Y
para que lo sepan de una vez por todas, riqueza no es lo mismo que
ricura, aunque pudieran eventualmente hacerse coincidir forzando un poco
la imaginación.
Tanto
es así que una mujer –y en mi caso me toca hablar irremediablemente de
las mujeres– pudiera no tener riqueza pero sin embargo ser rica… ¡Y muy
rica! Los ejemplos diría que sobran. Pero entremos en materia en cuanto a
la riqueza porque sospecho que Aporrea no tenga interés en el tema de la ricura. Y con razón.
Me asalta entonces la duda sobre el concepto de riqueza en esta nueva especulación, debido a unas reflexiones sobre su amado EE UU del
no sé si aún venezolano Moisesito Naím, periodista muy dado al toque
del tema económico quizás con el mismo arrogante fanatismo de nuestro
también agringado Joseíto Guerra, como tan cariñosamente tal vez los
haya llamado en alguna casi segura ocasión el panzer Nolia en Dando y
Dando.
Porque
además ese Moisesito Naím con cara de astrónomo -y hasta más bien de
chimbo astrólogo- se desempeñó como ministro de Comercio e Industria
representando por tanto un papel estelar en la puesta en marcha de
aquellas “principales” y trágicas reformas económicas de finales de los
80 y principios de los 90, que tuvieran como única “virtud” generar el
infausto pero a la vez heroico Caracazo, piedra angular de los innúmeros
alzamientos populares de hoy en contra de la receta neoliberal que
liderara entre nosotros Moisesito con otros cómplices, bajo la férula
intelectual de aquel
atolondrado Pérez Rodríguez… Qué en paz descanse.
Es
decir, Moisesito se inaugura en política y casi de inmediato termina en
el cadalso como su epiglótico Carmona Estanga. Moisesito en fin es uno de esos fracasados concretos que, actuando en su “glorioso” nombre, aúpa EE UU para
luego lanzarlos a la fama por cualquier mariquerita que hagan para que
no se vean justamente como fracasados, porque, quien fama tiene, no ha
de conocer el fracaso, dicen ellos. Antes había sido profesor y decano
del IESA, singular parapeto neoliberal montado en Caracas de poca
consistencia teórica y práctica, y mucho menos ética, y hoy (para su
propia gloria, y para la de la MUD) es o fue, por supuesto, miembro
activísimo de la conocida NED (National Endowment for Democracy, por sus siglas inínglis)…
-¡Na pendejá pa` conseguí billete goldo, papa!- dirían algunos beggares de la mesa.
Pero en fin, ha ilustrado recientemente Moisesito, que algunos calificados comentaristas han hecho referencia al EE UU de
hoy, como son los casos de Christopher Hitchens, quien ha dicho que su
país por la crisis está amenazado de ponerse al nivel de Zimbabue,
Venezuela o Guinea Ecuatorial, replicando Nicholas Kristof diciendo que
la injusta distribución de la riqueza es la causa que pone a EE UU al
mismo nivel de repúblicas bananeras como Nicaragua, Venezuela o Guyana,
lo que ha hecho seguro decir, a muchísimos venezolanos aquí, y
parafraseando al director de un diario, benemérito de una no sé si
lograda designación teodorista, que estos gringuitos deben tener como
madre, seguro, a una rolo e`prostituta… Luego Mitt Romney -diciendo como
precandidato presidencial republicano- que el problema de EE UU es que está a punto de dejar de ser una economía de mercado y por último el mismísimo Obama que ha dicho que el problema de EE UU es
que no tiene un sistema político AAA en consonancia con su ex AAA
crédito. Pero, el que cerró la rueda de comentarios fue el ruso y
habilidoso primer Ministro Vladimir Putin, quien así lapidó: Lo que
sucede es que EE UU es un parásito que vive a costa de la
economía global. ¡Bravo Vladimir por lo certero de tu disparo! Ni más
ni menos: ¡un verdadero parásito, nou jouda! como exclaman los
portugueses ante un yerro crematístico, que al parecer es lo único que los asombra.
Pero
el fanatizado Moisesito Naím dice que la vaina no es así, que EE UU va
que chuta por la sencilla razón de que Wall Street, el Pentágono,
Hollywood, Silicon Valley, las universidades y otras fuentes de donde
emana el poderío estadounidense (presumo que la droga, y el blanqueo de
capitales), siguen sólidos…
A ver:
¿Wall Street está sólida? ¿La Bolsa de New York está sólida? ¿Ah?
