"La política imperialista de Estados Unidos con la pretensión de aislar a Venezuela está plenamente derrotada." Presidente Hugo Chávez. La Habana, 29 de abril de 2005
Después del despiadado ataque que sufrió Venezuela a manos de la logia anticastrista que desde el Departamento de Estado dictamina la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina, la administración Bush finalmente le sacó la bandera blanca a Venezuela, admitiendo su estruendoso fracaso en tratar de aislar a gobierno del presidente Chávez de la comunidad interamericana.
La batalla mediática contra Venezuela se inició inmediatamente después del referéndum revocatorio del 15-A y las elecciones regionales del 31-O, cuando la oposición venezolana fracasó en derrocar al presidente Chávez por la vía electoral a pesar de los enormes recursos logísticos y financieros que les facilitó Washington. La extinción de la Coordinadora Democrática, la perdida de espacios políticos y la desaparición de los politiqueros puntofijistas de las pantallas de televisión, obligó a la administración Bush a tomar una posición mas agresiva con respecto a Venezuela, asumiendo el discurso político de la oposición y su objetivo de sacar a Chávez del poder.
El caso Granda y las cizañas que sembró la administración Bush en las relaciones colombo-venezolanas al pretender vincular al gobierno venezolano con las guerrillas colombianas, también resultaron un fracaso. Luego de presumir que Venezuela ofrecía un "santuario" a grupos "terroristas", la administración Bush quiso hacer ver que la compra de equipos militares a España y Brasil por parte de Venezuela representaba una fuente de provisiones para las FARC, solo porque a diferencia del puntofijismo pitiyanqui, Venezuela esta vez realizaba una compra militar de manera soberana y sin pasar por la alcabala del Pentágono. De la misma forma, Washington comenzó a ejercer presión sobre países de América Latina por distintas vías para que endurecieran su posición contra Venezuela y lo acompañara en su cruzada intervencionista. Con la mayor desfachatez, el subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Roger Noriega, pedía ante el comité de relaciones internacionales del congreso estadounidense el pasado 9 de marzo, "apoyar elementos democráticos en Venezuela", lo cual se traducía en mas recursos para financiar las actividades desestabilizadoras de la oposición golpista venezolana, así como "hacerle entender a los vecinos de Venezuela las implicaciones para la región que tiene los deseos profesos de Chávez en extender su revolución bolivariana…" Asimismo, el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, realizaron una gira por varios países de América Latina con el fin de promover su agenda neoimperialista en la región y lograr que Venezuela fuese considerada un "estado problemático" que requería ser aislado de la comunidad interamericana. Sin embargo, ambas giras constituyeron un enorme fracaso, pues a excepción de dispersas declaraciones infundadas por parte de subordinados derechistas, la administración Bush no logró el apoyo que esperaba de los "países aliados" para la militarización del continente y mucho menos para "contener" el proceso bolivariano en Venezuela.
