"Es ignorancia no saber distinguir entre lo que necesita demostración y lo que no la necesita". — Aristóteles
Hay un fenómeno político que deja sorprendido a los comentaristas más imparciales. Estos, tratan de descifrar qué es lo que tiene el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez para ser recibido tan calurosamente en cada país que visita. Ni los medios pueden ocultar cómo el pueblo y sus líderes se disputan para estar con él en las reuniones y escuchar sus discursos. Cuánto debe envidiar esto, el presidente de la mayor superpotencia del mundo, George W. Bush cuya presencia en cualquier lugar del planeta, con quizás la única reciente excepción de Albania, produce rechazo, protestas y disturbios violentos. Precisamente estas protestas no le dejaron entrar por la puerta principal a la casa del gobierno de su incondicional aliado de aventuras bélicas, Gran Bretaña, y le obligaron a usar la puerta de la cocina, en sus últimas visitas.
Mientras tanto a Chávez le extienden alfombras rojas durante su peregrinaje por el mundo.
Los detractores del presidente venezolano, que no son pocos, atribuyen el fenómeno Chávez al dinero que recibe Venezuela por ser el país poseedor del mayor reservorio del mundo de oro negro calculado en unos 335 mil millones de barriles, en comparación con 275 mil millones de Arabia Saudita y por ser el octavo productor del gas en el planeta. Sin embargo, Estados Unidos es el país más rico del mundo que posee mucho más riqueza y ostenta el poder inagualable en la historia moderna de la humanidad que le permite corromper o presionar a cualquier país o político para hacer avanzar sus "intereses nacionales". Pero la fuerza y el dinero no son determinantes en la popularidad de un líder. El atrevimiento de Hugo Chávez de decir no a la arrogancia global y al cinismo del gobierno norteamericano; su fe en un mundo mejor; su identificación con los intereses de los más oprimidos y marginados; sus esfuerzos para sacar su país del subdesarrollo y la ignorancia, rompiendo con el complejo de inferioridad impuesto, primero por los conquistadores y luego por capital globalizado, son los factores que convierten a este líder en un personaje carismático, admirado por el pueblo y al mismo tiempo odiado por los más poderosos.
Tal fuerza ha adquirido el "fenómeno Chávez" que hasta las grandes potencias que rivalizan con los Estados Unidos buscan al presidente venezolano para obtener ventajas en el actual juego geoestratégico mundial. El reciente encuentro entre Hugo Chávez y el presidente de Rusia, Vladimir Putin no fue una casualidad, y no fue una "imprudencia" venezolana que, de acuerdo a los medios de comunicación global, "puso en aprietos a Putin en vísperas de su encuentro con Bush". Putin organizó este encuentro con Hugo Chávez, no solamente para venderle armamento sofisticado y firmar contratos petroleros, sino para dar señales a Norteamérica que hará una alianza estratégica en el pleno corazón de su patio trasero, rico en oro negro, si es que Estados Unidos insiste en instalar su sistema de "escudos antimisiles" en la República Checa y Polonia dirigidos por supuesto contra Rusia ya que los misiles no existentes de Irán y Corea del Norte jamás utilizarán esta trayectoria.
El presidente Bush trató también de hacer su propia jugada y presionar a Putin para que acepte el infame "escudo" en su frontera, y también el plan para Kosovo. Bush recibió en vísperas de la reunión con su homólogo ruso, al presidente de Estonia, Toomas Hendrik Ilves y dio a entender a Putin que si no acepta las iniciativas norteamericanas, Estados Unidos extenderá su poder hacia este país, ex territorio de la Unión Soviética. Por supuesto que Putin queda ganador. La alianza estratégica con el país más rico del mundo en petróleo no se compara con la alianza del país cuya riqueza se limita a sardinas.
Mientras los grandes hacen sus jugadas, Hugo Chávez no pierde tiempo en fortalecer a Venezuela económica y militarmente. Sabe que Estados Unidos ya estará haciendo todo lo posible e imposible para no perder el oro negro venezolano, y no permitirá que este país salga de su esfera de influencia. El fracasado golpe de estado en 2002, la intentona también fracasada de la "revolución suave" con pretexto del caso de RCTV, el incremento de transmisiones de La Voz de América a Venezuela y ahora, las amenazas norteamericanas de expropiar refinerías de CITGO, son testimonios de que esta lucha se agudizará.
vicky.pelaez@eldiariony.com