Fuera de Martín Guédez y algunos pocos, quién se anima en el país a formular un balance del resultado electoral del referéndum del pasado 15/02, en eso que los politólogos llaman identificar la correlación de fuerzas políticas que queda expresada luego del evento electoral. Nos hemos acostumbrado a manejar las cifras en términos absolutos y relativos, pero muy pocos se han animado a analizar las tendencias¸ es decir lo que en el fondo está expresando el cuerpo social que fue consultado. No es cuestión de sumar y restar cuando de política se trata.
Los números fríos pueden servir para levantar ánimos pero también para esconder peligros. Una relación de 55-45 que fue el resultado final del referéndum, expresado en términos de la composición futura de la Asamblea Nacional, de los parlamentos estatales y consejos municipales, que puede bien reflejarse como resultado de un evento electoral que está a las puertas, puede transformarse en un arma de doble filo. Una representación proporcional de la derecha en todos los organismos de poder legislativo nacional, regional y municipal se puede convertir en una camisa de fuerza para las iniciativas de transformación del país, en un mecanismo de neutralización desde la legalidad parlamentaria de las iniciativas políticas del gobierno bolivariano y del conjunto de fuerzas aliadas que comparten responsabilidades políticas en la marcha y conducción del proceso de cambio. Y no solamente en términos de oposición política en el ámbito parlamentario funcionaría esa relación de poder. Me preocupa también el poder de convocatoria de ese 45%, expresados en términos del riesgo en que entraría eso que llaman gobernabilidad del país, al verse sometido el gobierno bolivariano a un proceso de desgaste de credibilidad sobre todo en sectores débiles, y por esta vía la revolución puede perder el piso que mantiene y naufragar.
Esa relación 55-45 extrapolada en un grosero ejercicio de proyección nacional, regional y municipal, nos indica, sin duda alguna, que somos más, pero ellos son bastantes. Esto debe ser tomado en cuenta para delinear las iniciativas políticas, económicas y sociales del corto y mediano plazos, pero sobre todo para fijar la profundidad de los acentos en términos de la transformación que puede soportar, que esté en capacidad de asimilar, una sociedad tan dividida. . No es el momento de arrear banderas, de ninguna manera puede ser así, pero aquellas que sean levantadas deben serlo con fortaleza, con inteligencia, pero sobre todo mostrando eficiencia en la gestión y transparencia ante el país en la ejecución de los recursos públicos. Qué se debe hacer en los meses que vienen, realmente no lo sé, pero tampoco veo anuncios, iniciativas o despliegues de ideas que apunten en alguna dirección, no más allá de una expresión a la cual pocos le dan contenido, profundizar la revolución. No se debe caer en la situación de gobernar dentro de determinados márgenes de maniobra que se pacten o se acuerden con la oposición política o con grupos de presión. Gobernar, dentro de nuestras circunstancias y objetivos, es transformar el país y los ritmos y acentos que se apliquen dependen de muchos factores tanto internos como externos, pero no obstante, bajo ninguna circunstancia debemos perder la iniciativa. Resulta en extremo preocupante, que se estén perdiendo arrestos, entre otros factores por ese cortoplacismo electoral que se ha convertido en una camisa de fuerza que ha maniatado las posibilidades de avance del proceso revolucionario y lo que puede significar también, la pérdida de la iniciativa estratégica. Resulta evidente que la correlación de fuerzas que ha quedado, producto del referéndum, tiene que ser analizada con seriedad y a profundidad, para identificar plenamente los espacios de maniobra que nos quedan, que tan holgado es el camino por el que debemos transitar, y qué hacer dentro de él.
La revolución bolivariana tiene un líder indiscutible pero le falta conducción, en otros términos le falta partido debidamente articulado en la sociedad, que marque el paso y defina las rutas. Ya es la hora que el proceso de cambio dependa menos del discurso coyuntural, muchas veces en exceso pasional, y más de un sistema institucional partidario con raíces profundas y consolidadas en el quehacer de la sociedad. La estructura electoral que con tanto entusiasmo se manifiesta en los eventos que se convocan con tanta regularidad, debe reflejarse en todas las áreas de la actividad pública. Pido disculpas de previo si estoy equivocado, pero hay una rara sensación de orfandad, pues el líder puede marcar el paso y orientar, pero las correas de trasmisión entre Chávez y su pueblo se constituye en un largo espacio en donde encuentran acomodo toda suerte de intereses, en oportunidades alejados del conocimiento inmediato de las necesidades de la ciudadanía, que al final de cuentas resultan ser enemigos del proceso de cambio, que medran al amparo del poder, alejados de los sentimientos de pueblo. Me pregunto y perdonen la osadía, cuántas veces se reunió la Comisión Política del PSUV, por ejemplo para delinear, diseñar la estrategia electoral de cara al referéndum recién pasado, cuántas veces se ha reunido esta instancia de poder para analizar los resultados del referéndum de diciembre del 2007 y las elecciones regionales, cuántas veces se ha reunido para analizar el estado de la economía venezolana ante la coyuntura internacional y decidir sobre acciones de blindaje o maniobrar dentro de las circunstancias, cuántas veces se ha reunido para analizar la situación del sistema bancario venezolano en procura de iniciativas de intervención en el sector, cuántas se reunió la Comisión Política del PSUV para definir los contenidos y alcances de la rendición de cuentas ante la AN, cuántas veces se ha reunido esa instancia de poder para analizar la situación interna ante la correlación de fuerzas que se ha derivado del resultado del referéndum recién pasado, de cara a las iniciativas que se pueden implementar en las próximas semanas y meses. Me pregunto también, qué rol juegan los aliados del PCV, el PPT y otras fuerzas y manifestaciones políticas y sociales, en el análisis de los temas vitales de estado y de gobierno, si con consultados en el proceso de toma de decisiones, o solamente son reconocidos o no agredidos, como tales en las circunstancias de un proceso electoral cuando se requiere del esfuerzo colectivo.
La suerte del proceso no puede seguir siendo soportada por ese ligamen afectivo que se ha cultivado entre Chávez y amplios sectores de su pueblo, pues estaríamos dependiendo más de emociones y menos de convicciones. A ese ligamen entre Chávez y su pueblo, además de los factores emocionales que dominan en esa relación, debemos darle el ingrediente orgánico que tanta falta hace. No obstante el manejo frío de las cifras, muchas veces triunfalista en exceso, que impiden ver el trasfondo de la situación política interna, siento que la revolución bolivariana ha perdido espacios y sectores que deben estar del lado de la revolución han sido neutralizados, no tanto por las campañas de desinformación de los medios privados y otros recursos afines, sino también por la incapacidad de la revolución de exponer mensajes e iniciativas atractivas, sin tanta carga de sectarismo. Estamos asustando a muchos sectores débiles con un discurso cargado de utopías alejado en muchos aspectos de la realidad de la transformación pues resulta ser muy peligroso que el discurso ande muy separado de lo que percibe la gente, pues se pierde la confianza y credibilidad en las instituciones y en forma paulatina en el gobernante. En oportunidades nos dejamos llevar por las cifras cuando nos favorecen, e ignoramos la cuantía del daño causado por algún bache, sin analizar lo que está expresando la sociedad y las tendencias que en ella se mueven, y honestamente un proyecto revolucionario no se puede construir sin un apoyo mayoritario de la sociedad que se quiere transformar.
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