El muchacho rezongón

Una señora, madre de dos niños, encaraba continuamente problemas con uno de ellos que consideraba al otro como el consentido de su mamá. A pesar de que ella se esforzaba en mostrarse equilibrada con ambos, no lograba su objetivo, porque uno señalaba que había mostrado preferencia por el otro. Cansada de la situación aprovechó la navidad para tratar de que quien se sentía relegado cambiara de actitud: Le sirvió la cena aparte; esta contenía más alimentos de lo que dos personas eran capaces de ingerir. El hijo se quedó mirando tanta comida y rompió a llorar; la madre sorprendida, le preguntó la causa del llanto, y el niño le respondió: “Como le habrá dado a mi hermano, cuando me sirvió todo eso a mí”.

El oposicionismo venezolano se parece al muchacho rezongón, porque ninguna de las políticas de Chávez lo satisface. Si el Comandante, en una de esas decisiones inesperadas, a las cuales aún no nos acostumbramos, manifestara que si su presidencia es la causa de “la división del país” –como afirman algunos de sus adversarios– entonces renunciaría a ella para que cesaran los conflictos; entonces se quejarían de que por qué no lo hizo antes; que ya era tiempo de que la entregara, porque ya había renunciado el once de abril del dos mil dos; que si está renunciando es porque ya agotó las reservas internacionales; que Castro lo presionó porque la ayuda venezolana está causando inflación en Cuba; en fin, le sobrarían razones para “rezongar”.

La Ley de Amnistía es el ejemplo más reciente de los motivos para “rezongar” contra Chávez que encuentra el oposicionismo venezolano; aunque en ello exhiben una muy crasa, amplia y convenientemente premeditada ignorancia jurídica sobre el tema. Pronto estarán clamando por la liberación de todos los condenados por delitos comunes durante el gobierno de Chávez, con el alegato de que fue a causa del “odio sembrado por él entre los venezolanos” la causa primordial de sus actuaciones. Especialistas en la conducta humana, de todo el mundo, vendrán a Venezuela a disertar sobre el tema; demostrarán que las intervenciones televisivas de Chávez indujeron un estado hipnótico entre quienes marchaban el once de abril del dos mil dos y, los obligó a dirigirse a Miraflores, para poder causar las muertes, y poder acusar a otros.

En las diferentes disertaciones se demostrará que los militares alzados sólo recibían órdenes de Chávez para hacerle creer al pueblo que pretendían arrebatarle su revolución; de esta manera el Presidente obtendría una salida a la crisis que su gobierno vivía para el momento, y él engrandecía y reafirmaba un liderazgo que había perdido. Con esta argumentación, no habría delito alguno entre los acusados, sino que todo recaería en el “acusador”. Demostrada la culpabilidad del Presidente, sería necesario derogar la Ley de Amnistía, por carecer de sentido y en sustitución sería promulgada una Ley de Reivindicación para todos aquellos que fueron “injustamente acusados”; al tiempo que el Presidente sería sometido a un juicio por delitos de lesa humanidad, ante un Tribunal Internacional, al que acudirían como testigos Bush, Uribe y Aznar; entre otros personajes que le darían veracidad a la acusación. Juan Carlos no sería llamado, porque mandaría a callar a todos.

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Luis E. Rangel M.


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