Me fastidia hablar así de Greenpeace, pero cualquiera, por inteligente y sensible que sea, puede despitarse...
La campaña en forma de mantra para convertir el Ártico en santuario, por parte de Greenpeace es otro más de los muchos objetivos que se ha marcado esta ONG ambientalista. Y naturalmente, no hay bien nacido que no la respete y no esté de acuerdo con todo cuanto intenta salvar de las garras del capitalismo, de la depredación humana y de la insensibilidad unas veces y de la impotencia otras, de los dirigentes.
Pero tal como están las cosas en el planeta, después de un siglo (en cuanto el industrialismo hizo su acto de presencia) proyectando a la atmósfera trillones de partículas contaminantes y billones de aparatos lanzando otras tantas de calor; después de comprobada la deriva del clima, efectivamente relacionada con la pérdida de hielo en el Ártico pero también en el Antártico, y otros efectos concomitantes provocados por el ser humano, ¿no cree Greenpeace que ha llegado la hora de pedir a gritos el salvamento no sólo del Ártico sino del planeta entero?
Fijarse objetivos aislados está muy bien, pero ésta no es una guerra que pueda ganarse (si es que hay alguna posibilidad de ganarla) con guerrillas o con golpes de mano. Ésta, el salvamento de Gaia, es una guerra que no puede ganarse sólo reduciendo el CO2 y tantos otros gases letales en la atmósfera, sólo convirtiendo en santuario el Ártico, sólo evitando la devastación de la Amazonia... Sólo puede ganarse jugándonos todo a una carta, echando el resto, parando los pies a los dirigentes mundiales y por encima de todo a los monstruosos gobernantes de la tierra. Exigiendo al mundo que opte por el decrecimiento y por la drástica limitación de todo cuanto hasta ahora ha derrochado: agua y petróleo principalmente.
No es el Ártico, la Amazonia, el Antártico, los bosques, la biodiversidad lo que está en serio peligro. Estamos en una fase absolutamente decadente de la vida planetaria. En una era de extinción de millones de especies vivientes que afecta a la cadena trófica. Estamos a punto de la catástrofe silenciosa definitiva a escala planetaria. Y por consiguiente, las campañas para salvar el Ártico o las abejas o los corales o la Amazonia o... tal como se presenta el asunto, suena a broma o sarcasmo. Se presenta como la escena de alguien que trata de retener el agua entre las manos.
La operación inaplazable de Greenpeace y de todos aquellos que en el planeta tengan un mínimo protagonismo público, nacional o internacional, pasa por conseguir una sinergia entre todos los poderes económicos para revertir conjuntamente y en lo posible el estado desastroso de la biosfera que es la única casa de la humanidad...