Uno de mis distinguidos colegas en la enseñanza de la Sociología de la Educación a estudiantes para el magisterio larense, en ocasiones cuando descubre en la biblioteca el autor de un libro que tiene en sus manos y no lo ha leído, siendo una obra notable, suele decir: “ Vale Luís, uno si es ignorante”… (Ello a pesar de ser lector experto y apasionado en el área de las ciencias sociales en general. Pero es muy exigente consigo mismo e imaginamos que también con sus alumnos y discípulos).
Tomaré prestadas esas palabras para decir, de entrada, que mi ignorancia es supina en lo atinente a los avatares de la ciencia en Venezuela y su desarrollo como parte de las políticas públicas del gobierno bolivariano, en los últimos 15 años.
Cuando pergeño estas líneas recuerdo vagamente un “Aló Presidente”, que presumo pudo ser la emisión del domingo 19 de febrero de 2006, número 246 (www.alopresidente.gob.ve/.../
Recuerdo también que ese “Aló Presidente” tuvo como invitado especial al reconocido epistemólogo (y filósofo postmoderno) Rigoberto Lanz, fundador el CIPOST_UCV y de la columna “A tres manos: miradas múltiples para el diálogo” en las páginas de opinión del diario EL Nacional, el de esta época de Miguel Henrique Otero, ¿es que se llama el Sr. ese? El mismo de la revista RELEA y una vasta obra sobre el tema de la ciencia social. Una autoridad, pues era ese señor de la barba y la colita de su escuálida melena, look con el que recreaba aires de imposible juventud, para decirlo así con la prosa amarga de Juan Nuño, referida a Rafael Alberti.
El comandante Chávez le da la palabra, que ya era decir, llamándolo: “Rigoberto, tal y qué sé yo…” y el muy informal e irreverente Rigoberto Lanz suelta una de sus técnicas rompe hielo o táctica de reencuadre del tema generador y dice: “Dígalo ahí…” (Salida que todos celebraron en su momento pero que ahora convoca a la nostalgia).
En lo personal participamos de varias de las conferencias de Rigoberto, primero en la universidad Fermín Toro en el Doctorado en Ciencias de la Educación y después en la UPT del estado Lara, en ocasión del Congreso mundial de educación en París y su observatorio de las universidades; o lo seguíamos a través de sus columnas periodistas o libros, referidos muchos de ellos a cuestiones epistemológicas; esto es, a la crítica de los fundamentos de las ciencias y las implicaciones derivadas de su aplicación. Cuestiones que, la verdad sea dicha, poco entendíamos pero siempre disfrutábamos en sus intervenciones orales de su proverbial capacidad lúdica y tono afectuoso con que asumía las diferencias o animaba la discusión con su grito de guerra: “Que siga el debate”, o “¿Ha dicho Ud.?”
Bueno, retomando el tema. Lo cierto es que después de eso, y que me perdonen algunos compas, no oímos hablar mucho de la Misión Ciencia sino, como se dice, “Una vez a la cuaresma”. Ah, perdón, luego supimos que estaban dando becas para estudios de postgrado por esa vía y de hecho un colega docente rural, que además es Ingeniero Agrónomo, fue seleccionado para hacer doctorado en esa área de conocimiento prioritario para la seguridad alimentaria y tal. Pero al final lo rechazó porque debía viajar hasta la UCV-Maracay o Caracas. Un rollo ahí.
Otro sí. Ingenuo como soy o porque Chávez transmitía mucha confianza, o uno le creía a pie juntillas y elevaba la autoestima, generaba muchas esperanzas; me animé y llené una bendita planilla electrónica para un postgrado de V Nivel en Ciencias de la Educación. ¡Pedí una beca, carajo…!
Tenía mucha ilusión. A los diez o quince días la respuesta que obtuve fue un golpe en la frente, un palo cochinero, pues: “Señor Luís Saavedra, Ud., no clasifica para becas de Misión Ciencia”…
Sentí muy amarga la saliva y una como tensión en la mandíbula, gran decepción, pues; desde el cyber donde estaba miré el Teatro Juárez y desee como Sansón destruirlo y que me callera encima. Pero Dios es grande, y como para algo deben servir las malas palabras, por todo agradecimiento respondí con varias frases de insultos gruesos a los administradores de aquel esperpento tecnológico de gobierno electrónico y sin alma…
Y desde entonces les hecho la cruz a esas celebraciones de que una tal FUNDACITE o algo así dizque es una maravilla apoyando proyectos de investigación e innovaciones, pero cuyo impacto no se percibe en ninguna parte. ¿O será que yo estoy ciego? Que si el premio al investigador, ppi, pei o qué se yo, que a cada rato cambian de nombres y demás zarandajas de la tecnología popular, que me suena más a demagogia que a otra cosa. Porque ¿de cuándo a acá eso ha generado transformaciones en el entorno e impulsa el buen vivir? ¿O sí? ¿Dónde y cuándo?
