Los ejercicios cívico-militares merecen estudio, son la respuesta que el gobierno propone en una rara lucha antiimperialista. Veamos.
Este tipo de ejercicios, con ligeras y superficiales variantes, se han efectuado en Venezuela desde hace muchos años y con múltiples gobiernos. La Fuerza Armada los realiza periódicamente, es parte de su esencia. Ahora bien, ¿qué haría a estos ejercicios diferentes de los que hacía perez jimenez, o de los del pacto de punto fijo?
La respuesta militar, su calidad, su efectividad estará determinada por la ideología que la sustente. Si la ideología dominante, como en este momento, es la capitalista, hegemónica en la ética social, en la planificación económica, sólo puede producir una estrategia convencional, basada en el aparataje, aviones, navíos, fusiles, cañones, uniformes, legiones, batallones. Y no hay que ser un experto para entender que el imperio lleva la ventaja en este escenario. La masa participa como víctima, o como observador pasivo.
No intentaremos respuesta en lo propiamente militar, ese terreno corresponde a los propios. Sólo adelantaremos que si la hipótesis de guerra es un ataque imperial en cualquiera de sus modalidades, entonces la respuesta militar debe tener inspiración en lo que el Comandante Fabricio llamó la Guerra de todo el Pueblo, y los Vietnamitas llevaron a niveles de asombrosa victoria. Y aquí, el primer requisito es dotar al pueblo, el uniformado y el civil, de razones sagradas para la lucha, para el difícil trance de la guerra, más allá de las frases de ocasión, huecas, que no emocionan, que no levantan pasión.
La ideología revolucionaria, el Socialismo verdadero, no este de hoy falsificado, que en realidad es un populismo, un deficiente asistencialismo, daría otro carácter a la guerra, en ella tendrá participación activa la masa. Y aquí llegamos al meollo del asunto: ¿cuándo, cómo, participa realmente la masa? En la guerra convencional la masa participa bajo los intereses, las reglas de los dominantes, de los explotadores, de los capitalistas, manipulados, narcotizados. En la guerra revolucionaria la masa, los humildes, los desposeídos participan defendiendo a un sistema que los redime como seres humanos, libera a la sociedad de las relaciones de explotación, de despojo, funda el reino de la verdadera libertad, emprende el camino de la humanización del humano y la superación del humano mercancía.
Estamos en condiciones de analizar en sus bases más profundas a los ejercicios. La razón que se les dio fue la lucha antiimperialista. Sin embargo, mientras los ejercicios se realizaban seguían funcionando las compañías imperialistas en el mismo corazón de la Patria y con la venia del gobierno que realizaba los ejercicios. La Gold y las demás compañías trasnacionales sacaban el oro de las entrañas del suelo patrio; en la Faja la situación era similar. Mientras los soldados se batían con entusiasmo y gritábamos contra Obama, shannon el cónsul imperial sigue entrando en Caracas, en Miraflores como Pedro por su casa, opina, da órdenes. Obama reedita el decreto y las firmas antiimperialistas reposan en un cementerio de firmas. Se reúnen cisneros y demás empresarios imperiales cada momento en miraflores. Los chinos, los nuevos imperialistas, calladitos clavaron sus dientes de dragón en la economía.
Está claro que mientras los militares y los civiles se preparan para rechazar una invasión imperial, el imperialismo ya invadió de manera silenciosa. De allí que los ejercicios antiimperialistas sin la ideología revolucionaria nacieron derrotados.
Es indispensable que los militares promuevan un congresillo cívico-militar para el estudio de la ideología que recupere el pensamiento Socialista de Chávez, y desde allí, desde esa ideología revolucionaria, construya la nueva estrategia militar, la nueva doctrina. Que no debe ser, y valga la paradoja, sólo militar, debe ser una estrategia social antiimperialista global, en lo internacional y en lo nacional. Sólo así los ejercicios no serán derrotados de antemano, tendrán veracidad. Y el pueblo humilde, la masa, participará con la moral alta que sólo se consigue cuando se lucha por razones sagradas verdaderas, creíbles, sentidas en el alma.