"Nadie es más fastidioso que aquel que repite siempre el mismo chiste"
Dicho popular
La siempre errática oposición (o lo que queda de ella) se aferra como sanguijuela a la esperanza de una ilusoria caída de popularidad de Chávez, porque, como hemos dicho, su afán predilecto es la predicción del pasado.
Estima, porque así les sucedió a ellos invariablemente, que el inmenso afecto del pueblo hacia su Presidente es una cosa banal y pasajera, sujeta a los vaivenes del rechazo que por tradición ese mismo pueblo les ha profesado a lo largo del tiempo gracias a su proverbial incompetencia, su desprecio por la gente y su lascivia por el dinero público.
Considera inexorable la pérdida de popularidad porque nunca supo lo que es gobernar satisfaciendo las necesidades del pueblo, como lo hace Chávez, y porque no cree en procesos políticos, sino en absurdos torneos de tipo boxístico en el que la gloria suprema sería que el contendor que siempre pierde llegase algún día al podio de los triunfadores, como si esa hipotética circunstancia de ganar después de haber sido derrotado brutal y permanentemente tuviese algún valor.
Se aferra a la noción de torneo, porque supone que, a falta de verdaderas posibilidades, así como en el boxeo, surgirá de la nada el golpe de suerte que acabe con su imbatible contendor.
Por eso hoy, cuando Chávez goza de la mayor popularidad que mandatario alguno haya logrado jamás luego de ocho años de ejercicio, no puede ser sino insensato y hasta ridículo que la oposición asuma el importante momento que sería para ella la oportunidad de debatir seriamente una reforma constitucional que permita perfeccionar la democracia y avanzar en la construcción del sistema de justicia e igualdad al que aspira el país, como una competencia más para intentar de nuevo derrotar electoralmente al Presidente, porque sí y a como de lugar.
Olvida que primero tendría que producirse el prodigio de su recuperación, en alguna forma, del drama que es su lastimosa y ya ancestral condición minoritaria.
Y eso no ha sucedido, porque no va a ser precisamente con un casual golpe de suerte que se revierta lo que ya el pueblo ha asumido como su legítimo y definitivo proyecto de país.