Cambio climático y coronavirus

No puedo dejar de aludir algo que continúa ocurriendo en el preciso momento en que redacto las líneas de este párrafo: la pandemia del coronavirus llamado COVID-19.

No sé en qué terminará esto, pero, avanzando en el relato, me referiré a algunas circunstancias que atañen al tema general que me ocupa. En un artículo de Ignacio Ramonet publicado en Últimas Noticias el 1° de mayo de 2020, titulado "La pandemia y el sistema mundo", el comunicador e investigador español presenta lo que llama una "lucecita de esperanza" (se suele decir que es lo último que se pierde) vinculada al coronavirus: "La única lucecita de esperanza es que, con el planeta en modo pausa, el medio ambiente ha tenido un respiro. El aire es más transparente, la vegetación más expansiva, la vida animal más libre. Ha retrocedido la contaminación atmosférica que cada año mata a millones de personas. De pronto, la naturaleza ha vuelto a lucir tan hermosa… Como si el ultimátum a la Tierra que nos lanza el coronavirus fuese también una desesperada alerta final en nuestra ruta suicida hacia el cambio climático: ‘¡Ojo! Próxima parada: colapso’".

Ciertamente, el "parón" de la Humanidad (no es el planeta lo que entró en "modo pausa", sino la especie humana) favoreció el regreso de propiedades de la naturaleza que se han ido diluyendo para nuestro mal y por nuestra propia mano, pero sobran razones para que se nos apague la "lucecita de esperanza". Ciertamente hubo un atisbo de lo que voy a llamar "utopía pandémica", cada vez más débil, proveniente de voces que auguraban que el coronavirus generaría grandes cambios en el mundo, algunos predecían el colapso final del capitalismo, otros pensaban que los humanos saldrían de esta experiencia convertidos a nuevos valores y a nuevas relaciones. Por supuesto, habrá consecuencias. Como se sabe, vendrán efectos económicos… ¿negativos? (¿Acaso es negativo, por ejemplo, que se ralentice o retroceda el "crecimiento" devastador?) Se augura una profundización de la crisis económica que venía ya en desarrollo y es posible que haya cambios sensibles, pero… para mal de las mayorías.

Hubo antes en la historia unas cuantas pandemias y otros grandes desastres. En el siglo XX se vivió la Gripe de Kansas, también llamada "gripe española" (1918-1919), que mató alrededor de 50 millones de personas, y dos desastrosas guerras mundiales, que incluyeron los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Muchos predijeron que aquella pandemia cambiaría el mundo. Apenas diez años después de la pandemia de la gripe española se produjo la Gran Depresión, lo que generó una ola de suicidios, sobre todo en Estados Unidos, y además se incubaban ya nuevos y terribles líderes en Italia y Alemania: Benito Mussolini y Adolf Hitler. A los 20 años de la pandemia, en 1939, se desató la Segunda Guerra Mundial ¿Cambió la sociedad humana tras la tragedia de la gripe española? Sí, un poco: las cosas se pusieron peores.

Las señales que identifican a la civilización humana fracasada siguen apareciendo poderosamente en medio de la pandemia. Un ejemplo de ello es la manera como las grandes potencias no se dan pausa en la incesante pelea por el dominio planetario y la liquidación de cualquier aspiración de cambio radical en las relaciones internacionales.

Las teorías conspirativas sobre el origen de la pandemia no son ingenuas, forman parte del trabajo que adelantan los aparatos de propaganda de las grandes potencias en su actual "guerra fría" por empoderarse en el planeta y manejar los grandes recursos de la naturaleza, todo dentro de la perspectiva de prolongación ad infinitum de los usos de la civilización fracasada.

Es interesante recordar una vez más el mensaje de la película No mires arriba, en cuanto a la tendencia al negacionismo de los líderes políticos y corporativos del mundo. Además, con el COVID-19 se hizo notoria la contradicción entre el interés por la salud impulsado desde estamentos científicos y el interés crematístico defendido desde sectores del economismo capitalista.

Hubo numerosas advertencias, desde distintos sectores, de que una pandemia como esta amenazaba al mundo. No solamente de científicos, también de escritores y cineastas. Un buen ejemplo de ello es la película Contagio (Contagion, 2011), de Steven Soderbergh, que se adelanta con asombrosa precisión a lo que estamos viviendo hoy.

En noviembre de 2008, el National Intelligence Council (NIC), la oficina de anticipación geopolítica de la CIA, publicó para la Casa Blanca un informe titulado ‘Global Trends 2025: A Transformed World’. Este documento confidencial anunciaba, para antes de 2025, "la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la cual no existen contramedidas adecuadas, y que se podría convertir en una pandemia global". En septiembre de 2019, antes del primer ataque del nuevo coronavirus en Wuhan, la OMS advirtió que: "Nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y liquidar casi el 5% de la economía mundial. Una pandemia mundial de esa escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizada. El mundo no está preparado". En efecto, los líderes mundiales prefirieron mirar para otro lado, continuar con sus luchas por el poder y el dinero, tomar si acaso, y solo algunos, como el multimillonario Bill Gates, medidas de efectos menores. Exactamente lo mismo que ocurre con el cambio climático.