¿El Pentágono está sólido? ¿Acaso lo está demostrando con resultados concretos?
¿Hollywood
está sólido luego que el mundo se ha dado cuenta de lo que representa
como herramienta del Pentágono y del status quo político?
¿Silicon
Valley -que por cierto creía que era un valle donde se hacían tetas,
pero no, es un parque industrial de alta tecnología- está sólido?
¿Están
sólidas las universidades estadounidenses habiendo egresado de una de
ellas el muy cuadragésimo tercer George W. Bush, además, como licenciado
en Letras? ¿Ah?
Cada una de estas preguntas, por cierto, merecería un amplio artículo sobre sus respectivas vicisitudes por las que pasan.
Y
por último: ¿Está sólido el pueblo, que por cierto Moisesito para nada
lo menciona como fuente de donde emana el poder estadounidense? ¿Ah?
¡Atabascado, explotado, estrujado por el endeudamiento debido al
consumismo que le han sembrado en su conciencia! ¿Ah? ¿Está sólido ese
pobre pueblo sometido a una batería diaria de drogas para poder soportar las humillantes jornadas interminables de su esclavitud?
Ahora,
lo que sí luce muy sólido es la producción y consumo de drogas, así
como el blanqueo de sus capitales. ¿Or, It is an slander?
Pero
también me pregunto: ¿Es Estados Unidos un país rico? ¿Es rico el
pueblo estadounidense? Y me dispongo responder esto a través de una
especulación complementaria, porque si le hubiese preguntado esto a
Moisesito Naím, o a Joseíto Guerra, seguro que ambos me hubieran
contestado, con los ojos aguados ante mi diáfana expresión de
incredulidad: ¡claaroo, manoo! Ello me obligó entonces a consultar,
aunque desordenadamente, por decir lo menos, otra opinión: la del muy
sistematizado y riguroso Carlitos Marx. Veamos:
Dice Carlitos que
la riqueza de una sociedad capitalista se muestra como un “inmenso
arsenal de mercancías”, siendo por eso que su investigación partiera
entonces del análisis de lo que la mercancía es: “un objeto externo, una
cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase que
ellas sean”. (Incluido el petróleo, creo). Y
que cuando comienza la circulación de esas mercancías, el mero sobrante
de sus valores de uso se convierten en dinero, por lo que una riqueza
en dinero no es
más que una riqueza en productos convertidos en dinero. Por ejemplo:
nuestra mercancía petróleo (a su vez, dinero) lo invertimos en
manufacturas chinas con transferencia de tecnología. China necesita el
petróleo y nosotros su tecnología anexa a sus buenas manufacturas.
¿Resulta malo para Venezuela entonces ese avispado intercambio, con un
aliado tan estratégico y sin sacar ni un solo dólar?
Ahora
bien, el dinero esta vez mundial funciona como “medio general de pago”,
como “medio general de compra” y también “como materialización social
absoluta de la riqueza” en general (universal wealth). Y su
función de medio de pago, para nivelar los saldos internacionales, es
la que predomina.
De allí que los mercantilistas hablen de balanza
comercial. El oro y la plata entonces funcionaron sustancialmente como
medios internacionales de compras cuando se interrumpía el equilibrio
tradicional de intercambio entre países diferentes y se presentaron como
materialización absoluta de la riqueza cuando no se trataba de compras
ni de pagos,
sino de trasplantar riqueza de un país a otro sin que ello pudiera
hacerse bajo forma de mercancías, bien porque no lo permitía el juego
del mercado o porque lo negara el fin que se perseguía. Un ejemplo
paradigmático de ello fue el asalto a mano armada continuado del reino
de España durante la colonia, mediante el cual se llevó el oro y la
plata de América, asalto del que habla Eduardo Galeano en las Venas
abiertas de América Latina.
En
fin, todo país necesita contar con un fondo de reserva, tanto para su
circulación interior, como para la circulación del mercado mundial,
funciones esenciales por tanto del atesoramiento. Y, como dinero mundial
se requiere siempre mercancía dinero efectiva y, el oro y la plata,
cumplieron por tanto esa función, por lo que James Steuart los definía, a
diferencia de sus signos meramente locales, como Money of the world.