Y total que a esas cosas de la ciencia y la tecnología en la revolución bolivariana yo ni las ignoro, como dice Cantinflas. Todas esas políticas públicas en ciencia y tecnología en este tiempo las desconozco, olímpicamente. Por una aversión que tengo, claro; porque si no fuera porque mi querida UPEL IPB, esa Universidad asesora formalmente del Estado Venezolano en materia de educación, que poco toman en cuenta, porque al parecer la nueva burocracia estatal no puede controlarla del todo; si no hubiera sido, digo, que por esa la vía me financiara ese mismo Estado-Nación el 75 % de la matrícula en la UFT, no hubiera concluido nada de mi doctorado. O tal vez sí, con mi sueldo de mi antigua escuela bolivariana. Total, que a nadie le falta Dios…ni el brazo largo del Estado de bienestar, y que el neoliberalismo quería destruir sino hubiera llegado el comandante Chávez y mandó a parar, como dice mi buena amiga Loly, la médico cubana.
Igualmente, si no fuera porque el mismísimo comandante Chávez, a quien Dios tenga en gloria, dijo por la TV unas vainas ahí de que había que tener paciencia y que el pato y la guacharaca de la burocracia en Venezuela que no permitía avanzar con más eficiencia, (y que yo me las tomé para mí, así seré yo de ingenuo ¿no?) a lo mejor fuera un escuálido de medio pelo.
Tal fue la decepción que sentí porque no me dieron mi beca de Misión Ciencia, cuando a otros, entonces más viejos que yo y de familias acomodadas, sí la obtuvieron. ¡Qué injusticia!, diría Calimero, aquel pollito negro con gorro de cáscara de huevo que era nuestra delicia en rctv, (Miren por dónde, diría Fernando Savater).
Dado lo anterior, no hallo cómo describir mi asombro cuando leo una información que me dejó pasmado, a propósito del III Congreso Nacional de Ciencia y tecnología, celebrado recientemente en Caracas los días 28 y 29 de noviembre, 2014, en el contexto de lo que el ministro del Poder Popular para la Educación, Ciencia y Tecnología, Ing. Manuel Fernández, denominó “…la Revolución del Conocimiento”, quien detalló que el Congreso tenía tres ejes fundamentales: “Evaluar, reflexionar y evaluar sus resultados”, (Correo del Orinoco, Caracas, 28 de noviembre de 2014. P 7).
Más adelante reza la información que el ministro Fernández “Detalló que en primer lugar se trata de observar los últimos 15 años de desarrollo científico en el país y evaluar sus resultados. En segundo lugar, señaló, reflexionar sobre el momento actual. Recordó que el presidente Nicolás Maduro planteó cinco revoluciones en función del cumplimiento del plan de la patria. En tercer eje, indicó, es el relanzamiento científico con miras al ciclo tricentenario”, (Correo…. Ob cit)
Y aquí viene el asombro y pasmo: “Más de tres mil proyectos. Como parte de los aspectos a evaluar en la observación de los últimos 15 años, el ministro destacó el financiamiento de más 3 mil proyectos que actualmente se ejecutan en las universidades del país. Asimismo, señaló el apoyo a más de 300 proyectos realizados en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)”, (ídem).
¿Se dan cuenta, amigos, por qué decimos que estamos bañados de la ignorancia más rotunda acerca del desarrollo de las políticas que en ciencia, tecnología e innovación desarrolla la revolución bolivariana? Claro, como podemos recordar también, los indicadores más notorios son, como señala la fuente que usamos ahora, “…el proyecto aeroespacial y el programa Caniama”, (ídem).
No estoy seguro, pero en el sistema de revistas del ministerio de la cultura no recuerdo si había una dedicada el tema de la difusión de la actividad científica, y tampoco sé si eso es una falla del minci o como se llame el ente dedicado a la propaganda; antes, por los años de 1980 había una revista que se llamaba Ciencia al día, o algo así y uno a veces la veía en los kioscos, o igual entre brumas recuerdo que había un programa de ciencias por el famoso canal 5, con un señor de voz aflautada o timbre muy agudo; pero como ahora hay tantos acontecimientos que leer y de ver, las ciencia no es noticia; Telesur tiene un programa llamado Atomun, muy bueno, pero no está necesariamente referido a la difusión del desarrollo científico en Venezuela.
En fin, que yo, sin idealizar las políticas de la revolución en materia de ciencia y tecnología, celebro que hayan tantos proyectos financiados en nuestras universidades. Aunque el ministro no especificó cuáles eran, por lo que estamos como en el cuento, por demás hilarante del maestro J.M. Briceño Guerrero.
Se trataba de un campesino amigo suyo, a quienes unos encuestadores aplicaban un instrumento sobre su régimen alimenticio y no hallaban ya qué preguntarle, porque a su manera los estaba vacilando, y queriéndolo despistar le preguntan: “¿Mire, maestro, y por aquí hay jirafas?” A lo que el anciano respondió: “Jirafas hay, pero no se jallan…”
Así, parece que proyectos científicos financiados hay en las universidades venezolanas pero pocos dan cuentas de cuáles son y dónde están, “Misterios de la ciencia”, diría el Dr.Lupa…