La ambigüedad del gobierno en las relaciones con los gringos es digna de análisis en los institutos de Estudios Internacionales del mundo. Difícil para los expertos entender cuál es por fin la posición del gobierno venezolano. Un día recoge firmas en el Continente pidiendo que los gringos deroguen un decreto, esas firmas (que alcanzan millones) no son entregadas; no obstante, se dice que obama salió derrotado, el decreto está vigente hasta el día de hoy, Venezuela para ellos sigue siendo amenaza. Otro día intercambian sonrisas, el alto gobierno dice que los gringos ya “no son dolor de cabeza”; más allá se reúnen en Haití, fotos, sonrisas, todo va bien, “hay canales de comunicación”, declaran. Ahora aparece el gobierno acusando a los gringos de “injerencia grosera” y de apoyo al terrorismo. ¿Cómo explicar esta oscilación diplomática?
Esta posición culipandeante en las relaciones con los gringos tiene su origen en la ambigüedad de la ideología que guía al gobierno. Al abandonar el rumbo al Socialismo, al cambiar la estrategia revolucionaria por la monserga socialdemócrata, el gobierno se confina al oportunismo táctico, va por el mundo dando tumbos, sin conexión, sin historia, sin pasado. Un día dice una cosa y a las horas se contradice. El alto gobierno se irrita y reacciona como una fiera para después convocar seminarios para tratar de dar un barniz de seriedad al desaguisado que camina con vida propia. Hablan como fascistas chovinistas y luego aparecen con las banderas de la hermandad. Están condenados a la incoherencia.
La contradicción propia de la socialdemocracia, obligada a pintarse de Revolución, hace que el viento de la geopolítica sumerja al gobierno inconsciente en el torbellino internacional. El gobierno va a pedir dinero fresco a los otros capitalistas, a los chinos-rusos, inmediatamente salta kerry y ladra, suelta la jauría internacional contra el gobierno. No es sin consecuencias ese coqueteo con el otro capitalismo. Los gringos te abrazan en Haití, pero si te desmandas te aprietan. Al gobierno perder los principios socialistas no tiene cómo responder a los gringos más que en la anécdota. No puede tener una política internacional antiimperialista, anticapitalista verdadera más allá de la retórica, porque se desdice en sus alianzas con chinos-rusos, su participación en el mercosur capitalista, su estímulo a la burguesía nacional.
La anterior consecuencia es grave, pero más grave es la influencia de esta ambigüedad sobre la conciencia de la masa. El antiimperialismo quedó como un saludo a la luna. Las arengas de los líderes llamando a zafarrancho de combate quedan como una humorada, los preparativos contra una invasión se transforman en un ejercicio como las escuelas de samba. Todos quedan en ridículo una y otra vez, pierden credibilidad, corren el peligro del pastorcito que gritaba "viene el lobo". La masa se desmoviliza, incrédula, y se dedica a sus asuntos personales. La Revolución pierde su apoyo actuante, del que sale a la calle a defenderla, del que la ama, se pierde la pasión.