A partir del derrumbe del “Muro de Berlín”, surgió un nuevo orden global que no ha eliminado la fuerza como el instrumento fundamental del ejercicio del poder. La desaparición del paradigma Este-Oeste coincidió con el surgimiento de profundos antagonismos dentro de los segmentos Norte-Sur y Sur-Sur, cuya manifiesta expresión han sido, entre otras, las guerras del golfo pérsico, las invasiones a Irak, a Afganistán, a Palestina, los conflictos bélicos en los Balcanes, en el cercano oriente, la amenaza permanente a las nacientes democracias, a las democracias emergentes, sobre todo en América Latina, que hoy avanza en la construcción de una nueva sociedad.
La Organización de Estados Americanos (OEA), nació bajo el supuesto de contribuir con el establecimiento de la paz, la democracia y la justicia social, en el universo y el hemisferio. Sin embargo, ha favorecido el desarrollo de políticas inspiradas en el uso de la fuerza, por tanto, estimuladoras de conflictos armados; ha contribuido a la ejecución de los planes estadounidenses de dominar el hemisferio, a través del establecimiento de un mundo unipolar. En ese sentido, bien vale la pena recordar que, el ex Presidente de Estados Unidos George Bush, desde el inicio de su primer período de gobierno, formuló la llamada “Política de Seguridad Nacional” que incluía entre sus preceptos el concepto de “ataque preventivo”, política con la cual justificaba la intervención militar de los Estados Unidos, en aquellos países que considerara como una amenaza para su seguridad nacional.
Así tenemos que, en la Asamblea General de la OEA, realizada en Guatemala, el año 1999, formulo su tesis sobre la “diplomacia preventiva”, con el supuesto objetivo de reforzar la defensa de la democracia, en el hemisferio. Pretendía el gobierno estadounidense, hacer coincidir la “diplomacia preventiva” con el suyo de “ataque preventivo”; para ello, manipuló el concepto de “diplomacia preventiva”, el cual había sido acogido por la ONU, cuyo sentido no era otro que el de establecer una especie de “alerta temprana para evitar la proliferación de controversias y/o conflictos entre dos o más partes; el cual, en ningún momento sugiere la intervención temprana para anticipar los peligros potenciales o las crisis de carácter doméstico de los Estados; cuya utilidad es, para prevenir situaciones que pongan en peligro la paz mundial y no para garantizar la integridad de un régimen político determinado”. A dicha propuesta se le veía, con demasiada claridad, la costura. La intensión estadounidense no era otra que producir una resolución en la OEA, que sirviera de justificación a sus pretensiones de actuar en contra del Gobierno del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, pretendía, el gobierno norteamericano, abrogarse el rol de gendarme del hemisferio, desde entonces no ha cesado en sus pretensiones.
Diversos han sido los mecanismos, las instituciones, las artimañas, que los gobiernos de Estados Unidos han utilizado para desestabilizar el gobierno venezolano; los artificios y las emboscadas utilizadas, sin ningún disimulo, los han enredado en sus propias maniobras, han engañado y se han engañado; y lo que es peor, se han vuelto tramposos, ya nadie cree en ellos. En su último afán por derrocar el Gobierno Bolivariano de Venezuela, presidido por Nicolás Maduro, como lo han hecho siempre, recurrieron a un gobierno títere que se prestara para ésta nueva celada. Ricardo Martinelli, presidente de Panamá, sería el muñeco que danzaría al ritmo de las notas dadas por su ventrílocuo. Que mal les salió la jugada. Nunca antes en la OEA una proposición había recibido tanto rechazo: 29 países, de 32 que votaron, manifestaron su respaldo irrestricto al pueblo venezolano y su gobierno constitucional. De nuevo fallaron en su “ataque preventivo”.