Detrás de un hecho, bien que éste haya sido creado con malas o buenas intenciones para ser ejecutado, siempre hay al menos una razón de peso para impulsarlo, y detrás del mismo una o varias personas responsables del de llevarlo a cabo.
Hoy en este nueva entrega trataremos de refrescar lo que muchas veces se ha dicho, es decir, las razones por las cuales el gobierno Norteamericano, con Donald Trump a la cabeza, arremete fieramente contra Venezuela, aunque para ello no haya tenido aun la necesidad de ordenar disparar un solo tiro.
EE.UU a lo largo del tiempo ha venido demostrando que siempre ha estado presto a llevar acciones, incluso, al lado de la muerte, con tal de imponer su poder.
Para ello ha empleado método disuasorios hasta donde han podido, pero al final, si la situación lo “amerita”, se han inclinado en promover las temibles guerras para lograr sus objetivos.
En el primero de los casos, y las experiencias así lo demuestran, en naciones como Irak, Afganistán, Yemen o Siria, y ahora en Venezuela, la “guerra de cuarta generación”, como se le llama, jugó y viene jugando un papel fundamental; y en el caso de Venezuela la vemos presente para pretender deponer al actual gobierno y la voluntad mayoritaria de los venezolanos.
Hay quienes aún creen que todo lo que está pasando alrededor del país es culpa del gobierno revolucionario, que ha intentado, primeramente con Hugo Chávez a la cabeza, y ahora con Nicolás Maduro, consolidar un sistema socialista en la nación, que aún está lejos de serlo.
Pero la realidad de toda esta adversidad está implícita en el imperio, que de manera injerencista y despiadada, con el solo interés de apoderarse de las riquezas de los países más vulnerable, ha hecho que sus laboratorios estimulen el caos de sus economías, al extremo que buscan también desaparecer sus alimentos y las posibilidades de adquirir las propias medicinas, con el solo deseo de doblegarlos.
Todo, reiteramos, tiene un solo fin: hacer que la población de los países en conflicto con el imperio, cansada y molesta por tanta carestía, la emprendan directamente en contra de sus propios gobiernos, y hacerlos ver como únicos culpables de todo sus dramas y males, a pesar que lo han elegido una mayoría –caso Venezuela- de manera consolidada, libre, democrática y soberana.
Para ello el imperio se ha venido apoyando en las bases de las grandes Corporaciones de la Comunicación Social, para desplegar, por todo el mundo, toda una campaña mediática, llena de mentiras y falsos positivos, que lo conduzcan al éxito.
Pero además, desde el propio Pentágono y con las estrategias de la CIA, ejercen también las presiones necesarias a otros países, caso Colombia y todas aquellas naciones que conforman el Grupo de Lima, para que arremetan en contra de la legitimidad del gobierno que preside, en este caso, el Presidente Maduro.
La presión del imperio para fustigar a Venezuela llega incluso a Europa, que bajo la presión de la supremacía y el poderío armamentista que ostenta, han obligado de rodillas a las naciones del viejo Continente a enfilar también sus dardos en contra del pueblo venezolano.
De manera deprimente y sin dignidad acabamos de ver la actitud que ha asumido el presidente de España, Pedro Sánchez, en contra de nuestro país, a pesar que su conciencia, en un principio, lo instaba a apoyar al gobierno legítimo del Presidente Maduro.
Es evidente entonces que la crisis que afecta a Venezuela tienen un responsable directo, que no es más que el imperio, que pretende en primer lugar apoderarse del petróleo de todos los venezolanos, incluyendo su oro y todo lo que aquí pudiera conseguir para satisfacer las demandas de esa nación.
Más de un venezolana se preguntará, en este sentido, especialmente los opositores, el por qué antes no pasaba nada de lo que está ocurriendo ahora en Venezuela.
La respuesta es simple. El imperio, en primer lugar, desea imponerle al pueblo venezolano un fuerte castigo, una reprimenda, por el solo hecho que el país se atrevió a elegir a un Presidente que promovió el cambio del sistema capitalista al sistema socialista, aunque éste último no se haya podido consolidar, como es el deseo de la mayoría de los venezolanos.
Más allá de eso el imperio no le perdona a Venezuela que su ejemplo haya trascendido más allá de sus propias fronteras, y tenga lugar para que otras naciones, como ocurrió inicialmente con Brasil y Argentina, y después con Bolivia, Ecuador y Nicaragua, también asumieran el modelo venezolano.
En Europa, la ultraderecha española, desde años anteriores, con el depuesto presidente Mariano Rajoy al frente, venía arremetiendo duramente en contra del gobierno venezolano, que presidía, en ese momento, el presidente Chávez, y su temor se fundamentaba que el ejemplo de nuestro país ya había llegado a ese Continente, por cuanto en Grecia, en época reciente, acababa de asumir el primer ministro Alexis Psipras, de la izquierda radical y amigo de Chávez.
Pero hay otro motivo de fuerza mayor que impulsa al imperio a ser despiadado en contra de Venezuela, y es el hecho que por “culpa” de nuestra nación Rusia y China, contrarias a los intereses del gobierno norteamericano, han asumido convenios y compromisos con otras naciones en Latinoamérica, lo cual los incomoda y los fastidia.
No es un secreto para nadie que EE.UU pretende evitar que las naciones libres y soberanas asuman compromisos con Rusia y China, y menos que esas dos potencias comiencen a conquistar mercados en Latinoamérica, como en efecto comenzaron a hacerlo con Venezuela.
Vemos pues que el imperio ha tenido, de acuerdo a sus intereses, supuestos motivos que lo inducen a arremeter, en la mayoría de los casos, de manera violenta, contra los pueblos que no se colocan al margen de su política, que no es otra que mantener a las naciones en desventaja rendidas a sus pies.
Más allá de las razones que hemos esgrimido al gobierno de Trump le conviene también, a sabiendas que lo dirige un representante republicano, darle cumplimiento al compromiso contraído con las empresas armamentistas, que no es otra que promover conflictos bélicos en el mundo para vender sus armas, tal como se ha alentado, por más de 50 años en Colombia, que mantiene y aún persiste, a pesar de un tratado de paz, un enfrentamiento interno con las guerrillas en ese país, que han dejado cientos de miles de muertos y familias de esa nación en la mayor orfandad.
El reto de los venezolanos y desde luego de todos aquellos que apoyan a la revolución, es resistir, pero al mismo tiempo exigirle a imperio, y a la propia comunidad internacional, que cese de una vez por todas el hostigamiento que persiste desde el imperio, pues ha de saber el mundo entero que somos un país libre y soberano, dispuestos a ofrendar su vida en su defensa, pero al mismo tiempo con el deseo de mantener la paz y las relaciones con un mundo multipolar, sin distingo de credo, raza o clases políticas.