Una vez más, el Teleférico de Mérida es noticia; es una mala noticia la señalada por la prensa regional, porque resalta que el teleférico más alto y largo del mundo ha dado motivo a una larga espera por conocer los resultados de dos informes técnicos, cuyas presuntas conclusiones han ocasionado “la más alta decepción” entre propios y extraños: ¡permanecerá cerrado hasta que se construya uno nuevo!
En primer lugar, llama la atención la reticencia en publicar este par de informes; cualquier “mal pensado” podría especular en cuanto a que si se dan a conocer los argumentos sustentados para el cierre, serían refutados por la gran cantidad de expertos existentes en el país; algunos por su capacidad de cálculo de estructuras y otros por la experiencia en construcción y mantenimiento de obras de gran envergadura.
El primer argumento que levanta suspicacia y es fácilmente refutable es el de la supuesta obsolescencia de los equipos. ¿Olvidan que los equipos electromecánicos instalados en el Edificio Empire State de Nueva York en 1931, aún continúan funcionando? Este es un ejemplo, entre otras muchas obras que podrían ser referidas. En una época en el que la calidad de los equipos fabricados privaba sobre la cantidad que se producía, el sobre dimensionamiento de que fueron objeto les ha permitido funcionar durante casi un siglo; entonces, a los del teleférico aún les quedaría media vida.
Aunque continuamente me he ofrecido para conformar el equipo técnico de revisión de los informes, o equipos; no he recibido respuesta. El menor de los aportes es que, si es necesario alguna reparación o mantenimiento de los equipos electromecánicos, podría señalar algunas empresas venezolanas que están en capacidad de realizar un trabajo de alta calidad tecnológica, acorde con las normas internacionales establecidas; a las cuales deberán referirse los informes.
Los componentes estructurales de las torres son fáciles de adquirir; si no fuera así, ¿cómo se construirían las líneas de transmisión de energía eléctrica? Sería largo el listado de las empresas en el mundo capaces de fabricarlos. A pesar de la fortaleza de las torres del teleférico; este argumento se derriba con un soplido. El desgaste de las guayas, igual lo tendrá cualquier sistema que se construya.
El más pueril de los argumentos es el de la liviandad de las cabinas funiculares para reducir el consumo energético; en el primer caso porque la capacidad de los motores está determinada por la potencia desplegada y no por el peso trasladado; en el segundo, porque desde afuera se podría argumentar: ¿por qué no se sustituyen las actuales cabinas por otras más livianas, para reducir el desgaste de las guayas y el esfuerzo de los equipos electromecánicos y estructuras?
Obviamente que ni este escrito, ni mil argumentos con mayor sustentación, esgrimidos por profesionales de trayectoria más reconocida, detendrán la construcción de un nuevo teleférico que, con la intensión de recuperarse del retraso acumulado, será otorgado a la misma empresa que instaló el del Guaraira Repano (Cerro El Ávila); pero, ¿por qué no complementar el proyecto original y concluir el tramo hasta Barinas, mientras se repara el actual?
En todo caso, es un mal momento político y económico para “invertir en lujos”, porque si de vías se trata, se tiene la prioridad del nuevo puente sobre el Río Chama, a la altura de El Vigía; la vía alterna, paralela al Río Chama, en la ciudad de Mérida; el paso por Timotes; o, la necesidad de consolidar la vía Mérida-Barinas, antes de la próxima temporada de lluvias. Tal vez con un referendo, sería más fácil decidir.
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