El reconocido periodista David Quammen, especializado en el tema de los virus zoonóticos (los que se transmiten de otros animales a los humanos), aseveró que "La ciencia sabía que iba a ocurrir. Los gobiernos sabían que podía ocurrir, pero no se molestaron en prepararse". Y añade: "Los avisos decían: podría ocurrir el año próximo, en tres años, o en ocho. Los políticos se decían: no gastaré el dinero por algo que quizá no ocurra bajo mi mandato. Este es el motivo por el que no se gastó dinero en más camas de hospital, en unidades de cuidados intensivos, en respiradores, en máscaras, en guantes… La ciencia y la tecnología adecuada para afrontar el virus existen. Pero no había voluntad política. Tampoco hay voluntad para combatir el cambio climático".

Ante la disyuntiva entre escuchar a los científicos que alertaron sobre el peligro de pandemia, por un lado, y preservar el interés de ganancias materiales y ventajas políticas, por el otro, la resolución fue a favor de esta última motivación. Repito: es lo mismo que ocurre con el cambio climático, nada ha cambiado, seguimos en lo mismo, cavando la tumba de la especie.

Muchos investigadores han señalado a la depredación humana de la naturaleza como la causa profunda de la pandemia del COVID-19. El origen es, una vez más, la destrucción del medio ambiente por parte de los humanos. "La deforestación, la apertura de nuevas carreteras, la minería y la caza son actividades implicadas en el desencadenamiento de diferentes epidemias" explica Alex Richter-Boix, doctor en biología y especialista en cambio climático.

El citado periodista científico David Quammen asegura que "Los entornos ricos en diversidad biológica, con muchos tipos de plantas, animales, hongos, bacterias, son también lugares que albergan muchos virus. Viven allí, sin ser notados, durante millones de años sin causar ninguna enfermedad, hasta que de repente pasan a los humanos. Y cuando hay degradación ambiental, significa que estamos interfiriendo con ese ecosistema. Estamos cortando árboles, construyendo asentamientos, abriendo zonas para la minería artesanal. También significa que la gente que trabaja en estos lugares necesita ser alimentada. A menudo se alimentan de carne de caza, la vida silvestre local es capturada para alimentarse. En otras situaciones, estos animales son cazados para ser vendidos, para que la gente en otros lugares los coma. Luego hay todo tipo de perturbaciones en la vida silvestre, en la biodiversidad, que después de todo contiene una amplia variedad de virus (...) Cuando llevamos a cabo este tipo de perturbaciones, estamos invitando a los virus a que se conviertan en nuestros virus, para que salten dentro de nosotros. Les estamos dando la oportunidad de expandir sus horizontes. Tal vez este virus estaba en una situación difícil, podría estar viviendo dentro de una especie en peligro de extinción. Una oportunidad de saltar dentro de nosotros podría traducirse en que los virus han ganado la ‘lotería evolutiva’. Acaban de entrar en la especie de grandes mamíferos más interconectada y abundante del planeta (...) Si nos infectan y logran pasar de una persona a otra, se extenderán por todo el mundo, logrando un gran éxito evolutivo. Para nosotros, es una situación miserable, es una pandemia, es la muerte. ¡Pero para ellos es un éxito!".

El problema es que en todos los países el modelo productivo se fundamenta en los valores de la civilización humana fracasada. Es la intención de "desarrollarse" y apuntar al "crecimiento económico" entendido como acumulación competitiva. En todos se sigue privilegiando ampliamente el uso de combustibles fósiles y la expansión de las comunidades urbanas. Es cierto que hay gobiernos más inclinados a un mayor control de la devastación humana de su propio hábitat, pero ninguno renuncia efectivamente a la aspiración de un "desarrollo" económico basado en la idea del tener por encima del ser. Muy poco se hace por transformar la cultura de los ciudadanos en ese sentido y los gobiernos se entregan a frecuentes mascaradas ecologistas que se caracterizan por muchas palabras y pocos hechos. Se promueve sociedades consumistas, con personas que mientras más tienen, más quieren ¿Será que es esa una tendencia humana irreversible? ¿Sera posible alcanzar un estatus humano capaz de conformarse con lo fundamental para vivir, en el que la idea de vivir "mejor" se asocie más a valores que alimentan las utopías, como el amor, la solidaridad, la fraternidad y la creación artística, y no a la de tener más y más bienes materiales en una carrera insaciable? Algunos creen que la ambición desmedida está vinculada solo a la riqueza, a la burguesía, al capitalismo, cuando es claro que es un mal que ataca a la mayoría de los humanos. Hay millones que no acumulan bienes solo porque no pueden, pues carecen de los medios para ello. La idea de Deng Xiaoping de que "ser rico es glorioso" ¿Remitirá acaso a una condición fatal de la naturaleza humana? Son preguntas pertinentes, dado lo que puede inferirse de documentación histórica, sociológica o ficcional. Esta historia continuará.



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Néstor Francia


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