"¡Ojalá, vengan los Gringos y acaben este país con sus bombas!". Con rostro mal expresivo, salía esta solicitud de un señor que aparentaba ser; y un poquito más de la tercera edad, dirigiéndose a una fémina con quien conversaba en una cola para entrar a una agencia bancaria. Yo me encontraba exactamente detrás de ellos; por lo que mis antenas biológicas podían escuchar sin dificultad aquella fatídica pretensión de la cual el mismísimo solicitante no se salvaría. (Cuando el precitado anciano nombró el término "País" lo hizo haciendo apología a lo escatológico). De pronto, escucho a la dama, de mediana edad, diciéndole al irritado decrépito, esta exclamación: "¡Señor, Dios nos ampare de una intervención militar!". En su alienación y su ignara conducta, el pretensor continuaba esgrimiendo epítetos y disparates desbordantes hacia su interlocutora.
El cuerpo de la conversación fue agarrando calor, a la sazón que la señora le pregunta al caduco "¿Señor, usted no tiene hijos ni nietos?" "¿Le gustaría verse en una silla de ruedas, sin una pierna o sin un brazo y con una bolsa de colostomía adherida a su abdomen?" o que un misil caiga sobre el techo de su casa o en el de alguno de sus parientes queridos. Lanzando por un barranco la pregunta, el viejo le increpa: "deben venir esas gentes (Norteamericanos) y acabar con esta pandilla de bandidos)". La mujer le responde, palabras más, palabras menos: "Don, usted, con los años que tiene encima, no sabe aún lo que significa una intervención militar; en esas actuaciones no hay selección ni clasificación partidista, ni ideológica; no perdonan edad, sexo, raza ni condición social. Así que piense lo que dice; y no esté hablando pistoladas". Noté que el vetusto no tuvo capacidad de respuesta y fue poniéndose como verde. Miraba a la dama con aires de desprecio. Aunado a ello, le proliferó ¡"A lo mejor tú eres chavista"! Élla le responde: "No se trata de un color, ni de una preferencia electoral, se trata de la integridad territorial, de la soberanía de la Nación donde usted y yo nacimos, etc, etc". El guachimán abrió la puerta del banco ante la angustiosa espera de los clientes, diluyéndose la plática entre las dos personas de diferente generación, pero ambos Venezolanos, nacidos en esta tierra hermosa. El senil se dirigió a cobrar su pensión a la taquilla que podría ser el blanco de una granada del invasor; y la hembra se dirigió a una de las promotoras de la entidad financiera
¡Vaya qué diálogo el que acababa de oír! No estaba alejado de la realidad histórica. Ya, no lo decía un escueto coterráneo, -retrotrayendo el tiempo-, sino un funcionario importante del gobierno, tal es el caso del General Juan Vicente Gómez, allá por el año 1908, haciendo uno de los llamamientos más míseros en contra de nuestro país, en palabras de José Luís Salcedo Bastardo: "¡Que vengan naves de guerra europeas, norte y suramericanas, para ayudar mantener el orden interno del país!" – No obstante al parecer una ficción, aún se oyen voces agoreras en pleno desarrollo del Siglo XXI. ¡Qué falta de patriotismo! como le argumentaría Blanco Fombona a Gómez, ante tal infamia. Diría mi anciana madre: "¡Obscuridad para la casa y claridad para la calle!". A pesar de que son épocas distanciadas, pero de que vuelan, vuelan.
Aquí les tengo otra perlita, mis apreciad@s aporreahabientes de esas que quedaron enterradas en la arena de la historia Venezolana. Se trata nada más y nada menos que la visita que realizó a nuestro país, el Vicepresidente de los Estados Unidos de Norte América (EUA), el año 1958, por el mes de Mayo, el entonces señor Richard Nixon. Unos manifestantes universitarios y liceístas con pancartas frente al Panteón Nacional exclamaban: "¡No olvidamos a Guatemala!", otros, "¡Go home Mr.Nixon!" y otras tantas que no recuerdo por la corta edad que yo tenía. Ante el temor de que el supracitado personaje, pudiera sufrir algún daño, según vocería oficial de los (EUA) –como lo manifiesta Ramón J. Velásquez en sus memorias- desde Washington se informaba que estaban acantonados en Puerto Rico, dos batallones de Marines y Paracaidistas los cuales serían inmediatamente aerotransportados a tomar territorio Venezolano. Según el aventajado escritor y periodista: decía que las unidades que vendrían a poner "Orden", pertenecían a 101 División Aérea de Fort Cambell, Kentucky; y estaban compuestas de más de 1000 soldados que vendrían a profanar nuestro suelo. Los integrantes del partido Unión Republicana Democrática, condenaron los hechos, pero a su vez, criticaron la forma precipitada de esa gran potencia de amenazar la soberanía del territorio Patrio. Al menos, tenían espíritu de pertenencia, y no los abordaba la falta de dignidad. Ellos mismos reconocieron la acción insolente del extranjero de invadir o intervenir militarmente a otro país en desventaja de tecnología castrense, en el caso que nos ocupa, Venezuela. Casi que se repite la historia de Gómez (mal conocido como el Bagre).