Porque
la propia naturaleza del comercio internacional demanda una
colaboración monetaria que constituye riqueza para las naciones, pero
que a la vez se constituye en fuente de desequilibrios monetarios,
porque, cuando comercian con el exterior, registran algunas veces
déficit y otras superávit comerciales que generan fluctuaciones de sus
monedas en el mercado de cambios; es decir, que el mercado de una
moneda, expresado en otra moneda (el bolívar con respecto al dólar, por
ejemplo) puede verse modificado en función de los resultados
comerciales, pero también en función de fenómenos especulativos. Por eso
se creó el Sistema Monetario Internacional que no era más
que un conjunto de reglas aceptadas por los Estados para garantizar,
con respecto a la moneda, una estabilidad de los cambios.
El
patrón oro garantizó esa estabilidad de los tipos de cambio y un
equilibrio automático de las balanzas de pagos debido a la libre
circulación del oro entre los países y a la convertibilidad de sus
monedas nacionales en él. Por ejemplo, si un país importaba más bienes
de los que exportaba, su demanda de divisas era superior a la oferta por
lo que a una parte de los agentes económicos se les imposibilitaba
conseguir las divisas que requerían. Entonces, lo que hacían era
convertir su moneda nacional en oro, y darlo como pago por sus
importaciones, lo que daba como resultado que, los países deficitarios
perdieran oro, y los excedentarios lo ganaran. Pero las
variaciones en la oferta interna de la moneda provocan entonces
variaciones de los precios internos. Por tanto, las exportaciones de los
países deficitarios son más baratas que la de los países con
excedentes. Pero este sistema se desmoronó en tiempos de la I Guerra
Mundial, debido a la fabricación de moneda en excesos y al subsecuente
desarrollo de la inflación que hacían, muy complicado, la
convertibilidad en oro. Y entonces, mediante la Conferencia de Génova
de1922, se decidió que el oro dejara de considerarse como el instrumento
para las transacciones entre países, siendo sustituido por la libra
esterlina y el dólar, eso sí, convertibles en oro, pero que por el crac
del 29 EE UU precipitara el final del patrón oro por la huida de muchos países a esa convertibilidad en oro de sus propias monedas.
Luego
en la Conferencia de Breton Woods, en 1944, que reunió a las 44
naciones que firmado habían la Carta de las Naciones Unidas, se
definieron las nuevas reglas de funcionamiento (dizque precisas, salvo
que precisas hubieran sido para garantizar a la postre una dominación
odiosa) para la fijación de las relaciones monetarias internacionales,
creando para ello al inefable Fondo Monetario Internacional como
encargado de vigilar esas reglas, dominado, hegemónicamente, por EE UU.
El sistema devino entonces en un patrón de cambio oro basado a su vez en
el dólar. Los cambios serían fijos porque cada moneda nacional tenía
una igualdad oficial que declaraba el FMI que
se definía con respecto al oro o al dólar que, al mismo tiempo quedaba
definido, en relación al oro, a razón de 35 dólares la onza. Por tanto
EE UU era el único país obligado a mantener la convertibilidad de su
moneda en oro, dado que, entre otras cosas, poseía por aquellos días los
dos tercios de las reservas mundiales oficiales de ese precioso metal,
mientras que, el resto de los países, sólo debían hacerlo con respecto
al dólar. Por supuesto, toda modificación a esa paridad debía ser
autorizada, muy democráticamente como era su hábito, por el FMI dominado
por el muy también democrático EE UU, aunque en la práctica dicha
medida sólo afectaba a aquellos países que no podían corregir sus
déficits comerciales sino mediante la devaluación. Pero, qe para el caso
de temporales desequilibrios, los países tenían la posibilidad de
obtener créditos particulares en DESs (Derechos Especiales de Giro) que
permitían al FMI exigir a la
vez del país pelabolante (¿entenderá la MUD el alcance
lingüístico de este neologismo?) la implementación de vinculantes
medidas de política económica que beneficiaban directamente al dueño del
FMI: los Estados Unidos de América.
