Si algo honra a un ser humano es legarle a sus hijos ejemplo de dignidad
y principios. Que tristeza debe acarrear en su alma el hijo del
inconsistente, del desleal, del que traiciona sus ideas por dinero, del
que reniega de su historia para congraciarse con los poderosos.
A Dios gracias, Judas no tuvo descendientes, pues los habría marcado
injustamente con su traición; no sólo al Maestro, sino a sí mismo, a lo
que había sido su accionar, a su propia historia.
En los últimos meses, como si algo nos dijera que un nuevo Judas estaba
agazapado en la oscuridad, esperando el momento oportuno para consumar su
traición, hemos escrito con tristeza sobre personajes como Teodoro y
Pompeyo Márquez.
Dijimos que cada uno de ellos era ejemplo viviente de lo que es la
indignidad y de lo que significa el tener que escupir sobre su propio
pasado para beneplácito de quienes como titiriteros le manejan el alma a
cambio de unos cuente billetes.
Mas no son los únicos, ni serán los últimos. Baduel, el general de tres
soles, el mismo que juró en el Samán de Güere, pasó a la fila de los
indignos.
No indigno por pensar diferente, sino indigno porque nunca creyó en lo
que dijo creer, porque nunca fue amigo de quien dijo ser, porque no
defendió lo que dijo amar.
Poco importa el precio que le haya puesto a su historia; poco importa el
monto por el que adquirieron el placer de sentirse digo y respetado por
el pueblo.
Ningún sentido tiene que busquemos argumentos que expliquen por qué el
Baduel de hoy, es la antítesis del que conocimos; ni tiene sentido que
nos preguntemos por qué su pensamiento pareciera ahora calcado de la más
rancia derecha venezolana.
Poco importa que ahora entendamos porque era el único Ministro al que no
atacaban los dueños de medios o por qué consiguió argumentos para no
alzarse el 4 de febrero o el 27 de noviembre de 1992… Simplemente hay que
entender que así son los traidores.
Nada hay que buscar en el pensamiento de Judas, más allá de la deslealtad
y la cobardía.
La canalla necesitaba devolvernos el golpe que le asestamos el pasado
domingo, con esa gigantesca concentración en la avenida Bolívar.
Necesitaban levantar el ánimo en sus filas y contrarrestar la euforia
revolucionaria. Pensaron que la mejor forma de hacerlo era lanzándonos
los restos morales de quien una vez contó con nuestro respeto, admiración
y cariño.
Sin embargo, como de costumbre se equivocan. A Baduel lo quería y lo
respetaba este pueblo porque era aliado de Chávez, pero una vez consumada
su traición esos sentimientos se transforman en repulsa.
Que la vaya bien, general Isaías Baduel. Gracias, mil veces gracias, por
autodepurar nuestras filas y gracias por darnos la oportunidad de
conocerlo en su justa dimensión.
arellanoa@pdvsa.com