Cada vez que el proceso bolivariano que encabeza el Presidente Chávez propone al País una nueva propuesta para su profundización, de inmediato salen aquellos muertos que se han negado reiteradamente a enterrar a sus muertos; y no sólo es que no los sepultan sino que los siguen invocando, como si el Pueblo no hubiese avanzado una línea en sus convicciones de Socialización.
Da pena ajena escuchar a tanto politiquerillo pirata, deambulante entre Miami y Caracas, y con el pecho lleno de publicidad de las franquicias de Acción Democrática y Copey; decir las mismas pistoladas sobre la realidad venezolana actual, pistoladas que no han logrado llamar la atención de cuatro brolleros parados en la esquina de cualquier iglesia católica de un pueblito de Provincia. ¡Qué pena!
Lo importante de todo esto, es que esta actuación de los Muertos insepultos, nos aclara una verdad que casi nadie ha querido decir, tal vez por respeto a la muerte que no tiene la culpa de la clase de sus muertos. Esa verdad es dramática: La gran mayoría de los jefes de Ad y Copey eran y siguen siendo unos piratas de la política. Gentuza improvisada muchos de ellos tienen chimbeado hasta sus títulos de Pre Kinder, o por lo menos tienen mucho de chimbo en lo que dicen haber escrito, en los discursos, o en lo que dicen poseer.
Esto nos aclara el por qué esta oposición es tan balurda. Es que ni siquiera merece ser llamada oposición. José Sant Roz hablaba de las piraterías de un muerto célebre como el Doctor Caldera; pero es que esas piraterías son las mismas de Carlos Andrés, que ni siquiera terminó el bachillerato y nos hizo creer que estuvo a punto de graduarse de abogado, y sino lo hizo fue porque estaba entregado a su proyecto original de “manos a la obra”. Juan Lizcano, un muerto sepultado, le hacía los discursos a CAP, y el muy vergajo se pavoneaba de haberlos escrito él, de haberle impreso su sello personal, es decir, su Piratómetro. De esas chimberías están impregnados todos esos muertos que no quieren entrar en sus cenotafios.
Es más, ahora que hablamos de reforma constitucional, deberíamos incluir en ella, un artículo que le de potestad al Poder Popular para revisar todos los títulos universitarios que otorgó las instituciones públicas y privadas de la cuarta república. Allí se conseguirían sorpresas, tan, pero tan monumentales, que hasta el mismo Diablo se cagaría de guapo.
Hay Muertos realmente risibles en esta caricatura de Oposición, como el abuelo de los Moster, y aquel que Caldera metió preso por haber escrito un librillo sobre el poder judicial, no recuerdo su nombre por más que forzo la mente. Los hay rematadamente ridículos como Oswaldo Álvarez Paz, y hasta hay escatológicos con cara de homosexual asesino como Cabeza e Motor. De todo hay en esta fauna. Todos son paridos por el embustero, la hiena asesina de Betancourt, del cual dijo Neruda: “estudió mucho para ser Presidente, para ser hombre nunca tuvo tiempo”.
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