No es en balde mencionar que para 1902, nueve barcos extranjeros: (02 alemanes, 02 italianos, 02 Norteamericanos, 01 inglés, 01 francés y otro de holanda) en patota, aparecen y merodean frente a las costas Venezolanas, so pretexto de cobrar una deuda económica que tenía el gobierno del Presidente Castro. Se produjeron múltiples y sucedáneos combates en Puerto Cabello, Maracaibo, entradas del Orinoco. La mayor ambición extranjera: Apropiarse de la Isla de Margarita, para establecer allí dos bases militares ¡Qué osadía! ¡Qué ignominia!. Desventuras que quedaron selladas en acontecer del pretérito Nacional. Es menester que la juventud que sienta amor por su patria, conozca estos sucesos que no fueron producto de las casualidades; y que Dios libre no se repita la historia de esos hechos que marcaron hito de la historiogeografía de la Nación. A éllos les corresponderá echar el cuento.
Allende las fronteras, no escapan las intervenciones militares, verbigracia, como ocurrió en Guatemala, en 1954. Ávidos de emoción, vociferaban los radios y la prensa internacional desde la Organización de los Estados Americanos (OEA): "¡La cortina de hierro está descendiendo sobre Guatemala!" Todos estos acontecimientos en complicidad de la CIA y la empresa transnacional denominada United Fruit Company (UFC). El bombardeo –según los relatos de los historiadores- fue ejecutado con aviadores Norteamericanos, quienes realizaron los bombardeos en los F-47 que poseían para masacrar al hermano pueblo. Las causas se le atribuyen a la expansión de la economía y a la aprobación de la Reforma Agraria que le causó aspereza a la gran empresa transnacional y a los grupos oligárquicos, ya que empezaron a sentirse desplazados por las medidas beneficiosas del presidente de turno. Esa expedición militar causó un gran estrago en la población, violándose sistemáticamente los Derechos Humanos en esa Nación centroamericana. Muchos autores hablan de un Genocidio que dejó más de 200.000 muertos sembrados y miles más de desaparecidos. La UFC poseía el 99.1% de las tierras productivas y el resto de la población estaba desposeída. Claro está, las numerosas familias oligárquicas se alertaron ante las medidas de justicia, impuestas por el mandato de turno, empezando desesperadamente a tomar medidas de venganza, con los resultados de una intervención militar con una valija de asesinatos.
Recientemente de un tiempo para acá, ha venido recrudeciéndose en nuestro entorno Nacional, expresados por ciertos sectores de la política opositora de la sociedad -aunque lo considere más de lo mismo- un llamamiento hasta descarado públicamente, de una intervención militar en Venezuela, sin medir las consecuencias y los efectos de tal invocación, que hasta los más mentecatos lo repiten como loros, tal cual el carcamal del relato de la cola en el banco. La narración de las intervenciones militares que antecedió pueda que correspondan a otras épocas y a otras Naciones, pero de que estemos exentos, eso no hay que ponerlo en dudas, cualquiera sea su modalidad. Vendrían como caninos furiosos sin poseer conciencia a quiénes van a producirle la fatal dentellada. Y, si hay quienes propician estas intromisiones, que Dios los agarre confesados. Perdónalos, Dios mío, porque ignoran lo que desembuchan. Los que pregonan esos infortunios, lo hacen en su propia torpeza. El Todopoderoso los libre de que tengan que recoger sus propias migajas. Es muy sabido por todos que la doctrina nos habla muy elegante de los pactos de no-agresión, pero cuando las garras de los imperios salen a relucir, no hay convenios, ni tratados que valgan; echan fuera de borda los principios del Derecho Internacional. Lo que hacen con las manos, lo desbaratan con los pies. Usted, como persona verbo-pensante ¿qué piensa de todo esto?
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