En estos días de crisis surge como referencia la experiencia de Allende, lamentablemente se hace de manera parcial, fragmentada, y por razones oscuras se mutila la lección principal, la que podría salvar a este gobierno. La experiencia chilena es muy rica. Veamos.
Eran tiempos de derrota, la caída en combate del Che Guevara trajo desaliento en las filas revolucionarias, los pusilánimes arremetieron contra la vía armada revolucionaria y extendieron el desaliento al resto de la posibilidad revolucionaria. Había llegado el fin de la historia, no era posible el Socialismo, el capitalismo era la última estación.
El triunfo de Allende, la llegada de un socialista al poder en medio de la legalidad burguesa emocionó a los revolucionarios, sobre aquella experiencia se volcaron los teóricos y se emocionaron los corazones. El Che le había dedicado a Allende el libro "La Guerra de Guerrillas" con la siguiente dedicatoria: "Al que busca lo mismo que nosotros pero por otros caminos". Allí estaban los otros caminos dando resultados. El corazón revolucionario del continente volvía a latir con emoción, regresaba la esperanza.
Pero no todo era alegría, entusiasmo, las fuerzas contrarrevolucionarias se movían con agilidad, los gringos atacaron la economía, y los reformistas desde adentro hacían su labor de zapa: operación tenaza. La experiencia era atrapada en el pantano de una legalidad burguesa, el capitalismo nacional actuaba defendiéndose, ejerciendo su lógica, y los reformistas aplicaban el freno a la Revolución. De las entrañas de la lógica capitalista se desató la bestia, el ejército instrumento de la dominación burguesa se movió y desechó la candidez de olvidar las enseñanzas del teórico: "las leyes, las instituciones burguesas están construidas para perpetuar la dominación capitalista, cuando esta dominación peligra, las leyes burguesas dejan de tener vigencia, se apela a la fuerza".
Y así terminó la experiencia chilena, sólo queda la enseñanza, ahora, allí en el análisis de la experiencia se da la confrontación. Los reformistas aprovechan para enfilar sus armas contra los revolucionarios, imputan la pérdida a la incomprensión de los "ultraizquierdistas", de los "infantiles" que querían apurar la revolución, que no se detuviera. Otros hablan de los ataques de los gringos, de la "guerra económica", pero ocultan las fallas del gobierno de Allende, ocultan la lucha interna dentro de la Revolución, a todos los que tenían diferencias lo meten en un mismo saco, "ultras", "infiltrados", "terroristas".
Así vienen hoy a nosotros a decirnos, los gringos son malos, nos hacen guerra económica, pero no nos dicen, no aconsejan al gobierno cómo defenderse, al contrario, lo instigan a seguir el mismo camino hacia La Moneda, o lo que es quizá peor la vergonzosa derrota electoral. Nos dicen: "Sigan luchando contra la "guerra económica", pero no se les ocurra tocar al capitalismo, al contrario, estimúlenlo. Sigan repartiendo como locos, vendan todo para conseguir qué repartir, distráiganse con espejismos, con los CLAP, afinquen su existencia en la televisión, sigan inflando la burbuja de mentira, créansela, y dejen a la masa, a los humildes, a los trabajadores sumergidos en la lógica del egoísmo. Con estos consejos la derrota de la experiencia estará asegurada.
Los consejeros, los analistas parcializados de la experiencia chilena, ocultan a Miguel Enríquez, este teórico chileno era un profundo crítico de Allende, y simultáneamente un gran apoyo a su gobierno. Quizá visto después de tantos años, el único apoyo verdadero que tuvo Allende fue el de Miguel, el del MIR chileno, lo criticó y lo apoyó. Otra, sin dudas sería la historia de Chile, si Allende hubiese oído al MIR, a Enríquez. Aún retumban en la historia las palabras con las que Allende, en la hora postrera de La Moneda, cuando todo se definía, consagra el pensamiento del MIR: "¡Es tu momento Miguel!". Y siempre iluminará el camino la frase de Enríquez: "El fracaso será un fracaso del reformismo, no del Socialismo".
