Desde agosto de 2007, los bancos estadounidenses y europeos se encuentran bajo los focos de la actualidad debido a la grave crisis que padecen, y que hacen padecer a todo el sistema neoliberal en bloque. El monto actual de la devaluación de activos que se vieron obligados a efectuar supera los 200.000 millones de dólares. Diversos servicios de estudio de los bancos y experimentados economistas consideran que la factura superará el billón de dólares (1.000.000.000.000 USD)[1]
¿Cómo han podido los bancos construir tal montaje de deudas tan irracional? Los organismos de créditos hipotecarios concedieron préstamos a un sector de la población ya fuertemente endeudado. Las condiciones de estos préstamos, de alto rendimiento (para el prestamista), constituyen una auténtica engañifa: el tipo es fijo y razonable durante los primeros dos años, pero luego sufre un fuerte aumento. Los prestamistas afirmaban a los clientes que el bien que adquirían con el préstamo se valorizaría en poco tiempo dado el aumento de los precios en el sector inmobiliario. El quid de la cuestión es que la burbuja inmobiliaria finalmente estalló en el 2007, y los precios comenzaron inexorablemente a bajar. Como el número de impagos tuvo un considerable crecimiento, los organismos de crédito hipotecario comenzaron a verse en dificultades para reembolsar sus deudas. Para protegerse, los grandes bancos se niegan a conceder nuevos préstamos o prestan a un interés mucho más alto. Pero la espiral no se detiene allí, porque los bancos habían comprado un gran volumen de acreencias hipotecarias, y en gran parte fuera de balance, creando unas sociedades específicas llamadas Structured Investment Vehicles (SIV), las que financiaban la compra de deuda hipotecaria de alto rendimiento, transformadas en títulos (CDO, Collateralized Debt Obligations).
A partir de agosto de 2007, los inversores dejaron de comprar los commercial papers emitidos sin garantía por las SIV, la salud y la credibilidad de los cuales estaban muy deterioradas. En consecuencia, las SIV se quedaron sin liquidez para comprar los créditos hipotecarios titularizados, con lo que se amplificó la crisis. Los grandes bancos que habían creado las SIV tuvieron que asumir los compromisos de éstas para evitar que quebraran. Mientras que hasta entonces las operaciones de las SIV no figuraban en su contabilidad (lo que les permitía disimular los riesgos asumidos), tienen ahora que incluir en sus balances las deudas de las SIV.
Resultado: ¡Pánico a bordo! En Estados Unidos, 84 sociedades de crédito hipotecario han quebrado o cesado parcialmente su actividad entre el 1º de enero y el 17 de agosto de 2007, mientras que en todo el año 2006 fueron sólo 17. En Alemania, el banco IKB y la institución pública SachsenLB fueron salvados a último momento. Recientemente, Inglaterra tuvo que nacionalizar el banco Northern Rock, en bancarrota. El 13 de marzo de 2008, la Carlyle Capital Corporation (CCC), cuya proximidad declarada al clan Bush es bien conocida, se desmoronó: sus deudas representaban 32 veces sus fondos propios. Al día siguiente, el prestigioso banco estadounidense Bear Stearns (5º banco de negocios de Estados Unidos), falto de liquidez, pidió ayuda a la Reserva Federal de Estados Unidos (la Fed) para obtener una financiación de urgencia. Será comprada por el banco JP Morgan Chase a precio de ganga.
Varios segmentos del mercado de la deuda constituyen construcciones endebles en vías de derrumbarse. Arrastran en su fracaso a los poderosos bancos, a los hedge funds, a los fondos de inversión que las habían creado. El salvamento de las instituciones financieras privadas se lleva a cabo gracias a la intervención masiva de los poderes públicos. La privatización de los beneficios, la socialización de las pérdidas son una vez más la solución del problema.
