A este gobierno lo registrará la historia como el gobierno más contradictorio, más errático, desde los días de la independencia. Difícilmente se consigue en las memorias continentales uno igual. Es que la ambigüedad ideológica produce deriva política; el tacticismo, el pragmatismo, no tienen afinidad con la coherencia.
El gobierno es su propio verdugo, con sus mentiras y contradicciones va construyendo su patíbulo, derrumbando sus pilares políticos, disolviendo su credibilidad. Veamos.
Habla de una guerra económica, en ella basa la justificación a la situación difícil que atravesamos, pero el enemigo supuesto, los capitalistas, son estimulados, nutridos con abundantes dólares a precio de regalo y se le entregan trozos de Patria. Se habla de un asedio del imperialismo, sin embargo se coquetea con el “camarada trump”, y se declara sin el menor rubor que éste colaborará en la confección de los clap. Los clap son reputados como el nuevo poder popular, en el hombrillo quedaron el Partido, los consejos comunales, las comunas, pero los clap no pasan de ser un mecanismo de repartición casa por casa, esa es la unidad organizativa mínima, más fragmentación imposible, ni siquiera el vecino ve a los ojos al otro vecino. La repartición, esa es la medida de su éxito. Se habla del diálogo pero a los dialogantes se les ataca a mansalva.
Todo no pasaría de ser una anécdota de la mentira si no fuera por la gravedad de esa actitud. Recordemos que la conducta del gobierno permea a toda la sociedad. La irresponsabilidad con las palabras, con los conceptos se hace costumbre, es certificada, la sociedad entra en una especie de esquizofrenia que servirá de soporte a cualquier crueldad.
La mentira, la pérdida de sentido del lenguaje desconecta a la masa de la realidad, de esta manera acepta cualquier justificación del absurdo. Hoy se prepara para una invasión gringa, los mejores cerebros alertan la amenaza, y al otro día se celebra la llegada de comida de los gringos que viene a “buen precio”. Entonces, los políticos serios que advirtieron el peligro de invasión, que postularon que la carta democrática era su preámbulo, tienen que meterse la lengua en el bolsillo y cargar con su desprestigio. Pero no importa, nadie se recuerda lo de ayer, la consigna es pasar un día como sea, "Dios proveerá", sobrevivir un mes a costa de un “plato de lentejas” si es preciso.
Los militares y sus ejercicios quedan en el aíre, sin justificación, y lo peor es que el apresto de la moral de combate se va al suelo, no se sabe con certeza quién es el enemigo, trump no es, él manda comida, así el antiimperialismo se convierte en una bufonada más. De nada valdrán los buenos equipos militares, la guerra estará perdida antes de disparar el primer S-300, antes de despegar el primer Sukhoi. La coherencia del alto mando de la Revolución no es cuestión de poca monta, es un asunto vital de orden militar y político.
Queda en evidencia la necesidad de recuperar la coherencia del gobierno, única manera de recuperar la moral, la pasión de la Revolución. Así se comienza a derrotar la presión de las oligarquías continentales y europeas, que nos empujan a su democracia burguesa, a que abandonemos cualquier recuerdo de Chavismo, de Socialismo. Esta recuperación comienza por rescatar la solidez ideológica, “la moral y luces” de que hablaba el Libertador. A esta tarea principal debe abocarse el PSUV, podría empezar por convocar un congresillo ideológico, para revisar conductas y teorías. A este congreso se deben invitar a los chavistas de adentro y a los de afuera, que sus tesis se impriman y las discutan en las bases del Partido, y si se quiere en los clap, en las comunas, en los consejos comunales. Se podría invitar a ponentes extranjeros. Sería una conmoción ideológica que sólo podría hacer bien.
Sin embargo, hay un problema: el estudio, la precisión teórica es temida por los pancistas; a oportunistas y renegados les aterra el pensamiento, la crítica, la realidad.