Quién iba a pensar que la palabra “debate” se convertiría en un antídoto neutralizador de la oposición. Es más, creo que no exagero si expreso que para los detractores del proceso revolucionario venezolano que lidera el presidente Hugo Rafael Chávez Frías, es algo así como una carga de uranio empobrecido.
Y es que observando los embates de la política actual, desde que se le venció la concesión a Radio Caracas, la revolución ha utilizado el debate como un arma letal para enfrentar y combatir a los defensores del neoliberalismo salvaje.
Sí, mis amigos lectores, recordemos los hechos que nos llevan a esta conclusión. Antes del vencimiento de la concesión de esta televisora, la oposición comenzó una serie de protestas con el vacuo argumento de que se les coartaba la libertad de expresión.
Nunca pudimos entender como en nombre de esa libertad cometieran tantos atropellos y destrozos como los ejecutados aquí en Maracaibo. Aún recuerdo como llegaron a las inmediaciones de la Plaza de Toros y destruyeron el módulo policial, ubicado en una esquina conocida por su alta incidencia de robo de carros. Los choferes se detienen en el semáforo y son despojados de sus autos a punta de cañón.
Pero bueno, al grano. Fueron días de intensas manifestaciones en la que no se cansaron de ofender a Chávez y a su familia, para denunciar la dictadura del Gobierno revolucionario... ¿Cómo lo ven?
Las protestas llegaron a tales niveles que intervino el sector estudiantil y fue entonces cuando se propuso lo que todos ustedes saben, porque supongo que no lo han olvidado: un debate en la Asamblea Nacional.
De todas maneras, como sé que la oposición tiene mala memoria, déjenme recordarles que una vez la presidenta de la AN, Cilia Flores, estableciera las reglas del juego y se llegó el día del debate, los estudiantes leyeron una chuleta y cuando todo el mundo esperaba que especificaran sus puntos de vistas y explicaran al país por qué habían tomado las calles para protestar, la gente quedó boquiabierta al verlos intempestivamente abandonar el hemiciclo de sesiones.
La oposición inmediatamente quiso justificar semejante actitud, pero era defender lo indefendible. Desperdiciaron un "hecho histórico", -tal como lo comentó el diputado Earle Herrera-, que la AN reciba a dirigentes estudiantiles, es una cuestión que nunca ocurrió en los 40 años de la llamada democracia representativa.
A los estudiantes de esa época nunca los recibió el viejo Congreso, por eso resultaba un éxito de la democracia participativa y protagónica que pudieran debatir sus ideas en la AN.
Ahora, con la Reforma Constitucional, la historia vuelve a repetirse. Los parlamentarios llaman al debate y la oposición se esconde y comienza a criticar el artículo de la reelección continúa a la Presidencia de la República. Son 30, pero a ellos sólo los martiriza ese, que es precisamente el que aprobamos los revolucionarios, o mejor, la mayoría de los venezolanos.
Le temen a Chávez en el poder, porque eso significa que los consejos comunales, obreros y trabajadores se apropien de medios de producción para satisfacer sus necesidades.
Por eso inventan cualquier artimaña para engañar a la población. Pretenden meterle miedo a la gente con el argumento de que lo despojarán de sus bienes. Tremenda mentira. En el supuesto negado de que eso fuera verdad, ¿qué pueden quitarles a los pobres, si la IV República nunca les dio nada?
La verdad es que sólo quieren salir de Chávez, con el fin de regresar al pasado y recuperar sus privilegios. Para eso son capaces de lo peor, incluso, llegan al desparpajo de utilizar los medios de comunicación al servicio del golpismo, a fin de plantear descaradamente que se haga por la vía violenta.
Incitan al pueblo, lo llaman para que salga, más que a protestar, a calentar las calles, para torpedear el referendo de la Reforma Constitucional y banalmente intentar desestabilizar y debilitar el Gobierno revolucionario.
Hacen explicaciones detalladas de la forma cómo se pueden llevar las acciones, para crear caos y anarquía cuando quieran en contra de Chávez… y todavía hablan de tiranía. ¿Qué Tal?
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