En Brasil, el Partido de los Trabajadores (PT) reaccionó a las infundadas acusaciones de Rumsfeld, y asumiendo una posición digna y solidaria con Venezuela en defensa de los procesos de transformación progresista de la región, aseguró que "América Latina no es una extensión de Estados Unidos." El secretario de relaciones internacionales del PT, Paulo Ferreira, también manifestó que la "reprimenda" de Rumsfeld a Venezuela no procedía ya que la creencia de que los países de América Latina orbitan en torno a Estados Unidos ha cambiado, por lo que dichas acusaciones solo revelan "una mentalidad que, infelizmente, aún está presente en el estado americano, que considera a América Latina una extensión de su territorio". (RNV, 25 de Marzo de 2005) Para Ferreira, en América Latina "vivimos un nuevo ciclo con nuevos gobiernos que tienen concepciones de integración regional y de autodeterminación". (El Universal, 25 de Marzo de 2005) El propio presidente Lula manifestó días mas tarde en la Cumbre de Guayana junto a los presidentes de Venezuela, España y Colombia, que en Brasil "no aceptamos difamaciones contra compañeros... Venezuela tiene derecho a ser un país soberano." (La Voz, 30 de Marzo de 2005) En el mismo escenario, el presidente Rodríguez Zapatero le reclamó a Estados Unidos su intromisión en los asuntos bilaterales de Venezuela y España, y exigió respeto tras firmar un convenio para el suministro de 8 lanchas patrulleras y 12 aviones de transporte para la lucha contra el terrorismo, narcotráfico y crimen organizado, no sin antes recordarle que el propio presidente de Colombia "bendijo la operación pese a que su país sería el primero en temer una amenaza militar venezolana." (Aporrea, 31 de Marzo de 2005)
Durante la gira de Rice, la situación no fue muy distinta. En rueda de prensa conjunta, el canciller brasilero, Celso Amorim, le exigió "respeto a la soberanía venezolana." (La Jornada, 27 de abril de 2005) Incluso en Bogotá, después de continuar su arremetida contra Venezuela afirmando que la compra de armas y actividades del gobierno "pueden ser desestabilizadoras" en la región (Panorama, 28 de Abril de 2005), la canciller colombiana, Carolina Barco, le dejó claro que la compra de armas constituye una "decisión soberana" de Venezuela (La Jornada, 28 de Abril de 2005), distanciándose así de las declaraciones del Ministro de la Defensa, Jorge Uribe, quien para congraciarse con su invitada, se hizo eco de la misma "preocupación".
[La arrogancia intervencionista de Rice llegó al extremo de pretender inculcar "la tarea de nuestro tiempo" de acuerdo al credo neoimperialista de la administración Bush: "aquellos que vivimos del lado de la libertad tenemos la obligación de ayudar a los que están del lado equivocado."]
Una vez en Chile, el fracaso de la política de hostigamiento contra Venezuela dictaminada por la logia anticastrista de Washington encarnada por Roger Noriega y su asesor privado, Otto Reich, se hizo evidente: la administración Bush no encontraba aliados en el mundo para enfrentar al gobierno de Chávez. (The New York Times, 26 de Abril de 2005) El propio presidente chileno, Ricardo Lagos, le dejó claro que en Venezuela "hay un mandatario legítimamente elegido y una oposición que tiene que estar a la altura de sus desafíos para poder cumplir con el rol de una oposición adecuada," por lo que era fundamental que Estados Unidos "bajara la retórica." (Panorama, 27 de Abril de 2005)
Igualmente frustrante para Rice, fue percatarse de la imposibilidad de manejar la OEA a su antojo para aplicar la Carta Democrática contra el gobierno del presidente Chávez, debido a que su nuevo candidato a la secretaria general, el mexicano Luis Ernesto Derbez, sería eventualmente derrotado por el chileno José Miguel Insulza. No obstante, Rice merece el crédito de haber contado con la habilidad que no han mostrado sus colegas anticastristas para reordenar su política exterior hacia Venezuela y negociar su derrota en la OEA con el fin de evitar una humillación publica que solo exacerbaría los ánimos guerreristas de Washington en momentos en que la administración Bush aun debe resolver como salir de su empantanada campaña en Irak y afrontar el desafío nuclear de Corea del Norte.
