Días previos, el adecoburgués Ramos Allup decía en el programa de Oppenhaimer, que había que contar los votos en la región para activar mecanismos desde la OEA contra el gobierno revolucionario del presidente Nicolás Maduro. Según este personajillo circunstancial, la gran mayoría de países iban a apoyar a la derecha apátrida nacional, para aligerar la salida del pueblo de Miraflores y asirse de la silla que tanto anhela para sus oscuros propósitos, sus oscuros planes mercantiles con los consorcios internacionales del capitalismo saqueador, hambreador y asesino.
Sus pretensiones se fueron desvaneciendo con cada palabra de la canciller Delcy Rodríguez, quien estoicamente habló con mesura, con templanza, con la fuerza de ser una hija de Bolívar, una hija de Chávez; quien no escatimó esfuerzo en hacer un oportuno recuento de que ha sido la oposición venezolana en estos últimos 18 años, desde que el comandante Chávez y el pueblo llegaron a Miraflores; un paneo a lo largo de los hitos que ha marcado a esta oposición como orate, irracional, inconstitucional, antidemocrática y asesina: Golpe 2002, paro petrolero, bombas en embajadas, constante manipulación en los medios, paramilitarismo, zozobra, guarimba, fascismo, incendio de preescolares con niños adentro y guerra económica, sólo por hacer una muy ligera síntesis.
A cada frase, a medida que hilvanaba el discurso, con el aplomo y donaire que la caracterizó, Delcy pasó coleto con el servil de Luis Almagro, secretario de la OEA, desenmascaró y denunció a Barack Obama de su complicidad con los grupos oligárquicos golpistas y sus injerencias en nuestro suelo. Delcy Rodríguez fue ejemplo de las mujeres luchadoras, dignas, que nunca, jamás, desviarían el camino hacia la construcción del socialismo, la soberanía, la dignidad social y la justicia y emancipación plena.
Fue allí cuando Ramos Allup se chorreó, se vino en orines, le llegó el soponcio, al ver que sus ansias de una intervención extranjera se evaporaban. Vino la votación y de los 32 países, 29 rechazaron que la OEA utilizara mecanismos injerencistas, que los venezolanos teníamos el derecho y soberanía para solventar la situación y que apoyaban la autodeterminación del pueblo venezolano y su gobierno bolivariano y chavista. Sólo tres países: Estados Unidos, Canadá y el actual vergonzoso gobierno de Argentina. Este último, un gobierno decadente, oprobioso, donde su presidente Mauricio Macri y sus empresas corruptas se han visto envueltos en los Papeles de Panamá, inmiscuidos en grandes defalcos financieros, robos, lavado de dinero y negocios oscuros con brazos del imperio capitalista. Por cierto, ya en Argentina son grandes las movilizaciones y protestas en las calles, por el tsunami de despidos laborales, más de 140 mil empleados en cinco meses de gestión proterva de Macri.
De lo que se da se recibe y Venezuela, un país bondadoso, humilde y solidario, recibió los gestos de hermandad de 29 países del hemisferio. Un abrazo fraterno y copartícipe de la inmensa mayoría de países que le gritamos al mundo que se quiere vivir en paz, en un mundo mejor, de inclusión, son hegemonías ni imperios belicistas y asesinos. Un grito que le dice a las embajadas de Estados Unidos en nuestros países que cesen sus esfuerzos dominantes, sus intereses saqueadores y sus intimidaciones permanentes en consonancia con los medios privados que ellos manipulan a sus antojos. Es una voz solidaria que demanda respeto y los libres deseos de la autodeterminación de los pueblos y las relaciones mutuas de ayuda, reverencia, apoyo y compromiso social.