Pero se impone una pregunta: ¿Por qué los bancos, que ahora no vacilen en anular unas deudas dudosas de decenas de miles de millones de dólares, siempre se han negado a anular las deudas de los países en desarrollo? Están demostrando que esto es perfectamente posible y absolutamente necesario. Recordemos que en el origen de las deudas actuales, cuyo pago reclaman los bancos a estos países, se encuentran unas dictaduras criminales, unos regímenes corruptos, unos dirigentes fieles a las grandes potencias y a los acreedores. Los grandes bancos han prestado sin miramientos a regímenes tan poco recomendables como los de Mobutu en el Zaire, de Suharto en Indonesia, a las dictaduras latinoamericanas de los años 1970-1980, amén del régimen del apartheid de Sudáfrica. ¿Cómo pueden continuar infligiendo el yugo de la deuda a unos pueblos que han sufrido unos regímenes dictatoriales que ellos mismos financiaron? En el plano jurídico, son numerosas las deudas odiosas que figuran en sus libros de contabilidad y que no deben ser pagadas. Pero los bancos continúan exigiendo su reembolso.
Así mismo, recordemos que en 1982 la crisis de la deuda del Tercer Mundo fue provocada por el alza desmedida y unilateral de las tasas de interés decidida por la Fed. Antes de esto, los bancos privados habían impuesto préstamos a tasa variable a unos países ya sobreendeudados, que finalmente fueron incapaces de afrontar. En estos momentos, la historia se repite, pero esta vez en el Norte y de una manera específica: los hogares sobreendeudados de Estados Unidos se encuentran en la incapacidad de devolver su deuda a plazo variable porque la burbuja ha estallado.
Las anulaciones de deuda que realizan los bancos dan la razón a todos los que, como el CADTM, reivindican la anulación de la deuda de los países en desarrollo. ¿Por qué? Porque la deuda a largo término de los poderes públicos del Tercer Mundo con los bancos internacionales llegaba a los 181.900 millones de dólares en el 2006.[2] Desde agosto de 2007, han tenido que anular una suma muy superior, y esto no ha acabado...
Los grandes bancos privados han pecado tres veces:
— construyeron unos montajes desastrosos de deuda privada que han llevado a la actual catástrofe;
— prestaron a las dictaduras y obligaron a los gobiernos democráticos que las sucedieron a reembolsar con creces hasta el último céntimo de una deuda odiosa;
— se niegan a anular la deuda de unos países en desarrollo, a pesar de que su reembolso implica el deterioro de las condiciones de vida de las poblaciones.
Por todas estas razones, es necesario exigir que rindan cuentas de sus maniobras en el curso de las últimas décadas. Los gobiernos de los países del Sur tienen que llevar a cabo auditorías de su deuda, como hace actualmente Ecuador, y repudiar todas sus deudas odiosas e ilegítimas. Los banqueros demuestran que esto es perfectamente posible. Se trataría del primer paso para hacer que las finanzas desempeñen el papel que les corresponde, el de una herramienta al servicio del ser humano. De todos los seres humanos.
Damien Millet, portavoz del CADTM Francia (Comité para la Anulación de la Deuda Pública del Tercer Mundo, www.cadtm.org, autor de Africa sin deuda, Icaria, Barcelona, 2008.
Eric Toussaint, presidente del CADTM Bélgica, autor de Banco del Sur y nueva crisis internacional, El Viejo Topo, Barcelona, 2008 y Abya Yala, Quito, 2008
Traducción: Griselda Pinero y Raul Quiroz
Eric Toussaint
CADTM
345, Avenue de l'Observatoire
4000 LIEGE
Belgique
[1] El servicio de estudio de Goldman Sachs evaluaba, el 7 de marzo de 2008, las pérdidas en 1,156 billones de dólares; George Magnus, de UBS, adelantaba en febrero una cifra superior al billón; Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York, emitía la hipótesis de una pérdida de al menos un billón de dólares. (Ver http://www.rgemonitor.com/blog/roubini)
[2] Banco Mundial, Global Development Finance 2007