Hay
una canción dolorosa, y no sé si desesperada, que comienza así: ¿Qué
será de mí? Necesito pensar… Pues, parafraseándola, diría: ¿Qué será de
nosotros? Necesitamos pensar… Porque lo que está en riesgo aquí no es el
yo, sino el nosotros, ya que luce como razonable pensar que, donde no
cabemos nosotros, no va a poder caber tampoco el yo. Y esto demanda por
tanto un obligado cambio de mentalidad, porque, si no, la cosa pudiera
hincharse… Y cuando la cosa se hinche, ¡hay dios mío, qué irá a ser de
nosotros!
China
sorprende. China es una pista de Fórmula 1 por la velocidad de los
cambios: 10% promedio en cada carrera económica. Y pareciera el dueño
absoluto de la pole position… Y esa pista se comenzó a
construir en 1978. Hoy en día es un pistón y pareciera que será de mil
demonios. Los chinos fueron estratégicos, manejaron su inteligencia
milenaria y sacaron a flote su dignidad. Crearon, para eso entonces a
Deng Xiaoping, un presunto traidor… No, fue pura táctica que hízole
salir la baba a Occidente por el tamaño de su mercado potencial. ¡Venga
Occidente con sus golosos capitales y con su tecnología, aquí los
esperamos amablemente, porque nosotros queremos salir del socialismo!
¡Vaya qué maniobra! ¡Vaya qué carnada le
pusieron al mundo occidental haciéndole creer que iban hacia el
capitalismo! ¿Y de quién sería esa genialidad tan desacomplejada? ¿De la
inteligencia colectiva del Partido Comunista, o de la de Mao, el Gran
Timonel. Pero fue bárbara. Y no hay que perder de vista que los chinos
inventaron la vela. Que ellos saben navegar incluso en aguas procelosas.
Cuando los yanquis entrevistaban a Deng (con la baba chorreándoles por
las comisuras de los labios y con un nivel imperial de adulancia) las
respuestas del pequeño chino contenían ironías sospechosas acompañadas
de sus respectivas sonrisas. No eran enteramente complacientes. No, para
nada, pero ellos lo amaban con devoción imperial: ¡Nada! ¡Ya China
también es nuestra! presumo que vociferaban en Wall Street, pase de coca
mediante. Pero lo cierto es que China hoy los tiene agarrados ustedes
saben por dónde… Y además, ya los neoliberales uña en el
rabo pronuncian Marx y sobre todo (¡insólito!) diciendo que Marx tiene razón cuando afirma, por ejemplo,
que “hay que obligar a que haya una distribución más igualitaria del
consumo. Y eso lo tiene que hacer el Estado, casi seguramente, por la
fuerza”, tal como así lo dijo uno venezolano de ellos que fuera incluso
(y para colmo) otro de los autores intelectuales del Caracazo. Pareciera
entonces que la realidad de la razón como que está venciendo.
¡Albricias, porque la lucha se haría menos enconada! Y no es
revisionismo, es la fuerza de la razón histórica que vence dentro del
concepto de lucha de clases, como su causa generatriz.
Y
agrega este venezolano inteligente -que a lo mejor vive fuera de
Venezuela por temor a ser imputado por el Caracazo-: “Las respuestas
tecnológicas estimuladas por el mercado pueden llegar tarde para evitar
graves daños sociales y medioambientales. La exagerada intervención del
Estado para corregir desigualdades asfixia la aparición de soluciones
que solo los mercados pueden generar. Y si son desatendidas, las fallas
de los mercados pueden hacer el planeta invivible (…) Las ideologías
rígidas no ayudarán a encontrar salidas. Hay que echar mano de todas las
ideas, inventar otras nuevas y darle rienda suelta al pragmatismo y la
experimentación. En el pasado la humanidad halló soluciones para
problemas sin precedentes. No hay por qué suponer que
no las volverá a encontrar”.
Sí, es lo que humildemente he denominado la “síntesis de todas las verdades”… ¿Y no fue lo que genialmente hizo China, pues, y que hoy hace la Revolución Bolivariana?
Es verdad que
millones de chinos han salido de la pobreza para constituir una clase
media que, si bien no posee la capacidad de consumo de la de Estados
Unidos y Europa, dispone sin embargo de sus bastantes medios. Pero, sí
esa clase media llegara a tener la capacidad de consumo de aquellos,
¿podría este mundo soportar con sus recursos un desarrollo de tal magnitud,
habida cuenta que Estados Unidos, con apenas trescientos millones, casi
acaba con él? Entonces, obligatoriamente, pareciera que hay que pensar
en el nosotros. Pensar en el nosotros resultaría entonces el signo más
característico de que somos humanos. ¿O sería mucho pedirnos?
Por
otra parte están los vaporones menopáusicos por los que está pasando
Europa. España con sus “indignados” ha hecho pensar a gente de derecha
que ese modelo político y económico está agotado además de mostrar el
deseo cada vez más manifiesto de los pueblos de empoderarse, de hacerse
más y más dueño de su destino. Que ya el colectivo no puede darse el
lujo de ser indiferente, glacial, dado que tiene ante sí desafíos debido
a instituciones capitalistas que no son capaces de resolverles sus
problemas por lo que han descubierto que deben asumir el protagonismo,
debido a que, el capitalismo, satisface sólo determinados intereses que
propiamente no son los del colectivo, obligando a la actuación de un
nosotros ciudadano en la cuestión
pública. Es reconocer, en fin, el fracaso de la democracia
representativa.
A
lo anterior se suma también lo de la libertad de prensa y el ejercicio
del periodismo, hoy abiertamente hegemonizados por la alta burguesía
internacional vasalla de Estados Unidos y los intereses sionistas, lo
que hace que la prensa internacional no sea hoy nada más que un equipo
de guerra para defender los intereses imperialistas que, en el fondo, se
identifican con los privados de ellos mismos.
Son los casos The Sun y News of the World que, bajo la inmunda férula del cocodrilo Murdoch dizque
ejercieron ese digno oficio implementando el indecente negocio de
estimular el morbo de sus lectores combinando escándalos sexuales y
violentos sucesos, con nauseabundos artículos contra quienes podían desenmascarar, y perjudicar, sus intereses o los de sus amos políticos. Y
que es de hacer notar que los gobiernos británicos, tanto conservadores
como laboristas, han mantenido una relación casi
carnal con ese imperio mediático por lo que nunca les ha importado su
tendencia hacia un periodismo sucio, potingue. Y no es que tampoco sea
esto exclusivo de los británicos, lo ha sido también de Alemania y
otros. Pero es que no hay nada, que bajo el capitalismo hoy, no esté
putrefacto.
Estas notas (lo aclaro) no fueron producto de una investigación solemne; fueron producto más bien de las intuiciones de un viejo alegre; de mis especulaciones que no sé si en este caso pudieran resultar (aunque fuera en algo) lúcidas. Lo que hice simplemente fue, entonces, doblar grueso y largo, un periódico, y salir a cazar mariposas…