Se ve que el tipo tiene garra: impecablemente bien trajeado quiere darse abrazos y apretones con negras, tullidos y hambrientos de los barrios caraqueños. Llega en un jet de sus ejercicios militares por el Caribe, en su dulce limosina para pálidos americanos y va y se mete en un barrio Santa Cruz de Baruta: en cuanto ve a la primera mulata, sus asesores la invitan para que el hijo caritativo y filantrópico del imperio le dé un beso en la mejilla, y los lentes lo ametrallen.
Qué cara pálida tan simpático. Inmediatamente comienzan a estallar los flashes de El Nacional, de El Universal, Globovisión. “Yo estar muy bien aquí. A mí gustar mucho ayudar pobres. Yo querer poner mi oficina en un barrio y comer arepas con cazabe con ustedes; también tajadas, “carotas” y bastante yuca. A mí
gustar también los chinchorros; yo querer quedarme aquí en este cuarto en un chinchorro”. Sabe míster William Brownfield que todos esos cerros son parte de la magnifica obra del gran capitalismo. Y a él le encanta: les lleva fruslerías, minucias como bates y pelotas para paliar las miserias; para que los miserables se diviertan un rato, ya que “él no tener billete verde grande porque yo no ser rico. Yo traer esta cosa poquito porque no tener como el presidente Chávez. Pero poquito bueno”.
Todos esos cerros fueron engendrados en la época aquella de Alianza para Progreso, en la que la alianza fue para asesinar a los pobres de esos mismos cerros, y el “progreso” que trajeron produjo esa expansión maldita que desgarró para siempre a Caracas. ¿Qué coño hace entonces esta rana platanera metida
entre el noble mulataje, pateando los cerros de los desheredados de la tierra y que para sacarlos un poco de abajo? Ridículo. La rana platanera del terror quiere meterse en los mismos cerros que bajaron el 12 y el 13 de abril de 2002, para reponer al presidente Chávez que ellos, los gringos habían derrocado.
Lleva el William Brownfield sus cajitas felices a El Valle y a Baruta, mientras su jefe supremo echa fuego y destroza a los niños en Irak. Cuándo el imperio comience a convulsionar porque sus planes de dominación sobre Venezuela no funcionen, entonces sobre esos mismos cerros, que él ahora visita, caerán bombas y metrallas, dirigidos por los asesinos de los invasores marines. William Brownfield llévate tus mierdas, no queremos tus mierdas. Óyelo bien gringo: ¡LLÉVATE TUS MIERDAS!
Mientras va por esos barrios, los portaaviones US George Washington en su
operación intimidación se mueven por el Caribe.