La Venezuela de Juan Guaidó

La historia recoge la epopeya los nombres de diversas batallas que se libraron a lo largo de nuestra extensa geografía. En algunos casos se perdía y en otros, el ejército libertador salía victorioso, sin embargo, en ambas situaciones la secuela de aquellas gestas fue el despojo de hombres y mujeres yaciendo en unos campos manchados con la sangre de los aguerridos soldados, quienes lucharon tenazmente contra el más poderoso y despótico imperio de la época. Al final triunfó la razón y la gloria nimbó la cabeza de unos patriotas que soñaban con una patria grande y soberana. Este fue el legado de aquellos titanes que fantasearon con un estado enorme e independiente. Lamentablemente, al final prevaleció la mezquindad y el provincialismo de unos pocos y aquella Colombia que imaginó nuestro insigne Caraqueño se redujo a lo que hoy conocemos como República Bolivariana de Venezuela.

Una vez separada Venezuela de Colombia y tras la muerte de aquel romántico que nos traspasó una patria libre y soberana, nuestro suelo fue testigo de numerosos enfrentamientos, guerras civiles entre caudillos montaraces que entendían que Venezuela era una gran hacienda de su pertenencia. Por esta y otras razones la república en cierne no logró coronarse como un país completamente independiente. Durante años nos convirtieron en un pueblo monoproductor que dependía de las importaciones de diversos productos para satisfacer las más elementales necesidades, como era la alimentación y la salud.

Con la aparición del petróleo, a principios del siglo XX, la aspiración de nuestra independencia económica se alejó y de un estado monoproductor de mercancías agrícolas y pecuarias, pasamos a convertirnos en una nación exportadora de crudo, con un agravante, que la explotación, la exportación y la comercialización de nuestra riqueza estuvieron en manos de empresas extranjeras. La anhelada independencia económica no llegó y por desgracia, se vio impedida por las empresas extrajeras que llenaron sus cuentas bancarias con las divisas provenientes de la explotación de nuestra materia prima.

Durante más de cien años Venezuela permaneció sometida a los vaivenes de la economías extrajeras. El precio del petróleo no lo determinaba los países productores del oro negro, sino las llamadas Siete Hermanas, empresas foráneas encargadas de la explotación y comercialización del crudo, así mismo de los productos derivados. En todo este tiempo, más de una centuria, a pesar de las riquezas que se encontraban en la entrañas de nuestro territorio y de otros patrimonios, aquella industrialización que surgió en Inglaterra a mediados del siglo XVIII y luego en Europa y EEUUU, consecuencia de la vil explotación de las colonias, Venezuela nunca llegó al anhelado desarrollo ni tampoco a la independencia económica.

La emancipación económica no se logró en Venezuela, no por una condición natural o por la incapacidad o flojera de los venezolanos. Todo sucedió como consecuencia de unos gobernantes cipayos y de la oligarquía criolla vende patria que entregaron nuestras riquezas a las empresas extranjeras, a cambio de que los herederos del mantuanaje aumentaran sus patrimonios familiares. Todo esto en desmedro de la calidad de vida de millones de venezolanos que no lograron superar su pobreza. Aquel sueño de Bolívar de soberanía no se podía consolidar hasta que nuestro país no consiguiera su independencia económica.

Todo cambió con la llegada de mi comandante Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela en 1999. Con el arribo de un nuevo liderazgo, millones de venezolanos nos dimos cuenta que la patria de Bolívar estaba incompleta, que los aquel sueño de liberación y soberanía no se correspondía con lo contemplado en aquel Congreso de Angostura recogido en su discurso homónimo. El nuevo líder, junto con otros soñadores lucharon para que las divisas obtenidas por la explotación y comercialización de nuestras riquezas no fueran a parar a manos extranjeras y tampoco para alimentar las cuentas bancarias de los parásitos de la oligarquía criolla. Este fue el país que encontró el presidente MM y para no perder el legado del hijo de Sabaneta, Nicolás ha tenido que sortear duros contratiempos para evitar que el país vuelva a caer a manos de potencias extranjeras.

Ciertamente, las multinacionales y avaras corporaciones financieras, industriales, energéticas y armamentistas no permiten que las naciones en posesión de materia prima que ellos necesiten, puedan ser manejadas por los países que las resguardan. Siempre se valdrán de subterfugios para evitar que tales tesoros sean utilizados para el beneficio de sus pobladores. Son diversos y crueles los métodos de que se valen para apoderarse de los recursos ajenos, entre estos: sanciones económicas, boicot mercantiles, noticias falsas, unos de medios de comunicación para difamar, invasiones militares, hasta la formación en USA de líderes cipayos para colocarlos en funciones de gobiernos por vías no democráticas, con el único interés de apoderarse de todo lo que puedan despojar en un país. Fue así como surge Juan Guaidó, el vasallo quien le entregará, en caso negado de imponerlo en la presidencia, todas las materias primas enterradas en nuestros subsuelo y las que están por encima de la tierra. El país que ambiciona el mequetrefe Juan Guaidó es un estado asociado a USA, no es la patria de Bolívar, tampoco es la nación de Chávez, mucho menos el estado libre y soberano al cual aspiramos todos los venezolanos.

La Venezuela de Juan Guaidó es la patria cuya constitución la redactaría los constitucionalistas de EEUU, de este modo el suelo venezolano pasaría a convertirse en patrimonio de los avaros consorcios industriales globalizados.

La Venezuela de Juan Guaidó es la nación que cumpliría con los dictados del FMI, que responde a los intereses financieros de un grupo de banqueros ladrones que se alimentan de la pobreza de los pueblos. Es la Venezuela endeudada con un compromiso caníbal interminable debido a los elevados intereses especulativos.

La Venezuela de Juan Guaidó sería la tierra donde los marines estadounidenses sean los jefes de nuestros oficiales y soldados. Un estado subyugado por tropas extranjeras, las cuales podrán cometer delitos de cualquier tipo sin que puedan ser juzgados por tribunales venezolanos.

La Venezuela de Juan Guaidó sería la tierra donde la bandera de barras y estrellas ondeará en las empresas básicas y estratégicas del país, como prueba de la posesión de tales industrias.

La Venezuela de Juan Guaidó sería la franquicia de EEUU en la cual el palacio de Miraflores perduraría custodiado por los Marines del ejército agresor.

La Venezuela de Juan Guaidó es la del país devastado, de hombres y mujeres sumisas al invasor, la del pueblo miserable, la del país pobre y enfermo que desaparecería mientras los extranjeros explotan nuestras riquezas.

La Venezuela que Juan Guaidó desea, es un país como Siria, Irak, Yemen, Libia, como la antigua Yugoslavia que se desmembró y quedó dividida en pequeñas repúblicas. Es la Venezuela de Trump, Duque, Uribe, y Bolsonario quienes aspiran robarse nuestras materias primas para enriquecerse y entregarle nuestra patria a sus oligarquías.

La República Bolivariana de Venezuela es producto de muchas luchas, de mucha sangre derramada, de numerosos sueños y del denodado trabajo de diversas generaciones. Es la patria de hombres y mujeres libres que hoy aspiran a vivir en una nación digna y soberana. La Venezuela de Guiaidó es la Venezuela boba y esa ya no existe. Bien lo afirmó Simón de la Trinidad en la carta a Francisco de Paula Santander en 1823: "Un necio no pude ser autoridad". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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