El decreto del presidente Barack Obama, luego del impacto inicial, ha desatado una serie de fuerzas cohesivas tanto internas como internacionales en torno a Venezuela, que deben haber sorprendido a creadores y ejecutores de la orden ejecutiva.
Gradualmente el decreto se ha ido tornando en un “obamazo” con efectos positivos para la posición del gobierno, quien, ante la Injerencia e intervención “imperial”, desarrolla una acertada estrategia comunicacional centrada en la frase “Venezuela no es una amenaza, somos una esperanza.”
Cual dos caras de una moneda, amenaza y esperanza se confrontan, se rechazan y convocan efectos opuestos. Ante la agresión, el presidente venezolano llama al pueblo a estar unido para garantizar la soberanía. En un gesto simbólico, “con dignidad” aboga por el respeto mutuo, defiende la patria y le tiende la mano al gobierno de EEUU. Al tiempo que declara aprobada “la jornada nacional y mundial de recolección de firmas para que se derogue el decreto ejecutivo imperial”.
Paralelamente el ataque a Venezuela se intensifica y apunta a lo que alguien denomina una crisis humanitaria. Se acusa al gobierno de criminalizar la protesta social y el Parlamento Europeo exige la liberación inmediata de presos políticos. Se lo denuncia ante la CIDH, afirmando que se enfrenta una crisis de derechos humanos relacionada con las desacertadas políticas económicas del gobierno. El reporte anual del IPyS, señala que en 2014 ocurrieron 341 violaciones del ejercicio de la libertad de expresión y del derecho de información. La SIP denuncia ante la CIDH los "oligopolios mediáticos progubernamentales", especialmente en Venezuela, Argentina y Ecuador. EEUU niega que planee invadir Venezuela y defiende su derecho “soberano” a imponer sanciones, e insta a la OEA a “pronunciarse” ante las “violaciones” de derechos humanos que considera se producen en el país.
En ese contexto, algunas encuestadoras dan cuenta de un descenso de 32 puntos de la popularidad del Maduro desde que fue juramentado y advierten que le será difícil remontar la cuesta antes de las parlamentarias. No hay que menospreciar los efectos que el Obamazo debería jugar en el posicionamiento del Presidente y en las próximas elecciones.