La Conferencia Episcopal Venezolana es Moralmente Inaceptable

¡No nos engañarán más!

Usan la inmoralidad de defender al poderoso, siempre en detrimento del pobre, al quien sólo se le pide “resignación”… Esa parece ser el común de la curia purpurada a nivel mundial... Esos quienes viven en el más rimbombante de los lujos, entre sedas y oropeles, y le piden al desheredado un pacato conformismo para lograr, después de la muerte, una supuesta gloria que ellos despilfarran en vida…
 
-JotaDobleVe-



La religión ha sido a lo largo de la historia un poderoso instrumento al servicio de los poderosos. La historia de la Iglesia Católica en particular es la historia del acompañamiento al poder esclavizador de los pobres manipulando desde su autoridad espiritual la naturaleza inocente de los pobres. Falseando el mensaje de Jesús por siglos, han invocado el carácter noble y bueno de los pueblos, presentando el Reino de Dios como un lugar para el "otro mundo" y apaciguando los deseos de justicia, igualdad y cambio de los pueblos. Cuando en determinados momentos de la historia los pueblos se entregan a su propia liberación, la Iglesia acude solícita al auxilio de los poderosos y asume automáticamente una posición deliberante para aplastar la tierna semilla revolucionaria del corazón del pueblo.

Utilizando esa hambre de lo trascendente y la búsqueda de Dios en los pueblos, falsifican la verdad y se colocan del lado de los poderosos a los que sirve. Entre los mecanismos superestructurales al servicio de la conservación de las relaciones de producción, distribución y consumo de la infraestructura esclavizadora -hoy capitalista neoliberal- quizás la más eficaz haya sido precisamente la religiosidad, también la más artera y cruel.

La Conferencia Episcopal de Venezuela; esa misma Conferencia Episcopal que dedicó páginas de horror en su diario La Religión cuando apareció en el horizonte la figura del Comandante Chávez, allá por 1998; esa misma que luego adversó a muerte a la Asamblea Constituyente y la Constitución Bolivariana, debemos recordar las procesiones encabezadas por el Cardenal Velasco con enormes pancartas que decían "No a la muerte", esa misma que luego fue pieza clave en los acontecimientos que llevaron al golpe de estado de abril de 2002 manipulando la religiosidad de los militares, impulsándolos al levantamiento, tocando sus fibras espirituales más vulnerables y luego bendijeron el golpe de estado y el genocidio con la rúbrica del Cardenal Velasco sobre la infame acta de Carmona; esa misma que propició y bendijo el criminal paro-sabotaje petrolero, recordemos las misas al aire libre bendiciendo a los "valientes capitanes mercantes" que mantenían bloqueados los puertos de la nación en acto de terrorismo criminal; esa misma que luego llamó a votar NO en el referendo revocatorio -que el pueblo venezolano convirtió en aprobatorio- utilizando para ello las mentiras más espantosas; esa misma que no ha dejado de utilizar -terca e incansablemente- todos sus recursos espirituales para sacar a como de lugar al Comandante Chávez del poder y extirpar la semilla de libertad que tierna y decididamente cuida nuestro bendito pueblo; esa misma Conferencia Episcopal vuelve a la carga, ¡faltaría más!: "La Reforma Constitucional es moralmente inaceptable", dicen estos bandidos del espíritu, estos ladrones de sueños, estos falseadores del amor. ¡Moralmente inaceptable es la misión diabólica que ustedes cumplen monseñores!, lo es, porque ustedes traicionan de raíz el mensaje del fundador de la Iglesia.

Pero este pueblo, con fe en el corazón, con fe en sus ideas y con conciencia los volverá a derrotar. Estamos a pocos días de tomar una decisión trascendental. Una decisión que posee la profundidad de las cosas más sencillas. Optar por la revolución de los pobres, excluidos e ignorados o alinearse con los enemigos del pueblo y de Jesús. Darle un contundente SÍ a la vida y al reino de Dios en la tierra o permitir la restitución de la infamia con el NO. Aquellos que nos llamamos, -y pretendemos serlo- cristianos, revolucionarios y socialistas en tránsito hacia el Reino comunal de Dios aquí en la tierra no podemos dudar. La adhesión a Cristo no se expresa mediante la celebración de actos cultuales. Estos son una parte, apenas formal, destinada a conformar y ofrecer ciertos elementos propios de la práctica religiosa. La adhesión a Cristo se verifica en su seguimiento incondicional. Toma cuerpo en el acto de seguir los caminos que Jesús transitó, hacer las elecciones que Jesús hizo y, en fin, reproducir sus mismos actos.

