Lo del "Arco Minero", asunto delicado sobre el cual me parecería como irresponsable de mi parte opinar, o mejor fijar posición sin tener conocimiento apropiado sobre el asunto, sobre todo cuando aquí nadie desde el siglo antepasado cuando se comenzó a comercializar el petróleo ha cuestionado la práctica extractiva que bastantes daños ecológicos ha ocasionado, sin contar aquellos que reconocemos y generalmente comentamos, tengo una percepción que se aviene con la interrogante que encierra el título. Pero este tiene bastante relación con la expresión populismo, que en abundantes sectores ha sido descalificada, tanto lo hizo la izquierda en el pasado como ahora la derecha para criticar o descalificar al gobierno. Aunque también es verdad, que ahora, una izquierda que me parece como muy "utilitaria", trata de rescatar el término "populismo" y atribuirle cierto – dicho así por qué el discurso no es ni parece intentar ser muy convincente – tinte revolucionario. He oído y leído recientemente a teóricos, como de encargo, intentando darle tinte revolucionario y fuerza de cambio al populismo.
El rentismo petrolero ha dado demasiada muestras de estar agotado; por eso nuestra economía y lo que es duro, la vida de los venezolanos, han estado sometidas a subidas y bajadas, siendo estas hasta demasiado crueles, sobre todo esta de ahora, cuando el precio del hidrocarburo se vino de un precio estratosférico de más de cien dólares a veinte, que por razones diversas, estaba casi cerca del costo de producirlo. Esto agravado por un fenómeno que casi nadie toca porque todos los venezolanos, por herencia bolivariana hemos compartido, aquello de sentirnos los adalides de las luchas del continente escarnecido todo, que tiene que ver con el crecimiento explosivo de nuestra población porque hemos sido un polo de atracción y dispuestos a compartir generosamente con nuestros hermanos. El precio del petróleo, en el pasado, estuvo en niveles miserables como el de dos dólares y la participación del Estado en los beneficios eran radicalmente inferiores a los de ahora; pero no hace muchos años éramos unos pocos. Pero esta caída, coincidió con una política "revolucionaria" que intentó primero resolver problemas envueltos en la definición "deuda social acumulada", con una población abultada en buena medida ajena a lo vegetativo, antes que abordar lo estructural que significaba abortar el rentismo y empezar a pagar aquella creando riquezas e incorporando al colectivo a la productividad. Algo como un dando y dando, produciendo y creando.
La caída del precio del combustible, la larga espera del gobierno para que aquellos altos ingresos de divisas, venidos como de una inmensa piñata, volviesen, le obligó, no habiendo hecho nada trascendente para romper con el modelo, a mirar hacia el arco minero, donde una riqueza incalculable, el mismo "Dorado" que afanosamente buscaron los conquistadores, se halla depositada. El gobierno parece ver allí el clavo caliente al cual asirse para salir del atolladero, pues si bien es verdad que los precios del hidrocarburo pudieran despuntar, sin que eso signifique pudieran llegar a los altos niveles anteriores, está escrito que también podrían volver a derrumbarse.
El sistema político venezolano se rige por los preceptos constitucionales. Una constitución que "elaboró y aprobó" el pueblo venezolano y le ha servido de escudo para defender los derechos alcanzados y los intentos agresivos y rapaces de las grande potencias. Pero ellos también obligan, a los integrantes del gobierno, a someterse, en cualquier momento, a la prueba de una contienda electoral que pudiera desalojarlos de Miraflores. Como cambiar el modelo, en primer término, lo que implica más que romper, desarraigar el rentismo y estando el ingreso de divisas en estado deplorable, es una tarea larga y dura, el gobierno dirigió, quizás con angustia, su mirada a la sagrada tierra de los pueblos primigenios que todavía subsisten. ¡Parece aquello la tabla de salvación! Es cierto, por lo menos eso dicen, que el gobierno prendió no sé cuántos motores, pero mientras se ponen en movimiento y producen resultados satisfactorios, como generar divisas suficientes, entre otros fines, hay un paso largo y las elecciones son a corto, muy corto plazo, parece como muy natural y convincente que busque una salida más inmediata por ahora o, como nos gusta decir en mi pueblo, "mientras se endereza la carga".
Por lo anterior, pudiera pensarse que apelar con discreción a lo del "Arco Minero", bajo estricta condiciones y exigencias tecnológicas que hagan el menor daño posible y establecer un plazo prudencial para la operación y producción, pudiera ser pertinente. Porque es fundamental que la "revolución bolivariana", por el bien de Venezuela, su futuro, el de los venezolanos y la aspiración estratégica de la unidad latinoamericana y caribeña, se mantenga. Pero que continúe como una revolución verdadera, que impulse cambios transcendentes al ritmo adecuado y bajo las alianzas que indique la racionalidad, sin estruendos ni tremendismos, pedirle peras al olmo y no continúe con esa conducta decadente que un buen amigo llama de "gobierno bondadoso" y el suscrito de "lleno de buena fe" solamente. Esperemos y exijamos se imponga la cultura del trabajo, del producir, crear y construir un país de verdad rico y potente. Que a los gobernantes los ilumine hasta Confucio, con aquello de "no regales pescado, enseña a pescar".
Lo peor que pudiera suceder, sería la vuelta de la derecha al poder, con su cultura destinada a acumular a como dé lugar, disposición de entregar lo nuestro al capital internacional y en esas circunstancias, si es verdad que no habrá contemplación alguna con el "Arco Minero" y menos con los pueblos primigenios y la humanidad toda.