A lo largo de las décadas los países de Latinoamérica, a pesar que han venido trabajando arduamente para producir alimentos e insumos, muchos de los cuales son exportados al imperio, no han podido desarrollarse plenamente, todo porque el primer cliente o socio, o como se le quiera llamar, impide con sus políticas coercitivas que todas estas naciones logren su autonomía plena, su libertad, solo con el fin de seguir explotándolos.
No hay que olvidar que Latinoamérica es el primer abastecedor de Estados Unidos, sobre todo de los propios productos que la naturaleza nos ha concebido, vale decir, de petróleo, gas, oro, diamantes, cobre, coltan, entre otros minerales y algunos alimentos, que son indispensable para la dieta de los norteamericanos y para el debido funcionamiento de la industria de ese país.
Aun así vemos, que el imperio, en vez de agradecerle a las naciones latinoamericanas ese gesto de hermandad que permite considerarlos como su primer cliente, por el contrario arremete fieramente contra sus propios gobiernos, solo con el interés de evitar que se desarrollen y desde luego que se independicen y sean autónomos.
Han pasado muchos, pero muchos años ya, desde que EE.UU aplica estas políticas perversas en contra de Latinoamérica.
Desde un principio, en la época colonial, sintieron que el proyecto de unidad que promovía el Libertador Simón Bolívar era peligroso y contrario a sus intereses, de allí que hoy tratan de desacreditar el pensamiento, aún vivo, del Padre de la Patria, para que esto no ocurra.
El imperio siempre ha demostrado que no es buen amigo, muchos menos un aliado confiable, como se ha podido demostrar, en estos últimos 20 años, con los ataques inmerecidos, perversos y genocidas, que ha emprendido ahora en contra de Venezuela, solo porque su población decidió, por mayoría, en elecciones libres y soberanas, organizar un gobierno popular y democrático, ajeno a la influencia extranjera.
Pero más allá de los ataques que el imperio planifica y organiza en contra de nuestra nación, también lo hace en perjuicio de otros países bajo el mismo esquema. Incluso, apela al uso y al poderío de sus armas, para someter a pueblos enteros, como ocurrió con Irak, Afganistán, Yemen, Somalía, Libia y Niger y como pretende también con Siria, que está dando la cara, sin olvidar la invasión que hizo, no hace tantos años atrás, en perjuicio de Panamá.
El imperio, claro está, no es tonto. Siente que sus principales enemigos actualmente son China y Rusia, ante el avance que estas dos naciones han venido logrando en el mundo, pero a ellas solo las ataca, por temor a su poderío nuclear, con medidas coercitivas, aplicando sanciones y bloqueo para dañar sus economías, como ha pretendido hacerlo también con Corea del Norte, que se declaró también con armamento atómico.
Ante tales circunstancias la mayoría de los países del mundo, sobre todo los de Latinoamérica, se preguntan qué hacer con los abusos y humillaciones que EE.UU le impone a las naciones en minusvalía, solo por capricho.
La oportunidad de superar estos desmanes ha llegado. Dos naciones amigas, que también están consideradas como superpotencias, han decido explorar nuestro Continente para estrechar relaciones, en igualdad de condiciones, como lo ha comenzado hacer Rusia y China, camino a estrechar encuentros multipolares.
En el caso de Rusia, por estar más interesada en ayudar y mantener buenas relaciones no solo con Venezuela, sino con otros países de nuestro Continente, al igual lo hace China, se hace necesario entonces que este país le baje el liderazgo y la supremacía que ha mantenido el imperio, durante muchos años, en perjuicio de Latinoamérica.
No se trata de promover una confrontación que pudiera desencadenar una tercera guerra mundial con el coloso del mundo, sino obligar a Estados Unidos que debe respetar las autonomías de los pueblos, como está consagrado en la carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Las relaciones con Rusia, pero también con China, nos obliga a prepararnos, a fortalecernos, a gozar de un derecho que propenda a que nuestros pueblos vivan mejor, pero al mismo tiempo a crear las condiciones que nos permitan contrarrestar un posible ataque o boicot, por demás inmerecido, si la locura del imperio así lo decide.
Rusia ha venido demostrando ser un buen aliado, un buen amigo, por cuanto no hace uso de su poderío armamentista, sino el diplomático, como debe ser, para estrechar lazos comerciales con cualquier nación, que es lo que le incomoda a la Casa Blanca.
Si bien el imperio ha logrado resquebrajar la unidad que promovió primero el Libertador en Latinoamérica, y más recientemente el comandante Hugo Chávez Frías, hay que reconocer, por ejemplo, que el actual gobierno de Colombia se ha puesto de rodillas ante el coloso del Norte, por temor a las políticas coercitivas y al desmembramiento de la industria del narcotráfico que opera en ese país, que tanto les interesa a ambas naciones.
Venezuela dio un paso importante…tiene un nuevo amigo, un nuevo socio, que la respeta y le reconoce el derecho que tiene de vivir en plena libertad….ese país se llama Rusia, que junto con China, están dando la cara por el Continente, para evitar que sigan los desmanes del imperio, en perjuicio de nuestros pueblos, que solo reclaman el derecho de vivir en libertad y en paz, como se lo merecen.