La parábola de la rana hervida y el proceso revolucionario

Si ponemos a una rana en una olla con agua hirviendo, inmediatamente intenta salir, detecta el peligro y salta rápidamente. Si ponemos a la rana en el agua a la temperatura ambiente y no la asustamos, se queda tranquila. Si vamos calentando el agua poco a poco la rana no hace nada. Cuando la temperatura se eleva de 21 a 26 grados la rana parece pasarla bien. A medida que la temperatura aumenta la rana está cada vez más aturdida, y, aunque nada se lo impide, la rana se queda allí y hierve. Ya no está en condiciones de salir de la olla. ¿Por qué la rana no salió de la olla hirviendo? Porque la rana está preparada para detectar en el medio ambiente amenazas con cambios repentinos, no para detectar cambios lentos y graduales.

Cuando observamos la situación sociopolítica actual de nuestro país, nos podemos dar cuenta que muchas situaciones van aconteciendo de tal manera que nos va pasar como la rana y quedaremos "sancochados" sin percatarnos.

Poco a poco nos vamos cocinando en las largas y diarias colas llenas de vejámenes, humillaciones, con muchas horas parados, bajo el sol o lluvia, solo para comprar uno o dos artículos. Ya es normal y aceptable que los comerciantes saquen los productos cuando les da la gana, que solo abran dos o tres cajas y que ralenticen el proceso de cobro porque el sistema no funciona a la velocidad requerida. Hasta chistes y risas nos provoca el que el "portugués" amenace con no vender más o simplemente decidió cerrar, o que en vez de despachar temprano decidan vender después de las diez, once o dos de la tarde.

Nadie ve tampoco como algo inaudito que muchas agencias bancarias, a pesar de disponer de varios cajeros solo atiendan al público a través de uno o dos cajeros. Ya es rutinario que de tres, cuatro o más cajeros automáticos en la distintas agencias solo funcionen uno o dos y aunque las personas requieren por lo general más de 5 mil bs.f., si vas de otro banco solo te darán 600 o 1800 bs.f. Es un normal que una sola transacción se convierta en más de tres operaciones.

Igualmente nos hemos "aclimatados" a que un grupo reducido de personas decidan trancar una autopista o avenida principal, rociarla de gasoil, prender unos cauchos y colocar unas guayas de púas porque quieren hacer una "protesta pacífica", pataleando con piedras, con armas de fuego, con capuchas, gritando que ellos quieren que Maduro se vayan. Nadie ve como algo anormal que aúllen por los medios nacionales e internacionales que este gobierno &$#% no les permite la libertad de opinión, ni de protestar. Ya es normalmente rutinario que las marchas inicien con un grupo de señoras y terminen con un grupo de bebes de pecho quemando árboles, carros, autobuses, locales comerciales, universidades, centros de atención médica, organismos de justicia, centros de atención pública, etc., etc., etc.

Otro hecho de lenta cocción es el de los aumentos salariales y aumentos de los artículos de primera necesidad. Es ya costumbre esperada que cada vez que el gobierno nacional decreta un aumento salarial los empresarios depredadores incrementan en más de 500% el precio de los artículos, bajo el cuento de que no pueden pagar los salarios. Si retomamos la misma premisa capitalista de lo que es el salario mínimo se dice que deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades básicas de una de familia en el orden material, social y cultural, y que a su vez se pueda proveer con este la educación básica a los hijos. El salario mínimo debe garantizar al trabajador el acceso a la vivienda, los artículos en la canasta básica de alimentos, así como la compra de vestuario, transporte y útiles escolares para sus hijos. Sin embargo, los empresarios jamás han cumplido, ni considerado, ni tomado en cuenta esto, al contrario, ha sido bandera para aumentar despiadamente sus productos alegando que no tienen "ganancias suficientes" para cubrir sus "gastos". En contraposición mucha gente manipulada ideológicamente se alinean con estos depredadores y dicen que no es necesario ningún aumento salarial. Lo normal es un aumento semanal de los productos, lo chocante, lo insólito, es que el gobierno decrete un aumento del salario.

Desde la oposición se toma como una de sus banderas de ataque político que hay una dictadura que confisca los derechos humanos pero ya es algo habitual que si no están de acuerdo con una ley, decreto o norma legal procedan a romperla en cadena nacional bajo el lema de falta de libertad. El gobierno vil y autoritario los reprime manteniendo silencio ante estos hechos. Hace unos años Julio Borges conducía un programa televisivo que hacía llamar Justicia para Todos, si más no recuerdo; en este programa Borges se tornaba inclemente, inflexible, severo, estricto contra los participantes que osaran contradecir sus decisiones "legales". No permitía ningún tipo de afrenta a su poderosísima autoridad, solía decir: usted puede no estar de acuerdo pero no permitiré ningún tipo de desacato, o cumple o cumple. Ahora su bandera es el irrespeto y el desacato a las instituciones. Pareciera no darse cuenta que el ejemplo actual que da envía un mensaje al pueblo de no obedecer ni acatar las leyes. Sera que no sabe que los cuervos que cría hoy serán normales en el mañana y que se devolverán a sacarle los ojos.

Decía Orwell en su libro 1984: la guerra es la paz. La oposición quiere meter a todo el mundo en esta olla y poco a poco va normalizando, cotidianizando estos preceptos. Guarimbas, saqueos, incendios, actos vandálicos y terroristas son marchas pacíficas. El gritarle, golpear o linchar a cualquiera que diga que es chavista o que tenga alguna vestimenta alusiva al chavismo en una de las zonas de la "jay" es tomado como natural por los opositores. "Como se le ocurre pasar por aquí, como se le ocurre ser chavista, por eso tiene bien merecido el que lo hallan magullado"

Al estilo orwelliano los apátridas quieren acostumbrarnos a que lo insólito sea lo cotidiano.

"Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no era el que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel sino, al contrario, que era absolutamente imposible evitar la participación porque era uno arrastrado irremisiblemente. A los treinta segundos no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, parecían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica convirtiéndole a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante"

(George Orwell, 1984, http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2011/1984.pdf)



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Ysrael Salinas


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