Con todo el descaro del mundo, frescamente, la OTAN armó mercenarios a los que sus aliados de los medios poderosos les colocaron el eufemístico nombre “rebeldes”. Al final de esta última película real de horror, abriéndose paso a sangre y fuego, la OTAN finalmente impuso a una camarilla de títeres, con un gobierno que ha dado en llamar con otro eufemístico nombre “Consejo Nacional de la Transición”, CNT.
Puros eufemismos: mercenarios por “rebeldes”, “Transición” por permanente.
Casualmente, en Venezuela (con las reservas de petróleo más grandes del mundo) también se estableció en 2002, simultáneamente con los planes de la Operación Balboa (de la OTAN), una tapadera de la CIA que llevaba más o menos el mismo criminal nombre con el que ahora envisten al poder ejecutivo en Libia: “Oficina de Transición”.
Qué similitud tan especiosa y qué descarado acto de agresión contra Venezuela que aún se sostiene.
Venezuela, en junio de 2002 pasaba por una etapa de agitación desbordada, con un reciente golpe de Estado encima, y se tenía estipulado, según los planes de la CIA, que en un plazo de cuatro meses el país se encontraría lo suficientemente incendiado como para provocar una gran guerra civil. Todavía se sucedían algunos “goteos militares”, esto es, oficiales activos que se iban pronunciando contra el gobierno y cuyas declaraciones se recogían en grandes titulares por la prensa nacional y extranjera. Por esta época CNN montó más de diez cámaras fijas en la Plaza Altamira cuyas imágenes repetían sin cesar televisoras gringas y europeas pertenecientes al conglomerado comunicacional dependiente del Departamento de Estado norteamericano (Televisa, Fox, BBC,…). La transmisión por televisión de la gran mentira montada con los supuestos pistoleros de Puente Llaguno, que habrían disparado contra la manifestación del 11-A de 2002, fue muy similar a la trácala de las imágenes sobre la toma de la Plaza Verde en Trípoli.
Fue el hijo de Gadafi, Seif el Islam, ante las cámaras en libia quien puso al descubierto todo un montaje mediático y quien declaró, “La OTAN y Occidente poseen altas tecnologías. Interrumpieron nuestra comunicación, mandaron mensajes al pueblo libio mediante las redes libias, cortaron la emisión de nuestros programas, emprendieron una guerra electrónica para generar caos y miedo en Libia”.
Todos estos efectos mediáticos tuvieron en Libia consecuencias fatales para la población y el gobierno: lograron confundir horriblemente, y a la postre desarticular al gobierno.
En Venezuela, el fin de los montajes mediático para acabar con la revolución bolivariana fue exactamente con el mismo tipo de formato: el rey de España junto con José María Aznar estaban buscando inducir al caos en Venezuela, para luego proceder a un “acto humanitario” por parte de la OTAN. Obsérvese que el canal Venevisión, por órdenes del rey de España, recibió el Premio Príncipe de Asturias por la información sobre “los pistoleros del Puente Llaguno”, y luego Patricia Poleo, quien participa en el golpe del 11 de abril del 2002, llega a ser galardonada con el Premio Rey de España de Periodismo. (Patricia Poleo se encuentra hoy protegida en Miami, luego de que se descubriera su participación terrorista en el asesinato del Fiscal Danilo Anderson).
Todo estaba cuadrado mediáticamente, pues, para proceder luego al total descrédito del gobierno; es decir, para pasar a los efectos desestabilizadores que acabasen conduciendo al alzamiento de algún cuartel, al pronunciamiento de algún general. Hay que recordar que para esa misma época, la CIA le ofreció al general Raúl Isaías Baduel, de los baluartes de la resistencia revolucionaria del 11 de abril de 2002, un millón de dólares para que se pasara al enemigo. Este débil general posteriormente cayó en las redes de la corrupción, y como vivía en permanente pánico acosado por la CIA, cedió y se pasó a la oposición venezolana.
Pues bien, la “Oficina de Transición” instalada en Caracas se movilizó con harta precisión, comenzó a contactar líderes de la oposición, se conectó con la embajada de Colombia en Caracas para tratar de establecer una especie de Benghazi en Cúcuta o por la zona de la Goajira colombo-venezolana, a la vez que contratar a un fuerte contingente de paramilitares neogranadinos, disfrazados, que fungiendo como elementos de las fuerzas armadas venezolanas provocasen las primeras chispas de la guerra civil. Todo esto al tiempo que estallaban huelgas de estudiantes de derecha, se rebelaban los empresarios, se llamaba a una huelga petrolera y se provocaban en la grandes ciudades los llamados focos guarimberos.