Después de intensas negociaciones con México y Chile, Rice forzó la renuncia de Derbez a favor de Insulza a cambio de un pronunciamiento que se hiciera eco de sus "preocupaciones" sobre Venezuela. El "consenso" logrado en la OEA en torno a la candidatura de Insulza le permitió a Estados Unidos disipar su derrota ante la opinión publica y lograr algún tipo de influencia sobre la gestión del nuevo Secretario General. Así lo confirmó el propio Roger Noriega cuando manifestó que la elección de Insulza había sido una victoria para Estados Unidos ya que la presentación de un candidato único solo fue posible gracias al "liderazgo" de la administración Bush que "desempeñó un papel fundamental para que Derbez retirara su candidatura." (El Universal, 3 de Mayo de 2005)
A pesar del anticastrismo exacerbado que a ultima hora llamaba a detener de cualquier manera el "eje Venezuela-Cuba" (El Universal, 29 de Abril de 2005), Rice dio curso al viraje de la política exterior estadounidense hacia Venezuela, disipando sus "preocupaciones" y dirigiendo su discurso hacia las "democracias frágiles" de Ecuador y Bolivia, y sobre "lo que acontece" en Cuba (La Nación, 29 de Abril de 2005), aun cuando seguramente su atención se dirigirá pronto hacia Perú, donde una comisión del congreso acaba de acusar al presidente Alejandro Toledo "por presunta asociación ilícita para delinquir y acciones contra la fe pública por un caso de falsificación masiva de firmas" (Panorama, 4 de Mayo de 2005), o hacia México, donde un pueblo indignado colmó las calles masivamente para protestar la desfachatez de la oligarquía mexicana para evitar que el alcalde izquierdista, Manuel López Obrador, se alce con la presidencia en las próximas elecciones.
En sintonía con las declaraciones del presidente Lula prediciendo la eventual normalización de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Venezuela, Rice también omitió al gobierno venezolano en su discurso de apertura de la 35 Conferencia del Consejo de las Américas, refiriéndose mas bien a la elección de Insulza en la OEA, su reciente gira por América Latina, los procesos democráticos en la región y el "desafío de un crecimiento económico con equidad." Por su parte, Rumsfeld hizo también lo posible por evitar pronunciarse sobre Venezuela y solo llegó a manifestar su negativa a que Estados Unidos "haga algo" para contener el avance del proceso bolivariano. Sin embargo, quien enarboló la bandera blanca para declarar su derrota tácita en la batalla mediática de Washington contra Venezuela, fue el anticastrista Roger Noriega, tras admitir que "de ahora en adelante [Estados Unidos] cambiará su estrategia de permanente confrontación con Caracas y se dedicará a priorizar las relaciones positivas que tiene con el resto de los países de América Latina", además de buscar "mantener un diálogo serio y constructivo con el Gobierno de Venezuela." (El Universal, 4 de Mayo de 2005)
La batalla mediática contra Venezuela fue ganada por la sociedad civil, militar y política venezolana que respondió con dignidad y coraje la furia neoimperialista de anticastristas y neoconservadores estadounidenses. Atención especial merece la decidida actuación del presidente Chávez, quien honrando la memoria de nuestros Libertadores resistió la agresión avasallante del imperio dentro y fuera de Venezuela, articulando de manera excepcional su política petrolera y económica con una política exterior basada en el respeto a la soberanía y la promoción de la integración regional en el marco de un multilateralismo pluripolar que comparten gobiernos progresistas de Europa y América Latina, que aunado al compromiso gubernamental hacia la defensa de la democracia, derechos humanos y la lucha contra el burocratismo, corrupción, pobreza y exclusión social, le ha permitido crear un sólido piso político en lo interno y un fuerte apoyo solidario en el escenario internacional. En este sentido, el gobierno venezolano hace lo correcto en darle la bienvenida a la nueva política exterior de Washington y ratificar el "deseo en establecer relaciones constructivas, de respeto y cooperación con Estados Unidos." No obstante, la "guerra" no ha terminado. Estados Unidos aun mantiene un importante financiamiento a la misma oposición extremista que protagonizó el golpe de Estado del 11 de abril y el sabotaje petrolero. Además, la experiencia indica que con los grandes intereses que tiene Washington en la región, su paso hacia atrás con respecto a Venezuela podría significar que eventualmente dará dos mas hacia adelante, y en este sentido, el gobierno y pueblo de Venezuela deberán estar atentos para responder adecuadamente y de manera oportuna cualquier otro intento de desestabilización o agresión contra Venezuela.
(*) Internacionalista