Haciéndose el portavoz de la derecha golpista venezolana que, en muchos casos, subsidia, el gobierno de Estados Unidos dijo hoy que “espera que los comicios del domingo en Venezuela cumplan con la Carta Democrática Interamericana”, según reporta la agencia falangista española EFE.
"Los venezolanos afrontan una elección importante este domingo. La Carta Democrática Interamericana dice que una democracia representativa es indispensable para la estabilidad, paz y desarrollo en la región", declaró a Efe un “funcionario del Departamento de Estado, que pidió el anonimato”.
Por su parte, en declaraciones reportadas por esta misma agencia de ascendencia franquista, el legislador demócrata Eliot Ángel, presidente del subcomité de Asuntos Hemisféricos de laCámara de Representantes, ha ya convocado una audiencia para el próximo jueves para “analizar los resultados” de los comicios y "sus repercusiones internas y de política exterior".
EFE da también la palabra al legislador republicano por Florida Connie Mack, conocido por su histeria antichavista, que acusa al Presidente Hugo Chávez de "abrazar tácticas sucias".
Las declaraciones escandalosamente injerencistas reportadas con complacencia por la agencia española creada bajo Franco por el abuelo de José María Aznar no señala que Estados Unidos, el país que tanto pretende imponer su versión de la democracia en cada rincón del mundo, posee uno de los sistemas electorales más complejos, incomprensibles e incongruentes del planeta.
Hay poca esperanza de que los norteamericanos, algún día, tengan un sistema electoral que respete las normas universalmente reconocidas de voto. Tan antidemocrático resulta el actual proceso regido por el obsoleto sistema de los Grandes Electores que la Corte Suprema de Florida no se molestó al subrayar que "el ciudadano individual no tiene derecho federal constitucional a votar por electores del Presidente de los Estados Unidos", al ser su voto un "privilegio" otorgado por el Estado y no reconocido por la constitución.
La lentitud del débil proceso de reforma del sistema electoral, cuyas reglas fundamentales fueron establecidas en 1787, la corrupción generalizada a través de las contribuciones millonarias a los fondos de campaña y la enajenación político-cultural hacen descartar toda esperanza de una elección presidencial realmente democrática en un futuro previsible.
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