"Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separaba del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad concreta." [Simone de Beauvoir (1908 - 1986)]
"Todo me lo da mi marido", dijo, como si fuese un orgullo, la esposa de Ramos Allup en un programa embrutecedor que pocos tienen el mal gusto de ver (1). Esta frase de la doñita D’Agostino no sólo encierra un represado resentimiento hacia las mujeres trabajadoras, sino que revela cómo un sistema esclaviza a la mujer sin importar su estatus social.
No obstante, se debe comenzar observando el comportamiento de esta persona para entender mejor este análisis de carácter político y social. La señora D’Agostino a través de un impresentable programa de televisión, intentó canalizar su resentimiento, autoengañándose al creer atacar a las mujeres que simpatizan con el chavismo, cuando en realidad atacó a todas las mujeres trabajadoras.
En su desahogo contra la auténtica mujer venezolana, la doñita no midió el hecho de que para cualquier evento electoral (que incluye un posible revocatorio al Ejecutivo), la oposición necesita de las mujeres que ella calificó como "sucias". Ingenuamente, pareciera no caer en cuenta, que no basta sólo los votos de las damas que asisten a exclusivos estilistas. Por ello, sin ‘querer queriendo’ acabó perjudicando políticamente al que ella considera su proveedor de maquillajes, vestidos y otras cosas materiales.
En este orden de ideas, la doñita y muchos de los seguidores de la oposición, no se han fijado que ella no embistió contra las mujeres de una parcialidad política, sino en realidad se revela a simple vista, que su subconsciente se expresaba atacando a todas las mujeres humildes y trabajadoras sin importar si son chavistas o de oposición.
La señora D’Agostino dio una vez más, la demostración de lo acomplejada que está la burguesía ante la presencia política, moral y poderosa de la verdadera mujer venezolana, que es trabajadora y que sería un bochorno autodenominarse mantenida y ‘jarrón chino’ como lastimeramente la señora D’Agostino hizo en forma no tan tácita.
También con sus palabras descubre, a alguna organización no gubernamental disfrazada de feminista, que hasta ahora no se ha pronunciado en contra de las infelices declaraciones de la esposa del presidente de la Asamblea Nacional. También a las mujeres que militan en alguno de los partidos de la MUD, aunque lo dicho por la doña refuerce la cultura machista de que los hombres son los que proveen, salen a trabajar y cambian al mundo, mientras las mujeres solo deben complacer a sus maridos, esperándolos bien arregladitas para obtener lo que la buena voluntad del hombre le otorgue, sí es que caen con suerte.
En este sentido, la señora D’Agostino por defecto se convirtió en la vocera informal de los sentimientos de la burguesía, tratando de ofender a una clase social, cuando en realidad revela que está atrapada en un sistema que no le conviene la libertad de las mujeres a través de su trabajo como lo es el sistema capitalista.
Sus palabras intentan ocultar el hecho de que las mujeres denominadas por la doña como "desarregladas y sucias", han adquirido su verdadera importancia dentro de la sociedad, dominando todos los escenarios. Es por ello, que la rabia no es meramente contra las millones de mujeres chavistas, sino contra todas las mujeres trabajadoras e insumisas a las élites, sobre todo a las oligarquías inútiles que tiene Venezuela.
Es necesario destacar, que en presente siglo venezolano, el impulsador político y social que contribuyó al reforzamiento de la lucha de las mujeres de a pie fue Hugo Chávez Frías. Ese reforzamiento desde el punto de vista político, social, y cultural, ha adelantado el largo camino para la emancipación de la mujer. Mientras que personas como D’Agostino, sin darse cuenta promueve su propia esclavitud a través de su resentimiento social burgués, Por ello la señora D’Agostino junto con algunas otras, en realidad son víctimas de los valores del sistema capitalista que las menguan.
Este es uno de los motivos por el cual la señora D’Agostino no pudo disimular su resentimiento hacia las mujeres realmente libres, por lo que en la primera oportunidad que se le presentó, desde una pobre tribuna comunicacional, exudó de forma bastante torpe, la frustración de una oligarquía que nunca ha contribuido en el desarrollo del país, sino en entregar la Patria a cambio de monedas, que ni de plata son.
No obstante, esas desafortunadas palabras de la esposa del presidente de la Asamblea Nacional son irrelevantes, pues la liberación de la mujer está basada en la conciencia, donde ya no se les puede confinar a una cocina, ni mucho menos se le puede hacer esclavas a través de estereotipos banales. Ellas tienen la fuerza para derribar barreras de miedo y de odio, que tratan de imponerles a través de uno de los instrumentos manipuladores como lo son los medios de comunicación privados y lamentablemente algunos públicos.
La gran fortuna, es ver cómo la auténtica mujer venezolana, fiel a la historia del país, todos los días se alza como la inspiración para todas las mujeres latinoamericanas y del mundo. Estas mujeres a las que la doña intentó ofender porque trabajan, tienen un valor incalculablemente mayor a aquellas que se refugian en maquillajes antiarrugas y esperando a la manutención de su marido. A la auténtica mujer venezolana no se le puede manipular mediante un estereotipo machista y comercial de dominación que groseramente le exige ser sumisa.
Es bien sabido, que la mujer ha luchado durante siglos contra los diferentes modelos de dominación, que han querido confinarlas a espacios muy reducidos en la sociedad. Por tanto, los sistemas dominadores le han impuesto trabas para que estudie, vote, y sobre todo trabas para que trabaje, pues a través del trabajo puede y está transformando a un mundo, que hasta ahora es injusto y favorecedor a grupos reducidos de personas.
La mujer que lucha a diario, se hace respetar y transmite grandes valores a través de su trabajo, incluso liberando a las que están atrapadas en una prisión de estereotipos como es el caso de la señora D’Agostino que en realidad, como muchas, es víctima de un sistema, que en su superestructura, necesita tener a la mujer dominada, pues en la naturaleza de la mujer desprende el verdadero concepto de justicia y para nada favorece a los intereses burgueses.
Por tanto, señoras como D’Agostino, en vez de destilar su amargura burguesa, deberían emprender su liberación, comenzando a ser autosuficientes y tener lo que quieran a través de su esfuerzo, para no caer en la calamidad moral de decir ante el mundo que todo se los da su marido.
¡Hasta la Victoria Siempre!
Referencias
(1) https://www.youtube.com/watch?v=ly6FSNKzjRQ
Publicado originalmente en Polisbeto.blogspot.com