Pero
el sistema nacido de Bretton Woods también fracasó cuando la confianza
en el dólar cayó estrepitosamente debido, entre otras cosas, a un alto
nivel de inflación y a un creciente déficit comercial gringo derivado de
las guerras de Corea y Vietnam que generó una gran especulación contra
el dólar a partir de finales de la década de los 60 del siglo pasado,
donde sospecho que -sí, pero dando empleo, claro está- pudo
haber participado activamente el mozo Guillermito Zuluaga como también
lo hiciera, abiertamente con los carros a comienzo del siglo XXI,
aplicando la
consigna aquella de que: “especulador es especulador hasta que se
muera”. Vista entonces la situación de ataque especulativo contra el
dólar, (acordémosno que la moneda también es una mercancía) EE UU se vio
forzado a terminar con la convertibilidad del dólar en oro el 15 de
agosto de 1971, e incluso a devaluar su moneda mediante los acuerdos de
Washington de ese mismo año. En 1973 los bancos centrales europeos
dejaron de apoyar al dólar y dejaron de valuar sus monedas en relación a
él, poniendo fin esta crisis al sistema de cambio basado en el patrón
dólar y marcar la llegada de la fluctuación generalizada de las monedas.
Y, mediante los convenios de Jamaica de 1976, se abandonó
definitivamente el sistema de cambio fijo en beneficio de los cambios
fluctuantes, sepultando así el sistema de Bretton Woods. A partir de ese
año los países eran libres de adoptar el régimen cambiario que
quisieran. Se podía hablar entonces del patrón
divisa sin convertibilidad en oro. Y, cuando irrumpe en 1999 el euro,
como moneda de la Unión Europea, trae aparejado consigo un nuevo cambio
del Sistema Monetario Internacional, por cuanto supuso la fusión del
marco y del franco, monedas tradicionalmente utilizadas en el cambio
internacional. Pero lo cierto es que, en los años posteriores al acuerdo
de Bretton Woods, el US dólar se convirtió en la moneda líder a nivel
mundial al utilizarse como especie de sucedáneo al oro para corregir los
desequilibrios monetarios internacionales, lo que pudo convertirlo (y
de hecho lo convirtió) en la moneda mundial, puesto que ha servido de
unidad de cuenta, de medio de cambio y como depósito de valor a nivel
mundial, por lo que los demás países decidieron mantener un gran volumen
de sus reservas internacionales en los benditos dólares.
Caramba, pues veo que me pasé de maraca en estas disquisiciones. Pero bueno, entendiendo que lo que abunda, no daña.
Y
vista esa engañosa gesta heroica de carácter económico-financiero,
especie de novela de caballería que posicionara a EE UU como el gran
curaca mundial, habría que ver si hoy, no obstante, pudiera considerarse
por ello el país más rico de la tierra. Pues, de acuerdo con la
definición de Carlitos Marx, quizás pudiera serlo si no fuera porque se
hubiese dedicado, con testaruda vocación de pran, a convertirse en
imperio, cristianizándose a la vez, y por tanto, más bien en parásito de
la economía mundial, como muy bien lo definiera Vladimircito Putin.
Posee el mayor arsenal mundial de mercancías, incluyendo sus armas, pero
que por esa irresistible vocación de
pasarse de listo con ánimo de hegemonizar, hubo de hacerle perder la
perspectiva en tal empeño, llegando hoy al ridículo extremo de deberle a
sus acreedores quizás más del monto de lo que representa ese
inmenso arsenal de mercancías, por lo cual, ese abatido país, no tiene
hoy capital neto; pues, a cada santo lo debe una vela y, para pagar esas
velas, se endeuda más y más.
En
cambio nosotros aquí, humildemente, y sólo con la razonable sabiduría
del alma de un pueblo libertador, y la de los estudiosos, estamos
organizándonos para una realidad socialista autóctona en plena
construcción. Y creo que poseemos mucho más riqueza que EE UU, porque
tenemos un inmenso arsenal de mercancías, incluyendo 294 mil millones de
barriles de petróleo (por ahora) debiendo, de toda esa inmensa riqueza,
sólo un pelín de ella, además de ser un pueblo joven, fresco y
preparándose a todo vapor para los grandes desafíos del futuro.
Por tanto, eso de la MUD y de su naufragado tutor, de que Venezuela tiene que salir de Chávez, a como dé lugar so pena de su desgracia, luce, si no atormentado, por lo menos falto de juicio… ¡Y burda de peligroso! además.
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