En estos momentos, en Estados Unidos, todo gira en torno a las elecciones de noviembre de 2016 para elegir Presidente de la Unión.
Salvo excepciones, como la de Carter que no fue reelecto en 1981, después de la llamada segunda guerra europea, y desde Harry Truman (1945-1953) , demócratas y republicanos han sido alternados en el poder (por el estado corporativo y las sociedades secretas).
En EEUU, el gobierno es el mismo, de derecha, imperialista, promotor del saqueo mundial. Solo varían los jefes simbólicos de ese gobierno, y para ello se permite que dos partidos se disputen el trofeo, tal como un juego de fútbol de mano (rugby).
Si todo sale de acuerdo a las reglas el candidato republicano, será presidente. Pero los demócratas quisieran romper la regla, como en 1981, para igualar en mandatos a sus socios del otro partido.
De allí que Obama endurece su política contra Venezuela, para demostrar una vez más, a los dos grandes electores arriba mencionados, que es más duro que cualquiera que salga del partido del elefante, que ya posee mayoría tanto en la cámara de senados como en la de diputados.
Obama ha renovado su decreto contra Venezuela y apuesta a la continuidad de una invasiva política exterior, contra unos republicanos que de ganar el pre candidato empresario, pudieran entrar en una etapa aislacionista. Obama ofrece la reconquista del "patio trasero" y el aniquilamiento de las nuevas instituciones integracionistas, las que motivo e liderazgo venezolano de Hugo Chávez y sus amigos Lula, Kichner y Cristina.
En suma, los demócratas, intentan hacer méritos ante sus verdaderos jefes para seguir al frente del símbolo presidencial. Poco importa el rechazo mundial, total,jamás le han hecho caso a los países del Sur, menos ahora que se juegan la continuidad en el poder.
Para ello ofrecen hacer lo que no pudo Bush ni Obama en el primer período: Acabar con la Revolución Bolivariana de Venezuela