“Que el fraude electoral jamás se olvide.
Ni tampoco los miles de muertos inocentes”.
Stephen Hessel, un joven sabio de 93 años, está siendo el faro ilustrador de la protesta juvenil europea, la española en particular. Mediante un pequeño libro de 30 páginas titulado ¡Indignaos!, del que ha vendido más de un millón y medio de ejemplares, Hessel pone en blanco y negro la razón profunda del malestar general y convoca a que la juventud, agraviada por el estado de cosas imperante en el mundo, se indigne y haga de la indignación el motivo de su movilización de protesta. El documento está disponible en Internet, así como información amplia sobre la personalidad de su autor, entre las que recomiendo la que escribió Ignacio Ramonet para Le Monde Diplomatique. Si lo desean y me lo solicitan a mi domicilio de correo electrónico, con gusto se los remito.
Solamente me voy a referir aquí a algunos de los puntos nodales del ensayo de Hessel, comenzando con una breve relación de los antecedentes del autor nacido en Berlín en 1917 radicado en Francia desde los ocho años de edad. Luchó con la Resistencia Francesa contra el nazismo, al lado del General De Gaulle; fue capturado por la Gestapo en tres ocasiones, mismas que logró escapar. Al terminar la guerra colaboró en la restauración de la República en la formulación del proyecto nacional que privilegió la instauración de un exitoso régimen de bienestar al alcance de toda la población, seguridad social y educación sin discriminación alguna. Participó activa y directamente en la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre en la ONU y es su decidido defensor; ha sido diplomático y militante del Partido Socialista Francés.
En su escrito, Hessel compara las condiciones de bienestar alcanzadas por la Francia de la posguerra con las que hoy se viven: pérdida de la seguridad social universal, limitaciones en el acceso a la educación, desempleo y creciente desigualdad en la sociedad. En realidad nada que no se haya dicho en muchos otros foros, aunque no con la autoridad de quien le ha tocado vivir intensamente todo el proceso, desde la gestación del estado de bienestar hasta su actual deterioro. El autor identifica a Don Mercado como el tirano que cancela las libertades que, a diferencia de Hitler y Stalin, es más difícil de combatir por ser impersonal y esconderse entre la maraña de intereses del gran capital internacional. Llama la atención sobre la manipulación de los medios de información como uno de los instrumentos de la dominación de la tiranía. Convoca a indignarse ante esta aberrante realidad y proclama la vía pacífica de la protesta callejera para forzar la corrección del rumbo.
La juventud española en rebeldía creciente ha tomado la convocatoria a la indignación como el catecismo para su postulado: Democracia Real ¡Ya! Pronto toda Europa estará envuelta en un mar de protestas similares, extendiendo las movilizaciones de protesta del norte de África. En México y en los países de regímenes derechistas del continente seguramente irrumpirá con igual ímpetu; no así en los países latinoamericanos que ya lo registraron y pudieron darse gobiernos populares y que van saliendo de la oscura noche del neoliberalismo destructor.
Quiero aquí hacer hincapié en la tónica adoptada por los jóvenes españoles: su principal reclamo incide en la forma de hacer política, tergiversada por la legislación que rige el sistema de partidos, la que ha derivado en una competencia electoral entre siglas y colores, pero que mantiene el mismo modelo económico; unos a la derecha y otros a la izquierda, pero todos del mismo lado conservador; todos sometidos al dictado del orden mundial establecido a través de los organismos financieros internacionales al servicio del imperio de Washington. Los españoles exigen apertura del espectro partidista y eliminación de las prerrogativas para los partidos mayores. No convocan a la abstención ni al voto en blanco, lo consideran como la mayor contribución al fortalecimiento del actual esquema conservador. En nada difiere esta situación de la que prevalece en México entre el PRI y el PAN, ayudados por los que reivindican una supuesta izquierda moderna, al estilo europeo. Tampoco difiere en lo tocante al efecto devastador del modelo neoliberal adoptado desde los años ochenta del siglo pasado; cancelación de expectativas, desmantelamiento del estado como garante del bienestar, concentración de la riqueza y sometimiento a los intereses del gran capital en detrimento del interés de la mayoría.
A la luz de estos acontecimientos en el mundo, se hace obvia la pertinencia del Proyecto Alternativo de Nación postulado por AMLO, que igualmente convoca a la indignación, como lo hace Hessel en Europa. La única diferencia es que en Francia hubo un tiempo en que el postulado funcionó y sirve de referencia objetiva para la lucha; en México la revolución que lo intentó implantar se perdió en el pantano de la falta de democracia.
Es hora de convertir los agravios de todos en indignación creativa.
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