En el sentido más amplio puede afirmarse que, en términos de comprobación, el cristiano debe ser amigo de quienes fueron amigos de Jesús, andar con quienes Él anduvo y enfrentarse a quienes le condujeron a la muerte, y una muerte de cruz. Cualquier otra cosa, cualquier otra elección es un acto falaz y fraudulento de la esencia cristiana, esto, indiferentemente de que una parte gruesa de la jerarquía eclesiástica (en el caso de los católicos) esté alineada, como lo ha estado por siglos, con la mentira y la muerte encarnada en los ricos explotadores y en el imperio avasallador.

Jesús fue de hecho un revolucionario y un inconformista con respecto a la situación religiosa y la actitud de los sacerdotes y pontífices de su tiempo como hemos de serlo hoy nosotros. Jesús luchó contra cualquier tipo de fuerza social que deshumanizara y explotara al hombre y le causara la muerte. En este sentido la lucha de Jesús fue para que el hombre viviera en justicia, en igualdad y en dignidad material y espiritual. En esa lucha Jesús fue descubriendo que las fuerzas de la muerte se justificaban a sí mismas desde posiciones religiosas, igual que lo hacen hoy. Por ello buena parte de su actividad se dirigió a desenmascarar a los sacerdotes y pontífices como debemos hacerlo nosotros hoy. Esa actividad controversial de Jesús le ocasionó numerosos ataques y persecuciones y, en último término, la muerte. Los agentes de la opresión contra quienes luchó le dieron muerte, del mismo modo que hoy intentan dar muerte al mensaje socialista y revolucionario encarnado en este proceso de cambios.

Compatriotas cristianos de verdad: Jesús anuncia el Reino de Dios a los pobres, anuncia la vida a aquellos que menos la tienen. Anunciar que Dios es Dios de vida tiene que pasar por una verificación histórica, que no es otra cosa que dar vida a los secularmente privados de ella, las mayorías pobres y oprimidas. ¿Quienes son los pobres y oprimidos?, esto se deduce del significado de pobres en Isaías 61, 1-2ª y 58,6. Pobres son todos aquellos que gimen doblegados bajo cualquier tipo de yugo o explotación y por ello la misión de Jesús, -por tanto tú misión y la mía- es la de luchar por una liberación total que incluya -muy específicamente- la liberación de la miseria material.

La visión de Dios que tiene Jesús lo forzó a predicar y actuar a favor de la vida y de su plenitud y para que esta prédica fuera realista, Jesús, como los profetas, como ese redentor nuestro del Siglo XIX, Simón Bolívar, como Karl Marx, como el Che y como tantos otros, se solidarizó en cuerpo y alma con aquellos y aquellas cuyas vidas eran más atropelladas, explotadas e incluso negadas. Jesús constató que la ausencia de vida y su aniquilación no era inocente, era fruto del pecado del egoísmo, de la explotación y el robo, de allí sus reproches y anatemas. Jesús es radical en su condena: “Ay, de vosotros los ricos” (Lc. 6, 24). Afirma una condena absoluta a la riqueza, en primer lugar por las consecuencias para el propio sujeto rico (“Ya habéis recibido vuestro consuelo”) (Lc 6, 20), en segundo lugar porque la riqueza se amaza sobre el despojo y la explotación de los pobres. Pero, sobre todo, condena la raíz intrínseca de la malicia de la riqueza, que es relacional: La riqueza es injusta y criminal. El Papa León XIII, en su Encíclica Rerum Novarum, a comienzos del siglo XX, decía: “La riqueza es injusta, no sólo porque quien la posee la ha adquirido con malas artes, sino también, de un modo más general, porque en el origen de casi todas las riquezas hay alguna forma de robo”. No era precisamente el Papa León XIII un marxista, por supuesto que no, apenas rozó algunas de las verdades del Evangelio. ¡Cuánta hipocresía habrá en estos obispos de la Conferencia Episcopal cuando en pleno siglo XXI siguen crucificando a Jesús, porque a Jesús se crucifica cuando se crucifica al pueblo.

Un cristiano pues, no puede hacer otra opción que la misma que hizo Jesús. La opción por la vida, la igualdad, la justicia y la equidad. Un cristiano no tiene más opción que el . Jesús así lo enseña. Jesús estará con nosotros y votaría , nosotros debemos, tenemos y haremos exactamente lo mismo.

Por, Martín Guédez
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Martín Guédez


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