Profesionales
del vampirismo político, como José
Miguel Insulza, con desparpajo se burlan de la soberanía de naciones
latinoamericanas transformándose en deleznables yanaconas de
EEUU, renegando de sus raíces y de su pasado
Arturo Alejandro Muñoz
“PODEROSO CABALLERO ES don Dinero”, escribió hace más de tres siglos el español Francisco de Quevedo, que en la primera estrofa de su Letrilla Satírica, declara sin ambages:
Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero.
Poderoso caballero
es don Dinero.
Poca duda cabe respecto a que esta es la rima favorita de muchos políticos que hoy fungen de ‘renovados servidores públicos’ luego de haber incendiado el mundo con sus proclamas de juventud. Pero, es para ellos más que una simple rima, pues se trata de una forma de gobierno basada en una óptica cínica e hipócrita de la actividad política.
Gabriel González Videla; Juan de Dios Carmona; Augusto Pinochet Ugarte; Sergio Arellano Stark; Jorge Schaulsohn; Patricio Aylwin; José Miguel Insulza; todos ellos fueron, en Chile y durante su juventud, miembros o simpatizantes de ideologías de izquierda, o de otras progresistas y cristianas, para terminar siendo –en su vida adulta- serviles y obsecuentes mayordomos de los poderosos capitalistas expoliadores, porque luego de haber alcanzado posiciones relevantes en la política, renunciaron a sus ideales y traicionaron a quienes les condujeron a esos sitiales de privilegio. Con una rapidez pasmosa y un cutis de dinosaurio, entregaron la oreja a quienes habían criticado en tiempos anteriores, pero que ahora les pagaron por sus silencios alquilando sus conciencia con un puñado de dólares.
Si revisamos someramente caso a caso, podremos ratificar el aserto del párrafo anterior. El ejercicio es incluso pedagógico. Pero, en beneficio del espacio disponible y de la paciencia de los lectores, sintetizaré el asunto en unos pocos ejemplos, en los más significativamente aberrantes.
Gabriel González Videla; miembro del vetusto Partido Radical, fue alzado a la Presidencia de la República el año 1946 por la coalición ‘Alianza Democrática’, formada por Radicales, Comunistas y Demócratas. Sin embargo, presionado por el gobierno de EEUU, atacó a los comunistas dejándolos fuera de la ley una vez que los expulsó de su gabinete. Dictó la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (conocida como “Ley Maldita”) que utilizó no sólo para perseguir y encarcelar comunistas, sino también para reprimir con violencia las protestas sociales (en particular, las de los mineros) y romper relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y demás países del entonces llamado "bloque oriental".
Augusto Pinochet Ugarte y Sergio Arellano Stark; militares, miembros de la oficialidad del ejército chileno, cercanos en una época a la Democracia Cristiana y ‘admiradores’ de Eduardo Frei Montalva. Como la mayoría de los oficiales y suboficiales del ejército, eran poco amigos de las privatizaciones y de la reducción del tamaño del Estado. Cooptados por los aparatos de seguridad de EEUU y embadurnados con el aceite fenicio de los dólares del empresariado criollo y transnacional, quemaron lo que habían adorado convirtiéndose en genocidas sin ambages, en enemigos declarados del pueblo y de las raíces del país. Incluso llegaron a perseguir con saña –hasta asesinarlo- a quien había sido su gran referente pocos años antes: Eduardo Frei Montalva.
Y avanzamos con rapidez para llegar al día de hoy en el que siento vergüenza ajena debido a las volteretas inaceptables de quien ocupará mi atención en las próximas líneas. Reconozco que tratar el caso de esta persona asfixia mi memoria y golpea sin misericordia los perfiles de la más profunda de las decepciones. Es que le conocí en otros tiempos. Discutí con él en oportunidades añejas e inolvidables, cuando ambos éramos dirigentes universitarios y debatíamos importantes asuntos estudiantiles en los lúgubres cuartos de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH), en aquel segundo piso del hoy inexistente edificio que se alzaba casi en la esquina de la Alameda Bernardo O’Higgins con calle San Isidro, precisamente en el mismo inmueble, histórico inmueble, desde el cual Salvador Allende se dirigió a la multitud y al pueblo de Chile la nerviosa y magnífica noche del triunfo popular el día 04 de septiembre de 1970.
¿De quién estoy hablando? Pues, de José Miguel Insulza, actual Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), quien en esos años militaba en el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), manifestando un saludable espíritu revolucionario asentado en el apoyo irrestricto al gobierno de la Unidad Popular y a la presidencia del doctor Salvador Allende.
Pero, el travestismo político e ideológico adquirió su forma completa en la persona de este individuo, el que ahora –luego de haber sido comercialmente conquistado por los políticos de Washington- no trepida en abrazar los intereses económicos del imperialismo norteamericano para aherrojar a las naciones alzadas al sur del río Bravo, coadyuvando con la derecha fascista en sus intentos por desbancar gobiernos democráticos, como el de Venezuela (Hugo Chávez), el de Ecuador (Rafael Correa), y meses atrás, el de Honduras (Zelaya).