Cuando la Operación Balboa fue puesta al descubierto por el Presidente Hugo Chávez, los poderosos medios de “El País”, “El Mundo” y “ABC” estallaron indignados contra el “dictador bolivariano”. El editorial de El País fue elocuente: “El presidente venezolano, Hugo Chávez, parece haberse extendido a sí mismo un cheque en blanco para decir lo que le dé la gana, cuando le dé la gana y contra quien le dé la gana. Su homólogo colombiano, Álvaro Uribe, ya había sido objeto de sus atenciones cuando éste le retiró el plácet para mediar ante la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Pero este fin de semana el autoproclamado líder bolivariano ha superado la barrera de la demagogia para formular una acusación tan absurda como grave: Bogotá está fabricando con la desconocida Operación Balboa un casus belli para que Washington inicie acciones de guerra, con la presumible colaboración colombiana, contra Caracas.”
Uno de los puntos en los que más insistió esta Oficina de Transición en Venezuela fue la de generar un conflicto bélico con Colombia. El fallecido general Alberto Muller Rojas lo explicaba diciendo que se buscaba entrar en un conflicto en lo que los estadounidenses llaman “el balance externo”, a través de la neutralización de las capacidades venezolanas con amenazas provenientes de otra potencia rival como el vecino país.
Era una actualización de la estrategia que ahora rugen en el Norte de África, como las ya conocidas y puestas en marcha por el imperio norteamericano en invasiones a Guatemala (cuando derrocaron a Jacobo Arbenz), a República Dominicana (cuando sacaron del poder a Juan Bosch), en Haití (con la expulsión de Jean-Bertrand Aristide), en Chile (con el asesinato de Allende), en Panamá con la masacre de Chorrillo, el zarpazo al gobierno de Manuel Antonio Noriega, el apoyo a todas las dictaduras desde el cono sur hasta México y así sucesivamente hasta el último golpe al gobierno de Manuel Zelaya en Honduras.
Ya la estrategia es no hablar de intervención ni de ocupación extranjera sino del estallido de una fuerza interna en un país “forajido” que por “razones humanitarias” hay que apoyar desde afuera. A los que se rebelan (que son meros mercenarios) se les encasqueta el bello nombre de “rebeldes”.
Ahora en estos nuevos crímenes que se están perfilando en el llamado tercer mundo, pretenderán hacerse con el sello de la cobertura aterciopelada de la OTAN y con el cínico y descarado apoyo de la ONU. Una forma de masacrar más elegante y legalmente. Los planes ya están desatados con el propósito primero de desprestigiar a los llamados “países forajidos” (principalmente los de la ALBA en América Latina), convertir a sus líderes en monstruos, para luego proceder con la técnica del disparo en la nuca, tal cual como lo lograron hacerlo con Sadam Hussein y ahora están tratando de proceder con Gadafi.
Lamentablemente los países árabes se encuentran muy fragmentados, desintegrados y existe un pastiche llamado Liga Árabe, cuyo Secretario General Árabe Amro Musa apoyó primero la zona de exclusión a Libia para luego unirse a las decisiones de la OTAN de invadir y destrozar a ese país. Insólito, que estas alturas persista esa horrible desarticulación entre los países árabes, en el cual Jeque quiere ser más amigos del imperio euro-americano que el otro.
Ese pastiche que durante una época se trató de reavivar en América Latina con la OEA, no le ha funcionado hasta ahora al imperio norteamericano, y difícilmente le funcionará. La oposición venezolana desesperadamente ha tratado con el apoyo gringo de que se le aplique a Venezuela la Carta interamericana que es un paso que consideran previo y vital a la intervención de fuerzas multilaterales.
Pues bien, Venezuela, sigue bajo la fija mira de la OTAN, desde hace aproximadamente una década cuando fue denunciado el Plan Balboa, y con un año electoral por delante, como el del 2012, todas estas estrategias se afinan y ahora mismo se encuentran a millón. Ya la Oficina de Control de Activos de Extranjeros (Office of Foreign Assets Control), la OFAC, dependiente del Departamento de Estado de Estados Unidos, ha lanzado un alerta declarando como capos del narcotráfico a cuatro miembros de importantes instituciones venezolanas: El general Cliver Alcalá, de la Cuarta División Armada venezolana, al diputado a la Asamblea Nacional Freddy Bernal, ex alcalde de un municipio en Caracas; al presidente alterno del Parlamento Latinoamericano, Amilcar Figueroa y Ramón Madriz Moreno oficial de inteligencia.
Pues bien, la guerra contra Venezuela está desatada desde hace tiempo, y está pasando pasa a una fase aún mucho más crítica y preocupante.
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