Veo a Donald Trump en su primer discurso del Estado de la Unión, y no puedo dejar de pensar en Ligia Helena, la cándida niña de la sociedad, la que prefirió irse con un "niche" destruyendo, así, el sueño de su madre de tener un nietecito con los cabellos rubios y los ojos rubios y los dientes rubios "así como Troy Donahue".
Trump es supremacistamente rubio, y para ese acto solemne trató de controlar el verbo y las ideas con la misma laca que usó en su disparatada cabellera. El "playboy nacional" como lo adoptó y mimó la cambiante prensa norteamericana que, según el periodista Howard Kurtz, prefería averiguar los nombres de las modelos con quienes salía en lugar de buscar el origen de su fortuna, habló una hora y 20 minutos y dedicó a Venezuela dos líneas: "Mi Gobierno también ha impuesto duras sanciones a las dictaduras comunistas y socialistas en Cuba y Venezuela". Un anticipo de lo que espera a dos países que se han enfrentado a ese poder imperial. El miedo a la expansión del comunismo fue la excusa para el horror sembrado en Vietnam durante diez años de incursión en una guerra que no era suya. ¿Será eso lo que quiere para nosotros?
"Este es nuestro nuevo momento americano. Nunca hubo mejor tiempo para empezar a vivir el sueño americano", dijo. Un sueño donde sólo cabe la "familia norteamericana". No se refirió al cambio climático y anunció la continuidad de la cárcel de Guantánamo. Dedicó mucho de su discurso a los odiados inmigrantes ratificando la construcción del muro con México para lograr una "América fuerte, segura y orgullosa".
Mientras lo escuchaba comprendí la tremenda ojeriza que Simón Bolívar, El Libertador, siempre le tuvo a los "albinos", como llamaba a los norteamericanos.
El investigador colombiano Carlos Bastidas Padilla documenta que en muchas de sus cartas Bolívar les califica de "canalla", "belicosos", "regatones", "capaces de todo", "egoístas", "humillantes" y "fratricidas".
Se ha dicho que la historia de los pueblos es la historia de sus relaciones internacionales y la nuestra con EEUU está llena de desencuentros. Parte de ella reseñada en la letra de nuestro Libertador. En 1820 escribió a José Rafael Revenga, de sus principales colaboradores y quien llegó a dirigir el Correo del Orinoco, que "Jamás conducta ha sido más infame que la de los norteamericanos con nosotros".
Concluye con una frase que estremece por su vigencia: "Ya que por su anti-neutralidad, la América nos ha vejado tanto, exijámosle servicios que nos compensen sus humillaciones y fratricidios. Pidamos mucho y mostrémonos circunspectos para valer más o hacernos valer".
Sí: hagámonos valer…