La guerra psicológica es destructiva; por más inocua que se presente su objetivo es “minar la voluntad de resistencia del enemigo, desmoralizar sus fuerzas”.
La CIA en Venezuela dio instrucciones precisas: “hay que enamorar al chavismo” y para enamorar a la base social de apoyo de la revolución hay que “hacer chillar la economía venezolana”, quebrarle el espinazo al Gobierno Bolivariano y mantener motivada la moral opositora.
El ataque es despiadado, sus municiones son: la mentira, medias verdades y manipulación, sus armas más poderosas son los medios (televisión, radio, prensa e Internet).
La guerra psicológica es una acción envolvente, abrasiva, que corroe y desgarra mente y sentimiento, que alimenta la desesperanza y la frustración.
La guerra psicológica promueve, fomenta el desorden social porque ello afecta al pensamiento del que se apodera la sensación de caos, que se traduce y manifiesta en la expresión: ¡No hay Gobierno!
Hoy Venezuela es víctima de otro ataque combinado -oligarquía, medios, corporaciones farmacéuticas y un sector del gremio médico-contra el sistema de salud.
A esta guerra psicológica ahora se le incorpora como campo de batalla el Metro de Caracas; donde decenas de supuestos enfermos invaden los vagones y se lanzan acabados discursos -operaciones psicológicas- alimentando la matriz del caos en la salud y falta de gobierno.
La atmósfera del Metro hoy es ideal para la guerra u operaciones psicológicas: 1) la poca luz en algunas estaciones claves, 2) la sobre población de algunas líneas y transferencias 3) la grosera y abusiva publicidad y 4) ausencia de campaña institucional.
Nota: artículo publicado en diario correo del Orinoco CO-1801 del 18 de septiembre de 2014 con el título original de: ¿El Metro infiltrado?
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