la violencia y el terror del vecino país- y Santos, tratando, y logrando, superar en insultos a su opositor. Aquí el gobierno hace llamado de paz por la vía del dialogo. Insospechadamente, se dispara, sin previo aviso, se lanza una andanada desde la Mesa, que increpa, : “o me dan lo que yo pido – sin dar nada a cambio – o me paró …. y me voy”.

En la campaña electoral de allá, ninguno, gobierno ni oposición uribera llegaron a exponer ninguna opción programática. Se les fue el tiempo infamándose uno al otro. Igual pasa aquí, la oposición que no tiene programa político y su única y anunciada y televisada Salida: es el golpe … si no me entregan a Simonovis.

Es indiscutible que Uribe es ser delirante y mentiroso. Los de aquí no se le quedan atrás y además cuentan, como baluarte y fantasma para amedrentar: el Departamento de Estado. Quien, les aseguró para sus andanzas, en este año, la suma de quince millones de dólares. Igual papel de control y disuasión ejercen en Colombia con la sencilla, como implacable formula, de sus siete bases militares.

La oposición venezolana se burla una y otra vez de las reglas del juego democrático. Se sienta a la Mesa y a la vez, de soslayo, da apoyo y financiamiento al vandalismo callejero. Y, para la bajar la marca del tono salvaje de sus socios de la guarimba, los dulcifica y llama: “jóvenes”, o, “estudiantes en acciones y marchas y protestas pacíficas”. Allá hacen chacota de los acto electoral y democrático, mientras con nocturnidad, se sabotean sus cuentas y falsean con supuestos actos de ilusorios llamados a la honestidad política. En paralelo el siniestro ventrílocuo Uribe niega su participación en los chanchullos que Zuluaga, su candidato, ejecuta contra la Paz.

Son dos formas de promover un mismo un golpe de Estado, aquí y allá. Todo es signo inequívoco de la forma como el espíritu colombianista de guerra se instala en la practicas políticas de nuestro país.

Pero sin duda que al final de esta cadena de eventos se asoma una posible invasión militar desde Colombia. Menos mal que sabidos es: a la revolución la salvó el pueblo por su prodigiosa intuición. Mas el carisma, coraje, astucia de Hugo Chávez que en ellos quedó instalado. Cuidado que el lobo puede venir, de aquí o desde allá.







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Tulio Monsalve


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