Afortunadamente para la Humanidad, la Historia del Hombre aún está por escribirse.
Miguel Acosta Saignes.
El planeta tenía un reservorio para cuando crecieran los europeos. Pestes, guerras, gente nada higiénica esos europeos, provocaron un estado de pústula en su propio territorio que al reservorio lo asaltaron como langostas cuando se regó la noticia; todo el que llegaba al nuevo mundo era “dueño de todo, hasta donde alcance mi vista”. Y las langostas acabaron con 30 millones de habitantes dispersos en 2 mil naciones, desde culturas que no abarcarían más de tres domicilios a pueblos superpoblados, desde gente que no conocía el fuego hasta otros que fundían en frío al oro; pueblos de estatura mínima de 1,30m a otros cuya mínima no bajaba de 1,80m. Todo eso quedó devorado por las ansias del Dorado. La tragedia no paró allí. Otros tantos millones fueron sacrificados, provenientes del africano continente, para no detener el curso del mercado. Cada nación europea asimiló su tarea con respecto al mundo descubierto, desde los reglamentados a los saboteadores de las reglas, todos tenían su papel a practicar: El apoderamiento del nuevo mundo.
Los millones de hermanos que vivían detrás del horizonte vienen hoy por su derecho social atrasado; los que nacieron para ser sólo número, vienen guiados por la custodia de Bartolomé de Las Casas, madurando la conciencia ausente, impregnándola de los elíxires de los pueblos masacrados. La conquista realizada por hombres cuya cultura distaba mucho de ser comparada con la sus abuelos padres. Europa cada vez se retrasaba más en el conocimiento. La Tierra es redonda vaticinaron los griegos, la Tierra es redonda vaticinaron los árabes. La tierra es redonda dijeron los chinos… No así en Europa: La Tierra es plana y punto, dijo el Espíritu Santo de los católicos, y por obra y gracia de ese espíritu bruto, se asesinó con hoguera y tortura a cuanto “infiel” inteligente osara despotricarlos, para terminar pagando los inquisidores dominicos bajo cuerda las carabelas de Colón a los reyes católicos. Ralea de ladrones y asesinos encarcelados vinieron a hacer fortuna bajo la única condición de su diezmo a la corona. Aún corren con suerte, porque el europeizado continente americano los inmortalizó como héroes y la suerte de esos bárbaros hoy llenan desde escuelas, calles para arriba, el recuerdo de sus nombres. Asesinos que mientras más grande fuera el número de caídos que dejaban, mayor ha sido su gloria venerable.
800 años estuvieron los árabes en España. Querría saber qué recuierdo trágico tienen los ibéricos de los moros que les enseñaron entre otras cosas, el cálculo algebraico, la vida sana, la higiene, los sabores culinarios, el disfrute para con la pareja. Conocimientos que formaban parte de los designios de Satán, según el código vaticanero. Entre las críticas más comunes que alzaban contra de los aborígenes, que “demostraba” su cercanía con el espíritu del mal, estaba por ejemplo, la de que se bañaban todos los días. A esa ralea es a la que se le celebra este día, el Día de la Raza, porque en su compendio demostró quién es el dueño del mundo, la raza blanca. Ningún día como este en la Historia de la Humanidad reúne el símbolo concentrado de tanto holocausto.
Hoy los cercenados son los árabes. La paranoia de que se revierta la tortilla del destino, acusa de una medida como solución final a lo Menguele (el Ángel de la muerte de los nazis), pues es de cajón que los hijos huérfanos tomarán la bandera de la vindicta por sus padres, sus ancestros. Su guerra santa ni siquiera comienza, pero si la intifada (llamado a la guerra de todos los hombres con capacidad de hacerlo, vale decir desde 5 años de edad en adelante) acostumbra al mundo occidental observar a los palestinos en su trágico trajín diario de resistencia, en su país viviendo desmembrados, es porque la decadencia tomó cuerpo y vida, para la que no queda otro recurso que el macabro enfrentamiento con la cabeza de la agresión: El actual imperio y sus lacayos.
El cuerpo que toma vida en el enjuiciamiento que se le hace a la dictadura mundial, el cuerpo democrático en contra del monopolio, que habla del mundo sin contar al mundo, va acrecentándose si se quiere por las torpezas mismas de la vorágine imperial que no puede pasar la talanquera, porque la conciencia de los pueblos, sin estar unidos, cada quien por su lado, ha empezado andar. En algunos sectores, la parte ejecutiva favorece los cambios de autonomía, en otros, es la población que se crece, pero ya es un hecho que una mayoría de latinoamericanos va en rumbo a su propia identidad. Si de algo ha servido el Día de La Raza, es para reunirnos en un solo haz de libertad, a todos los luchadores populares. Gracias Día de La Raza, pues cada 12 de octubre que pasa, es para pulir la unidad de nuestros pueblos en contra de la expoliación a que fue sometida la Pachamama. De todos los flancos de efemérides, éste es el de la entrada a la llanura de Carabobo, de flanco, convertido hoy en el día de unidad de los pueblos, la nueva raza, híbridamente pura. Marca el inicio de otro calendario, el de La Dignidad. Sí es de fiesta este día, pero más por lo que viene que por lo acontecido trágicamente en estos 500 años.
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