La oposición es un autogol perenne, casi tràgico. Como si no le bastara avalar la sanciòn de Estados Unidos contra Pdvsa, ahora le dio por volver invisible a la Vinotinto. Semejante pifia resultò sorprendentemente torpe, sòlo comparable con fallar un penalti frente a un arco con el portero exànime. Les narro la jugada: el pasado lunes 15 de este caluroso agosto, la Asamblea Nacional sometiò a consideración de los diputados un crèdito adicional destinado a financiar las transmisiones de las eliminatorias del mundial de fútbol de 2014. Cuando se esperaba que tal solicitud fuera aprobada por unanimidad, la bancada de la llamada Mesa de la Unidad se opuso con el insòlito argumento de que habìa cosas màs importantes. Todavía las tribunas y gradas no salen de su asombro.
Pocos dìas después, la oposición volviò por sus descaminados fueros para oponerse al retorno de las reservas en oro del paìs a las bòvedas del Banco Central de Venezuela. La vìspera, un diputado escuàlido, denunciador de oficio èl, armò un escàndalo por la decisión soberana de Venezuela de colocar sus reservas lejos de la crisis que trae de cabeza al capitalismo mundial. En esto coincidiò con el ex secretario de Estado para Amèrica Latina de Estados Unidos, Roger Noriega, enemigo jurado de la revoluciòn bolivariana. La coincidencia fue en contenido, dìa y hora, para corroborar cualquier parecido con la realidad, como dirìa en el pòrtico de sus novelitas el memorable Marcial Lafuente Estefanía.
Antes, cuando el Departamento de Estado decidiò aplicar sanciones a Pdvsa por sus relaciones comerciales con Iràn, la mesa de la unidad mostrò su desuniòn. Los socialdemócratas que hacen vida en su seno condenaron tibiamente la sanciòn. Los ex izquierdistas acogidos en la coalición reaccionaria se hicieron los locos y salieron al baño o a tomar agua, acosados por una repentina sed. Y los ultraderechistas del archipiélago opositor apoyaron con entusiasmo el castigo a nuestra industria petrolera. Todos se sabìan observados desde la embajada de Valle Arriba.
Lo de las transmisiones premundiales de nuestra selección de fútbol de verdad no se esperaba. Después de la brillante actuación de los muchachos de Cèsar Farìas en la Copa Amèrica, donde conquistaron un honroso e històrico cuarto lugar, los de la Mud llegaron al parlamento gritando “la Vinotinto somos todos”. Luego, cuando se les pidiò su voto para apoyar un crèdito para las transmisiones de las eliminatorias mundialistas, salieron con el drible de que “hay cosas màs importantes”. Ni sus electores esperaban esa gambeta.
Las jugadas inexplicables continuaron con el asunto de las reservas internacionales. Otra vez chutaron contra su propio arco, que queremos suponer es el mismo de Venezuela. Se clavaron un nuevo autogol, monitoreados por el inefable mister Roger Noriega. Ese oro habìa sido sacado del paìs a finales de los 80, entre gallos y medianoche, ante la ira del paìs y la denuncia de los mismos medios que hoy se oponen a toda decisión soberana de Venezuela.
¿Por què le duele tanto a la Mud que el oro venezolano salga de las arcas de Estados Unidos y Europa? ¿Por què coincide con un conspirador internacional como Roger Noriega? ¿Por què chuta contra el arco de su paìs? Hay un largo trecho entre decirse Vinotino y apoyar de verdad la selección. Entre proclamarse venezolano y entregar el moro y el oro del paìs.
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