La retórica venezolana y cubana, es un mismo curso cuando se encuentran en Estados Unidos, es un cruce de palabras con diferentes intereses para lograr que las comunidades le den contribuciones para proseguir con su plan propagandístico de hacerse las víctimas, mientras sus países pasan por un hilo crudo de pobreza y cierre de empresas privadas.
Es una presión y chantaje, cada día hay más presos políticos y disidentes juzgados en tribunales civiles y militares, muchos enferman en prisión. Hay, un solo slogan, morir por la patria, es un cántico a una sola voz.
Los norteamericanos, le siguen enviando al gobierno de La Habana, millones de dólares por diferentes vías, como rutas. Miami esta lleno de disidentes que envían dólares que fortalecen la economía cubana, lo demás son planfetillos, siempre han sido una colonia aliada de los gringos. Lo demás es un juego de palabras.
El presidente brasileño, Lula da Silva, reveló en una oportunidad, los temores de todos: "La huelga de hambre no puede ser utilizada como un pretexto de derechos humanos para liberar personas (...) imagine si todos los bandidos que están presos en Sao Paulo entraran en huelga de hambre y pidieran su libertad". Ahora es un preso provocado por las incertidumbres de Dilma en su ejercicio como presidenta de Brasil. No entendemos el juego.
En el ámbito internacional, la mayoría de los gobiernos guardaron silencio sobre la muerte de Orlando Zapata. Los que hablaron se limitaron a "lamentar" lo ocurrido y repetir la vieja solicitud de libertad para los presos políticos.
Entonces, a quien defendemos. Es una dispersión de ideas, todos, desean convivir como burgueses y, una nueva teoría, El valor de un hombre no se demuestra muriendo sino viviendo para la causa y los ideales que dice defender.
La interrogante para los países pro imperialistas y de izquierda es como manejar la economía mundial y, las consecuencias serias que pueden atraer hacia el pueblo, hoy, desesperado por la hambruna y los productos agrícolas muy debilitados, aunado a la tensión militar. Es un contrapeso, ya que el equilibrio mundial se rompe y crece el riesgo de una escalada militar como viene sucediendo en Venezuela, Nicaragua, Argentina, Honduras y Guatemala.
En Pekín, declaraciones como las de Trump alientan entre los funcionarios del Gobierno la visión de que la guerra comercial forma parte de una estrategia más amplia de su competidor para bloquear su ascenso en el escenario mundial; y de que China se ha hecho demasiado dependiente de la tecnología y los productos estadounidenses.
Las dos potencias ya rivalizan desde hace tiempo en áreas desde la tecnología al control del mar del Sur de China, y la desconfianza mutua va en ascenso. Estados Unidos ha calificado de "rival estratégico" al país asiático en su última evaluación de seguridad nacional; ha aprobado legislación para vetar las inversiones chinas en el sector tecnológico; ha intensificado sus gestos a Taiwán, que China considera parte de su territorio. Por su parte Pekín, que durante años siguió el consejo de Deng Xiaoping de "ser paciente y esconder la fuerza" pero que bajo Xi Jinping aspira a un orden mundial que refleje mejor sus intereses, no piensa aceptar las exigencias de Washington.
Sí se prepara, en cambio, para lo que puede ser un profundo cambio en su relación con Estados Unidos. Un cambio que algunos en Pekín han llegado a calificar de "nueva guerra fría", aunque la situación es hoy muy distinta de la que enfrentó a Washington y la antigua Unión Soviética. Las economías de las dos potencias actuales están demasiado imbricadas y los dos países mantienen muchos más lazos; el mundo no está dividido en dos bloques; la rivalidad militar de ambos se ha ceñido solo a la región de Asia Pacífico.
"Al calificar Estados Unidos a China como rival estratégico, las relaciones entre EE UU y China van a afrontar un cambio estructural profundo", escribía el mes pasado el alto asesor gubernamental Long Guoqiang en un comentario de gran repercusión en el Diario del Pueblo, el periódico del Partido Comunista de China.
"Como las dos principales potencias, es normal que China y EE UU. mantengan tanto cooperación como competición… Debemos dejarnos de ilusiones sobre la guerra [comercial], pero también tenemos que mantenernos racionales y trabajar duro para mantener la estabilidad general".
Pero, incluso en China, el pensamiento no es unívoco. Algunos analistas ven en la presión de EE UU una oportunidad para poner en marcha -discretamente, lejos de los focos- reformas que Pekín misma ha dicho que necesita y que se encuentran en el programa de Xi, aunque el presidente no ha llegado a ponerlas en marcha.
"La situación se ha convertido en algo guiado por las emociones, la necesidad de salvar la cara, y parece que no haya manera de apearse del carro", afirma el analista Hu Xindou. Pero Pekín -aduce- podría "cambiar en la dirección que pide EE UU por debajo de la mesa. De hecho, el primer ministro, Li Keqiang, ha destacado constantemente en conferencias la necesidad de reducir la intervención en la microeconomía".
Pero, lo más importante en todo es que, Cuba y Venezuela salieron a festejar en un gran acto en Manhattan con afroamericanos, lo que indica que la izquierda se fortalece en el pueblo norteño, donde una foto del comandante Chávez no podía faltar, los discursos hicieron sus efectos.