Henry Ramos fue
mi condiscípulo en la Universidad de Carabobo de donde egresamos con
el grado de abogados hace más de 40 años. Lo conocí cuando militaba
en el MIR y supe de su hazaña cuando saltó la talanquera hacia AD
en donde se refugió hasta el día de hoy. En aquel entonces justifiqué
y “comprendí” su decisión, por cuanto sabía de la gran riqueza
material que le esperaba, legada por su padre, un recordado amigo de
quien guardo muy buenas referencias de su trato hacía mi persona por
hechos que no viene al caso relatar y a los que me refiero siempre con
mucho respeto y consideración.
Por esa relación
de camaradería, de amistad personal y de compañerismo --insumos espirituales
a cuyo uso y disfrute soy muy dado a propiciar--, he venido “comprendiendo”
las actitudes que asume Henry en los asuntos políticos de nuestro país.
Obvio es deducir pues, que lo conozco bien a pesar de no haber tenido
un trato continuo sino esporádico con él.
Pero…, esta
vez Henry ha colmado el vaso, no con una gota, sino con un miserable
triquitraque al cual pretende convertir en una granada reservada al
uso militar. Yo siempre había tenido a Henry como inteligente, pero
esta vez “se pasó de maraca” como se dice en el lenguaje
coloquial venezolano. Ha sido tan burdo el montaje, que nadie, absolutamente
nadie, ni siquiera él mismo se lo ha creído. Normalmente cuando una
granada explota, la onda expansiva que genera produce serios daños
en su entorno, fáciles de detectar e identificar por los expertos.
Por eso se negó rotundamente a una inspección ocular por parte del
CICPC en la sede de Acción Democrática con argumentos tan baladíes
que nos hacen pensar que algo muy malo debe estar aconteciendo en el
cerebro de Henry que lo induce a actuar en la forma tan desmesurada
como lo hizo.
No contento con
el montaje poco efectivo que realizó, se la dedicó a un joven reportero
de VTV a quien amenazó con “advertencias” negándose a responder
preguntas tan elementales como las razones que tenía para negarse a
la actuación de la policía y a manipular supuestas evidencias, como
lo fue una espoleta, cuyo serial se tomó el trabajo de leer.
De todos es conocida la abundancia de material militar de procedencia estadounidense disponible en el “mercado” que sin vergüenza alguna es anunciado hasta en Internet, en donde es posible conseguir cualquier tipo de granada, inerte o no, por sólo unos cuantos dólares.
Ya estamos acostumbrados
a los arranques emocionales poco democráticos de Henry, como aquel
que protagonizó después del referéndum del 15 de agosto de 2004,
cuando denunció un fraude electoral inexistente y del cual prometió
aportar pruebas “contundentes”, las cuales todavía estamos esperando
a casi 5 años de su realización.
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