Con una frescura de cutis que aterra y que llama a la más comprensible de las iras, José Miguel Insulza –desvergonzada y cínicamente- se permite opinar con asertos de crítica negativa y falaz de las decisiones soberanas tomadas democráticamente por el pueblo venezolano, a la vez que calla en forma ominosa respecto de las barbaridades acaecidas en los terrenos donde gobiernan sus amos (USA) y sus socios fachos (Colombia). Nada nuevo en verdad, pues ya en el año 1998 se había constituido en el principal defensor de la libertad del genocida Pinochet, arrestado en Londres por miembros de Scotland Yard.
Ese fue el ‘gran paso’ que le granjeó la simpatía del Pentágono y los aplausos de Bilderberg, así como la complacencia del empresariado predador sito en Chile. Una cómoda oficina en Washington junto a un salario nada desdeñable, fueron su recompensa. El sabor de los verdes billetes nuevos le hicieron insensible al dolor que debía haberle estragado el alma cuando hubo de traicionar sus principios, sus ideales, su historia personal, su país e incluso a sus amigos. Hoy, como le ocurre a todo títere entregado a las veleidades e intereses norteamericanos, su futuro político arribó a una punta de rieles. No tiene más camino. No hay nuevas posibilidades para él, pues como bien sabemos, una vez cumplidas las tareas que el imperio impetra a sus títeres de turno, estos son abandonados a su suerte para siempre. De ello supieron Noriega y Sadam. De ello sabrán, más temprano que tarde, Uribe e Insulza.
Poco a poco, extendiéndose como el fresco rocío de una mañana de primavera, la opinión del pueblo chileno respecto de la sucia actividad de este cipayo del imperio ha sido recogida por múltiples organizaciones políticas, gremiales, estudiantiles, laborales y culturales.
Es así que La Unión Bicentenaria de los Pueblos Capítulo - Chileno, ha condenado enérgicamente “”las destempladas amenazas del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, de sentar a la República Bolivariana de Venezuela en el banquillo de los acusados aplicándole la llamada "Carta Democrática" para excluirla de ese foro internacional, igual como hace casi medio siglo lo hicieran con Cuba.””
Y con la misma fuerza, la Unión Bicentenaria de los Pueblos “”rechaza su colérica injerencia en asuntos que atañen a la política interna venezolana. El Secretario General desprestigia una vez más a la OEA y ratifica su carácter espurio al mostrar claramente su sintonía con los sectores más retardatarios de la oligarquía venezolana, aquellos que juegan a dos bandas, según los dictados de Washington, que en el pasado reciente propiciaron golpes y actos terroristas y ahora último, ocasionalmente participan en las elecciones democráticas, pero siempre con el dedo firme en el gatillo.””
“”El señor Insulza incurre una vez más en nuevos actos abusivos y oportunistas de injerencia que sólo muestran su servilismo ante EEUU. El Secretario General, en cambio, mantuvo una actitud ambigua y de doble discurso ante el golpe militar con que EEUU y la oligarquía de Honduras derribaron al gobierno legítimo de Manuel Zelaya en junio de 2009. La actitud de Insulza corrobora el aserto del gobierno venezolano de que la OEA es una "correa de transmisión de la política de intervención y dominación estadounidense sobre el continente", una suerte de "capitanía general del Departamento de Estado para imponer una agenda de agresión contra las instituciones y la democracia venezolanas, que ya tiene innegables precedentes en la historia reciente".
“”Coincidimos con el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela en que José Miguel Insulza y el subsecretario de Estado Adjunto para América Latina, Arturo Valenzuela, buscan reeditar los atentados contra la democracia venezolana que culminaron con el golpe fallido del 11 de abril de 2002, propiciado abiertamente por EEUU con la complicidad de la OEA. “”
“”Expresamos una vez más nuestra inquebrantable solidaridad con el pueblo y gobierno de la República Bolivariana de Venezuela en su lucha contra las fuerzas más oscuras de la oligarquía de aquel país y reiteramos nuestro más profundo rechazo a la injerencia del Departamento de Estado -a través de la OEA- en la política interna del país hermano, el cual está en su legitimo derecho, en el marco de la Constitución, como lo ha venido haciendo, en dar respuesta a las necesidades sociales en la lucha cotidiana por el buen vivir de los venezolanos y las venezolanas.””
¿Se requiere mayor argumentación para demostrar que desde su inefable cargo en la OEA el señor Insulza –al igual que fueron antes Pinochet Ugarte y Arellano Stark- es el epítome actual del travestismo político e internacional y, por tanto, cómplice indisimulado de cualquier invasión, asesinato, robo y expoliación que el imperio pueda llevar a cabo en suelo latinoamericano?
Pero, aprovechando el recuerdo de la vieja labor dirigencial que una vez hicimos en el Chile democrático cuando Allende y la Unidad Popular abrieron por vez primera las grandes alamedas al pueblo, le pediría a Insulza, con total convencimiento de que mi impetración se asienta en la lógica y en la dignidad: “”José Miguel, nacionalízate estadounidense, pero no nos hagas pasar más vergüenzas”, pues tanto en Chile como en Venezuela y en la mayoría de las naciones de América Latina, la vieja frase de Cicerón (destinada no a Catilina el conjurador, sino a Insulza el traidor), parece resonar en todos los hemiciclos del continente: “Quousque tandem abutere, Insulza, patientia nostra?” (¿Hasta cuándo abusas, Insulza, de nuestra paciencia?).
arturoalejandro90@gmail.com